La propuesta literaria de M.J.S. deja la puerta abierta para analizar su obra desde una perspectiva tan despiadada y desapasionada que genera una variedad de reinterpretaciones; esto en respuesta a las cualidades de su propia técnica para componer la narración, en donde las principales virtudes son la ambigüedad y la desinformación como consecuencia de un flujo obsceno de datos en bloques masivos y desordenados lanzados entre una metralla agobiante de opiniones y moralizaciones, que terminan de dibujar el esquema genérico del hombre hastiado y extraviado en una aldea global que se convierte de inmediato en un posmoderno valle de lágrimas.
De manera que es posible afirmar que la creación literaria conjunta de M.J.S. invierte las vías de intercambio polisémico actual, plagado de modismos semiológicos comunes, propios de la novísima creación literaria anclada en la libertad de composición de los últimos tiempos como una arista suplementaria de la estética emergente en la que se hallan imbuidos los nuevos relatos que recrean los diversos aspectos de nuestra sociedad, del mismo modo en que funda su esencia teórica en los paradigmas de los que han derivado las corrientes dispersas de arte conceptual. Asimismo, recupera la frescura lingüística de la literatura venezolana que en los sesenta marcó un rompimiento con el arcaísmo que predominaba en nuestras letras, esto aunado a la cosmogonía instantánea y pluralista del movimiento beatnik que en los cincuenta puso en circulación formas inusitadas de expresión para denunciar la degeneración del siglo. Por otra parte, esta prosa anarquista e irreverente en sumo grado hace caducar la poetización positiva de la literatura como matriz de posibles reinterpretaciones antropocéntricas y espirituales como vinculación accesoria a una necesidad de trascendencia constantemente connotada e intensifica el uso de expresiones radicales y auténticas para rejuvenecer la palabra escrita por medio de roces objetivos con la realidad y la cotidiana fantasía que produce y que por ese simple hecho es tan asequible y actual como para erigirse en vehículo de abstracciones verbales.
La ambientación de su obra es real, tanto en el desgarrador relato de una violación por parte de su perpetrador como en el canto de amor a una mujer que nunca existió; personajes a través de los cuales la autora se permite el uso de vocablos tan cotidianos que se vuelve altisonante y que, además, por su gran carga de sarcasmo concibe inmediatamente al escrito entero como grito incisivo que nos revela las alternativas de un insulto o una lágrima convertidos en materia dispuesta para moldear el retrato cruelmente certero de la realidad social que nos ha ocupado y, cómo ya se ha mencionado, este argumento central resulta perfectamente plausible para ser considerado entre los productos culturales encaminados a ser por sí mismos, un aparato analítico montado y ejecutado para explicar los sentimientos de una época que trascenderá a quienes vivimos en ella, a quienes estamos necesitados de una visión selectiva que nos haga concientes y partícipes de un estado social, afectivo, humano, económico, cultural y político que conocemos pero que comúnmente no somos capaces de ponderar y concretizar por nuestros propios y muy condicionados medios.
El código que M.J.S.. utiliza para darnos acceso a este plano superior de realidad y literalidad es la pobreza que por sí misma brota abstractamente de sus textos reclamando ser comprendida no como algo tan simple como no tener dinero, ser un maldito, un pobre yonqui, un proxeneta o una prostituta, sino por la dignidad de prosapia asumida mediante la expresión literaria. Visto de esta manera podemos volver a nuestros prejuicios, hijos de la moral enmohecida, para percatarnos de que estas ideas judeocristianas que muchas veces queremos hacer pasar por valores inmutables serán el caldo de cultivo para las comedias existencialistas de los años venideros que tendrán por encomiable misión desternillar de risa a todo aquel que quiera escapar de esta realidad tan dura sin despegar los pies de esta, nuestra Tierra.
Por otra parte, la utilización de un lenguaje siempre directo, suburbano, obsceno en ocasiones, o su mutuo interés por la marginalidad, por las historias de perdedores, con el sexo, el alcohol y las drogas como elemento constantes y estructuradores de la vida de los personajes, no sólo son rasgos definitorios de la autora de Mundo Inmundo, sino más bien de una importante porción de escritores de la literatura contemporánea.
