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Tropa de élite

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1997, El Papa planea hacer su tercera visita a Brasil y desea “acercarse” a una favela de Río de Janeiro, ¿les suena conocido?, ¿se acuerdan de el show aquel que montó el gobierno de Caldera en el Retén de Catia, cuando pusieron a policías disfrazados de presidiarios para que saludaran al Papa. Pues bien, como lo dice el Capitán Nascimento (Wagner Moura) perteneciente al comando BOPE, “el Alcalde no se va a arriesgar a que una bala alcance a Su Santidad”, así que para garantizar la tranquilidad durante la visita de éste, el BOPE debe limpiar la favela por la que pasará el Sumo pontífice.

El BOPE es un comando elite de la policía, su misión es la de hacer el trabajo que la corrompida PM no puede: acabar con los narcotraficantes qué, según Nascimento, “son los que tienen las armas”. Pero el Capitán no desea realizar la misión, está agotado, su esposa está embarazada y lo único que desea es encontrar un sustituto para salirse del BOPE y dedicarse a su hijo y arreglar su vida. Matías (André Ramiro), joven idealista, estudiante de derecho que se liga con una ONG de “ricos con conciencia social” e incluso inicia un romance con la directora de dicha organización y Neto (Caio Junquera), un tipo que desea ser policía porque sueña con pelear una guerra, son los dos candidatos a sustituirlo. Ambos, amigos de la infancia, se cruzan con Nascimento luego de impedir que unos PM corruptos asesinaran a otro PM al que erróneamente acusaron de haberse quedado con el cobro de una corruptela; la verdad es que quienes cobraron el dinero fueron Matías y Neto, lo hicieron para comprar repuestos a las patrullas dañadas, ya que la institución no le dio los recursos para comprarlos. Usaron la corrupción a su favor y para un fin honesto.

Los comentarios que había oído sobre esta película podrían clasificarse en tres grupos: Están los que me decían que la cinta era una copia de Ciudad de Dios (2004 – Fernando Meirelles), otros me decían que la película era facha y la mayoría me decía que, simplemente era un palazo. Luego de verla puedo entender las tres opiniones.

Quizá la más cuestionable sea la primera. Ciertamente esta cinta guarda algunas similitudes con la de Meirelles: Frenética cámara en mano, trepidante montaje, un estilo casi documental, se desarrolla en una favela y la visión de Brasil es desoladora, pero ni es igual ni es una copia.

Los que dicen que el film es fascista tienen sus razones. Ciertamente la cinta asume la postura del policía, la voz en off nos va soltando una filosofía un tanto reaccionaria, la filosofía del vidrio roto (1), de la cero tolerancia, de la mano dura. El tipo dice cosas como “todo el que no denuncia a un traficante, es su cómplice”, “cuando hay un policía muerto nadie protesta, las protestas son por la muerte del rico; por eso, cuando veo una manifestación en contra de la violencia, me dan ganas de entrarle a tiros a todos”. Otro aspecto son las escenas de violencia qué, por momentos, recuerdan a Irreversible (2003 – Gaspar Noe). No solo cuando el BOPE asalta la favela y el mecanismo para hacerlo es dispararle a uno de los jíbaros para hacer confesar a los otros. También con las torturas que aplica el BOPE con una bolsa de plástico, coñazos y hasta ejecuciones sumarias; la peor es una en la que a un chamito, luego de aplicarle la bolsa y de darle golpes le bajan el short y amenazan con sodomizarlo con un palo de escoba, o cuando asfixian y golpean a la novia de un jíbaro para que revele el paradero de su novio. La cinta, no juzga estos hechos, se mantiene al margen e incluso parece que los justifica con la narración del protagonista. De la misma forma, el filme no asume una postura crítica o moralizante, sino que reconoce que la “paz” de las favelas se mantiene gracias a un equilibrio entre los policías corruptos y los traficantes, además, se deja entrever que si los policías son así es por las circunstancias. Por ejemplo, uno de los personajes señala qué no vale la pena entrar a una favela a hacer cumplir la ley por 500 reales al mes si pueden negociar con los delincuentes a cambio 600 reales a la semana. De la misma forma, la violencia es tan explícita que algunos han acusado a la cinta de utilizar esta violencia para atrapar al público e incluso para justificar las acciones del Capitán Nascimento. El otro punto son las acciones de Matías, que en principio parecía el personaje más honesto de la cinta; el pana, terminará asesinando a sangre fría al traficante que mató a su amigo y compañero, mientras Nascimento dice “necesitaba el corazón de Matías para asegurarme de que iba a tener un reemplazo digno y poder así volver a mi familia”. Sumémosle a eso el increíble segmento del entrenamiento del BOPE, durísimo, a golpes, a sangre, tendente a deshumanizar y desensibilizar a sus integrantes, como lo dice Nascimento “ni el ejército Israelí entrena a soldados como nosotros”. ¿Eso es facho o es honestidad y desmitificación?

