¿Alguno de ustedes entiende al señor Steven Soderbergh? Es decir: ¿Quién es Steven Soderbergh?; ¿el señor ese que llama a George Clooney, Julia Roberts, Matt Damon, Andy García (exiliado anticastrista) y Al Pacino; para que en la saga “Oceans” se regodeen en su condición de estrellas y hasta se burlen de su riqueza y despilfarro al estilo de Mtv Cribs? ¿O es el moralista y conservador tipo que dirigió “Traffic”, la visión mas naif y superficial que he visto sobre el negocio de las drogas? ¿O será entonces que Soderbergh es el señor que puso a Julia Roberts a hacer de secretaria sabrosona que luchaba contra una multimillonaria corporación que contaminaba el agua de unos pueblerinos y, además, ganaba el juicio, se empataba con un motorizado que le cuidaba a los carajitos y, por si esto fuera poco, culminaba su lucha dándole a una señora que perdió su aparato reproductor un cheque de un millón de dólares mientras le decía “Aquí tienes para que tú, tus hijos y los hijos de tus hijos ya no tengan que preocuparse?
De pana y todo. ¿Alguien entiende? Y digo esto advirtiendo que no he visto ni “The Good German” ni “Solaris”.
El cine de Steven Soderbergh es incuestionable en cuanto a la forma. El director es un maestro en el uso de la cámara en mano en darle a sus cintas (sobre todo a “Traffic”) un tonito de docu-drama bastante efectivo y sí, un poco efectista también. Soderbergh usa el pseudónimo de Peter Andrews para realizar la fotografía de sus cintas; y el resultado, incluso en la insulsa “Erin Brokovich”, suele ser grandioso. Soderbergh es un gran director de actores, le saca actuaciones buenas a todo el mundo, desde Catherine Zeta Jones, hasta Julia Roberts, pasando por Topher Grace. En fin, Soderbergh es brillante tras la cámara, pero las historias que filman sufren de una especie de “esquizofrenia”. Un día el tipo está con los ultraderechistas gringos que quieren acabar con la droga que siembran los mexicanos y al otro con los humildes norteamericanos que luchan contra las corporaciones, un día con Clooney y los chicos lindos de Hollywood y al otro con los guerrilleros comunistas.
Ya circula entre buhoneros una copia de “El Argentino” la primera de las dos cintas que Soderbergh ha hecho sobre Ernesto “Che” Guevara. Luego de verla me entraron dos dudas. La primera es saber si Soderbergh hace esta cinta por admiración o simplemente porque ahorita es “Cool” hablar del Che. Y la segunda es el por qué Soderbergh hace una película intrascendente, repetitiva, y, sobre todo, muuuuuuuuuuyyyyyy aburrida.
Este film es una adaptación, con alto presupuesto y gran producción de la biografía oficial del Che. Es la historia del Che tal y como la conocemos. Comenzando en 1955 en México cuando el Che conoce a Fidel, que está exiliado luego de haber estado dos años preso por el asalto al Cuartel Moncada y terminando en 1959 con la victoria de los barbudos y su entrada a La Habana. Con un breve salto a 1964 cuando el Che intervino en la ONU y fue entrevistado por la CBS.
Este es: El Che (Benicio Del Toro) guerrillero con sus vivencias en la Sierra Maestra. Es el Che bueno y estricto que acompaña a Fidel (Demian Bichir) en la lucha armada y, a la vez que entrena a los guerrilleros, les enseña a leer y escribir porque “un pueblo que no sabe leer ni escribir es un pueblo fácil de engañar”. Es el Che que hará delirar a los trasnochados de siempre cuando lo vean atendiendo a la gente pobre de Cuba que se acerca a ver al Che porque “nunca en mi vida había visto a un médico”. Es el Che que cuando ve a un güajiro (campesino cubano), le extiende la mano y le invita a no tenerle miedo. Es el Che heroico al que no le importa quedarse a cuidar a los compañeros heridos porque “un revolucionario está donde se le necesita”. Es el Che bueno y honesto que responde con sosiego a las preguntas que le hace la periodista Lisa Howard (Julia Ormond) de la CBS y le suelta cosas como: “Yo no tengo pensado retirarme”, “a un guerrillero, a un verdadero revolucionario, lo que lo mueve es el amor; grandes sentimientos de amor”, “Ajá, usted dice que el egoísmo es parte de la naturaleza humana, es decir, que si un niño tiene un carrito de juguete quiere dos y si tiene dos quiere cuatro; eso está muy bien, pero… ¿qué pasa cuando esa “naturaleza humana” se convierte en un monopolio que se apropia de todo y explota a las mayorías?” “Amigos (de los Estados Unidos) es difícil que seamos, tenemos muchas diferencias contra el régimen norteamericano, porque, y quiero que eso quede claro, contra el pueblo norteamericano no tenemos absolutamente nada, no hay ni un solo rencor o resentimiento contra ustedes”.