Mundo Inmundo nos sumerje en la vida de personajes que buscan un amor que los salve, mientras tratan de superar el peso de un pasado que los abruma, rodeados de otros personajes cuyas vidas también transcurren a la deriva, en un mundo de excesos marcado por los altibajos propios de las borracheras, las resacas, el sexo terapéutico en un mundo complicado, siempre a medio camino entre el amor y el dolor, enmarcado en un escenario violento y caótico. Las narraciones fluyen por las calles de una ciudad que puede ser cualquiera: Caracas, Bogotá, Lima, Buenos Aires, Ciudad de México, Madrid, Barcelona… por sus barrios marginales, por sus discotecas, por sus pensiones más humildes, siempre con el mar sucio y deprimido de fondo
Mundo Inmundo es, en el fondo, un discurso sobre la soledad, un libro sobre los devastadores efectos del pasado y su recuerdo, en un grupo de personas cuya personalidad ha sido construida, en gran parte, por los medios de comunicación, dentro de una sociedad tan compleja y caótica como esta en la que nos ha tocado vivir. Y es también una historia fragmentada sobre la difícil búsqueda del afecto, sobre el sexo, tratado siempre con altas dosis de ironía, y con una clara amargura. Una verdadera muestra de lo que es la literatura trash en la actualidad.
M.J.S. ha construido un collage, una mezcla de géneros y estilos, basada en la fragmentación y el uso continuo de digresiones, en las que la voz del recuerdo toma el protagonismo del libro. Las tramas no lineales nos obligan, a veces, a volver atrás para completar la información. Los diferentes apartados de la obra, aparentemente independientes entre si, contribuyen a formar un todo común que da sentido al texto. Encontramos una gran variedad de géneros y estilos en los siete apartados que integran este libro, desde el relato corto, pasando por la narración tradicional, la novela epistolar en forma reducida, la poesía en prosa o prosa poética, la poesía confesional, la enumeración verbal, el pastiche…, en todos ellos queda clara la inteligencia de la autora, capaz de brindarnos contundentes reflexiones, impregnadas casi siempre de pesimismo, para hacernos navegar, a veces , por las difíciles aguas de la literatura sucia.
Ella consigue recrear una sensación de caos para reflejar su visión del mundo. Intenta, a duras penas, ser original, utilizando para ello las fórmulas más novedosas. Mundo Inmundo es, en definitiva, un libro diferente, sorprendente a veces, caótico e irregular en ocasiones, pero profundo e interesante en la mayor parte de su recorrido. Puede ser que algunos relatos sean catalogados como misóginos, pero, por esa misma razón, podrían ser andróginos, porque atacan al género humano sin distinción. Otros relatos son salvajes, retratan lugares comunes donde los personajes copulan con sus genitales apenas rozándose y gritan como animales, se miran como animales, sonríen como animales. No tienen nombre, y si lo tienen poco importa; sólo la espalda de él, su falo erecto, los senos y las nalgas de ella; las manos que arañan el vacío, los labios que se muerden para no compartir detalles, ni pasado ni futuro, sólo este “jodido presente”, como lo dice uno de los personajes. Los trazos son violentos, de matices apenas insinuados. Se presume que hay pies, manos, ojos, bocas, vaginas y penes. La autora atenta contra la tradición y pone a su sujeto (objeto) contra un fondo amarillo o gris, como la muerte o la insinuación de la vida. Los personajes intentan poseer al “otro” como un pedazo de carne o un perro servicial, como una complicada modalidad de masturbación. El cuerpo pide y se le otorga; el corazón, aquel enemigo de la carnalidad, es diseccionado con trazos quirúrgicos, como si de una cirugía se tratase.
Esta prosa refleja que en la realidad no hay nada evidente y su interpretación es como lanzarse al abismo o meter la cabeza en un cuarto oscuro, de aire viscoso. Algunas situaciones caen en el campo del surrealismo, como óleos soñados y escritos al amanecer, poseedores de una cualidad volátil, que encuentra su aliento mitológico en la manera en que su pluma, recién remojada en el rojo, ese rojo sangriento, da al cuerpo un carácter primario, de una desnudez a la vez honesta y aterradora. Como toda imagen surrealista, sus seres trascienden el espacio porque la carne en su estado primitivo.
Reconocemos la existencia de formas antropomorfas, que se miran en un espejo en el que no nos queremos ver: porque no podremos ver nada: un hombre morirá ahogado en su propia sangre, una enajenada saltará del último piso de un rascacielos; varios cuerpos se contorsionan en una habitación, o en un plafón suspendido en un infinito gris. La autora no busca no busca exaltar la belleza y supuesta perfección del cuerpo, sino mostrarlo como un organismo con necesidades, algunas de ellas patológicas.
Por eso escenifican una obra de hermosa brutalidad para el más atento de los espectadores. Junto a ellos, los animales atacan a sus presas, mientras la escritora trata de capturar el movimiento en su expresión más nítida y brutal. Como los pintores cubistas, los personajes revelan los músculos en todas las etapas del movimiento. El cuerpo es movimiento; la vida es continuidad; luego, en la muerte, hay pasividad.
Pueden leer algunos de los relatos de Mundo Inmundo en: www.mundosimaginarios.com
Allí también conseguirán información relacionada con la literatura trash y otros estilos literarios alternativos, música indie y arte no convencional.