Los que dicen que la cinta es un palazo, son los que tienen más razón. ¡Que película! Una dirección increíble con un uso perfecto de la cámara en mano que hace que te sientas metido en cada tiroteo y en cada acción. Una fotografía verista, como si se hubiera filmado con video, lo que ayuda a darle a la cinta una textura realista y poderosa, sobre todo en las escenas de violencia. Una edición memorable, con un montaje que no te da espacio para respirar. Un guión compuesto por segmentos pero, afortunadamente, sin recurrir a la formulita de imitar Amores Perros; además una sucesión de diálogos contundentes y chocantes que golpean al público al combinarse con la rudeza de las imágenes. Y, sobre todas las cosas, unas actuaciones excepcionales, siendo descollante el retrato que hace Wagner Moura del Capitán Nascimento y la magna composición de Matías que realiza André Ramiro.

Mi opinión: Yo creo que la cinta es fenomenal por evadir el discurso que todos esperamos y por dispararle a todo el mundo: Policías corruptos, políticos que mandan a los policías a hacer el “trabajo sucio” para poder montar sus shows, niños ricos con conciencia social que ayudan a los pobres y critican a los policías corruptos y al mismo tiempo le compran drogas a los delincuentes y los “ayudan” a transportarla mientras organizan marchas contra la violencia a raíz de la muerte de un niño rico. En fin, una película que no deja títere con cabeza. Además, yo no creo que la cinta justifique nada, simplemente no da respuestas ni saca conclusiones, quiere que tú, como público, saques tus propias conclusiones. Yo creo que la visión sobre las drogas es un tanto moralista al asumir que las drogas solo las consumen los playboys y los niños ricos y que solo los pobres las venden, evadiendo así la responsabilidad de gobiernos financiados por el narcotráfico e ignorando también que los narcos no son solo los enyerrados jíbaros de esta película, sino también poderosos y potentados millonarios que no salen en ningún momento en la película. Demás está decir, que tampoco concuerdo con eso de mano dura y cero tolerancia ni creo que los problemas sociales que plantea el film se resuelvan a plomo limpio ni tengo ninguna simpatía por un policía que tortura y mata como lo hace Nascimento y su comando. Pero debo admitir que la cinta expone con contundencia toda la hipocresía de quienes asumen una postura dizque progre respecto al tema de la violencia y la pobreza. Yo no me imagino a un cineasta venezolano, de esos que dicen tener “un compromiso social” filmando una cinta tan jodidamente dura como esta.

A mi entender, un film contundente.

10/10

(1) La teoría del vidrio roto es simple. Dicen los cultores de éste punto de vista qué, si un niño rompe un vidrio con una piedra y no se le castiga de manera ejemplarizante cuando lo hace, entonces es un potencial delincuente que se acostumbrará a cometer delitos sin castigo. Supuestamente de romper un vidrio a matar a alguien solo hay un paso.

John Manuel Silva

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