A este Che lo vemos inspirar a unos adolescentes que quieren unirse a la guerrilla en un discurso que les da a los chicos en compañía de Ciro Redondo (Edgar Ramírez). Es el Che que decide avanzar sobre Santa Clara en vez de esperar a Camilo Cienfuegos (Santiago Cabrera), no porque sea egoísta o porque quiera robarle el crédito, simplemente lo hace porque “sería un riesgo esperar por Camilo”. Es el Che que le dice a Aleida (Catalina Sandino Moreno), ante la solicitud que ella le hace para ser guerrillera, que “mejor cobras los impuestos y luego pues veremos”; subtexto: al Che no le gustaba poner a pelear a las mujeres, Etc…
En fin, es el Che en versión oficial del “Instituto Cubano de Historia” Pero planteado con un acartonamiento y una formalidad excesiva. Cero sentimientos, no es, siquiera, una aproximación humana al mito (como intentó serlo “Diario de Motocicleta” de Walter Salles), es una aproximación demasiado formal e idealizada para reforzar al mito. El Che era perfecto. Solo se molestaba cuando sus guerrilleros desertaban y solo fusilaba cuando sus desertores “violaban a una adolescente”. De resto, este es el Che for export, la historia oficial contada por un cineasta que filma con cámara de fan enamorado a un personaje que, de tan idealizado, resulta de cartón y se hace imposible relacionarse con él, ni para amarlo por sus acciones o para repudiarlo por ellas; la sensación que te invade es que estás viendo un folletín.
Incluso en el Forward que nos muestra la visita del Che a New York en 1964, Soderbergh, bien pudo haber establecido un paralelismo entre el Che guerrillero de la primera parte y el Che político que comparece ante la ONU; pero no es así: Las secuencias son las que son, las que salieron en televisión, sin agregar nada, sin atreverse a especular sobre lo que pudo pasar tras bastidores. El Che, según Soderbergh, era un tipo inquebrantable en sus convicciones, un señor que no tenía, siquiera, una gotica de humor encima o se permitía alguna ironía. No me lo creo. Prefiero la idea de Klaus Meyer* para hacer una cinta del Che, la cual pueden consultar en este link: http://demalamadre.blogspot.com/2008/01/depelicula-en-el-congo-y-lo-loco.html
*Soy un idiota
Claro está que este que hace la cinta es Steven Soderbergh, no es uno de los mamarrachos de La Villa del Cine. Todo lo que les he descrito está magníficamente filmado. La fotografía se divide entres partes: Las secuencias de la lucha armada son de vivos colores, las de la entrevista con Lisa Howard son en blanco y negro y, las mejores, son las secuencias en la ONU en las que Soderbergh, perdón, quise decir Peter Andrews, utiliza un tono monocromático que imita la textura de las imágenes reales, esto aunado al trabajo de edición hace que tú no notes la diferencia entre las imágenes documentales y las que fueron filmadas para la película.
Alberto Iglesias hace una música que, en una historia como ésta, se agradece que no sea conductista o grandilocuente. Es decir, yo esperaba que los discursos del Che sobre la revolución estuvieran acompañados de trompetas de gloria, repito que se agradece la mesura de la composición de Iglesias. La dirección de Steven Soderbergh recuerda su trabajo en “Traffic” al utilizar de manera constante la cámara en mano propia del documental.
Mención aparte para las actuaciones. Catalina Sandino Moreno luce forzada y pobre en su rol. Lo mismo puede decirse de un inutilizado Rodrigo Santoro como Raúl Castro, casi nunca aparece y a veces parecía estar de relleno. Los demás se lucen: Edgar Ramírez acallará a sus críticos cuando lo vean en su breve papel, no se le nota forzado en el acento ni tan tieso como en sus anteriores roles. Demian Bichir compone a un estereotipado Fidel, pero su esfuerzo es notable. Benicio Del Toro, ¿hará falta decirlo?, está enorme en su interpretación; la voz, los gestos, la mirada, es una gran encarnación del Che. Pero si pudiera quedarme con alguien, me quedaría con Santiago Cabrera como Camilo Cienfuegos es el único de los papeles que exhala un poco de humanidad entre tanto personaje telenovelesco.
Finalizo especulando lo que pasará cuando traigan esta cinta a Venezuela. Ya me imagino a los “expertos” que hablan en Globovisión diciendo que la cinta es una apología del guerrillero y que el Che era un asesino sanguinario que bla, bla bla… También quiero ver a los militantes del PSUV haciéndose pipí cuando vean el momento en que el Che, en su discurso ante la ONU, haga referencia a las ejecuciones extrajudiciales que cometía la Digepol en la Venezuela de Betancourt. Casi puedo escuchar al Presidente recomendando la cinta y preguntándole a Lorena Almarza que cuando piensan La Villa del Cine hacer una cinta sobre el Che; o mejor aún, preguntándole que cuando le van a dar un crédito a Soderbergh para que haga una movie como ya la está haciendo el compañero Danny Glover.
De resto, creo que más allá de causarle escozor a Martha Colomina esta cinta no impactará a nadie que tenga algo de cultura cinematográfica. A cualquiera que no sea un recalcitrante fan de Leopoldo Castillo o un seguidor de Alberto Nolia, esta película le resultará profundamente aburrida y simplona. Bastará ver si la segunda parte, titulada “Guerrilla” logra profundizar en los hechos o si a Steven Soderberg de verdad se le ocurrió tirarse cuatro horas de historia oficial y aséptica sobre un mito al cual, más allá de su demonización o glorificación, nadie quiere acercársele con una mirada un poco más imparcial y real de lo que fue y, más importante aún, de lo que se convirtió cuando el capitalismo que tanto combatió en vida lo transformó en un símbolo de la cultura POP.
5/10
John Manuel Silva.