Los señores detrás de las cortinas deben ir presos en Estados Unidos. Punto. Sin demagogia, sin justificación. Son ladrones de cuello blanco y listo. Una pandilla de rufianes. Una mafia asociada a la cúpula del estado, bajo el amparo del capitalismo genocida de la familia Bush.
En los últimos días, varias formas adquiere el capitalismo genocida de la familia Bush. Primero, es un capitalismo delincuencial blindado por el gobierno, donde los estafadores andan por la libre haciendo sus fechorías ante la vista gorda de los organismos reguladores, porque reciben tajadas y mordidas de los bandidos corporativos.
La recesión en curso evidencia la abierta complicidad de la administración republicana con el negocio de la especulación malsana, a cargo de compañías forajidas. Es una versión chic de la corrupción en el tercer mundo. De hecho, el lunes negro y la caída financiera de Wall Strett evoca y repite el esquema anunciado y anticipado por Venezuela durante la así llamada crisis bancaria de 1994, cuyos promotores y gestores siguen operando con total impunidad, gracias al concurso de la cuarta y de la quinta república.
Economistas hipócritas como Teodoro Pettkoff y Maza Zavala cooperaron con su silencio a fin de evitar cualquier proceso sumario contra los padrinos de la junta directiva del caso Latino. De igual modo, ocurre con la revolución bonita, censurada y domesticada por el poder criollo de los prestamistas. No se les olvide, la caja chica del erario público le pertenece a nuestros ricos bobos, quienes la saquean y la administran a placer. Los nombres son conocidos por todos. Ellos son los verdaderos dueños del país. Los demás son sus marionetas, desde Miraflores hasta la esfera mediática. Admírenlos y disfrútenlos en las glorificadoras páginas de sociales de la gran prensa nacional, mientras el combativo Colegio Nacional de periodistas no dice ni pío. Al final, ellos también tienen rabo de paja.
Ahora el círculo de la depravación neoliberal se cierra entre Washington y Nueva York, a la luz del hundimiento de los bonos tóxicos hipotecarios, fase superior del crack de la bolsa de 1987 por culpa de los bonos basura del infame Michael Milken, en pleno auge de la cultura conservadora yuppie auspiciada por Reagan, cuando los mercados clamaban y exigían mayores desregulaciones al calor de los sofismas y las truculencias teóricas de la escuela de Chicago. Las mismas ideas y los mismos conceptos fabricados por Milton Friedman a la hora de aplicar la doctrina de Shock en los años oscuros de Pinochet al mando de Chile. Hoy, aquellas fantasías dan risa, pena ajena y tristeza.
Pero hace una década era diferente. Yo ,por ejemplo, cuando empecé a estudiar economía en La Central, fui adoctrinado y programado por los voceros y apóstoles locales de Milton Friedman. Me refiero a gente irresponsable y mentirosa como el profesor Vivancos, como el “maestro” Emeterio Gómez o como los chicos del IESA, profundamente interesados en lavarnos el cerebro con el jabón de moda importado de occidente.Me gustaría verlos ahora tragándose sus palabras o intentando justificar lo injustificable. Por lo pronto, mis profesores, aprovecho para llamarlos al botón y para invitarlos a reflexionar en torno a sus desfasados y equivocados planes de estudio. En cierta forma, ustedes contribuyeron a propagar y a promocionar el credo de quienes provocaron la reciente debacle de Wall Street.
A un mes del desastre, el panorama no puede ser menos alentador. A los autores intelectuales del escándalo, se les premió con respaldo incondicional de la reserva federal, al regalarles un auxilio financiero equivalente a un botín de guerra, sin garantías de reembolso de ningún tipo. Es como volver a repotenciar a un jugador empedernido, después de haberse ido a la quiebra en un Casino de las Vegas. Un absoluto e increíble bochorno. El mensaje es claro: el estado socializa las pérdidas económicas del capitalismo y defiende a capa y espada a sus acreedores, por encima de los ahorristas y por encima de los ciudadanos. Al atracador de buen gusto se le absuelven sus pecados, con el dinero de los contribuyentes de a pie. Vaya autoindulgencia, la de los timadores de la Casa Blanca y el FED, ratas de una misma madriguera.
Por eso, la imagen de la bandera protegiendo la fachada de Wall Strett, parece el único escudo para impedir la toma de la bastilla y la quema de la institución. Por los momentos, la implosión social está contenida a fuerza de represión mediática, militar, escolar e intelectual. Sin embargo, mañana puede ser otro día y otro cantar. A lo mejor, más temprano que tarde, alguien decide estallar a la bolsa por los aires. No sería una posibilidad descabellada, considerando el grado de frustración, de descontento y de ira ante la ostentosa arbitrariedad de los señores de las sombras.
Enjundiosa explicación de esos arcanos económicos, tapados aposta por sus responsables y aun por los símbolos, que se han convertido en cosas terribles, en cortinas y salvoconductos de delincuentes elegantes. Hoy más que nunca se desnaturaliza a la justicia, haciéndola esclava del comerciante y del apostador de bolsa.
Tistemente cierto lo de los dueños de Venezuela, usureros y especuladores lo bastante hábiles para capturar todos los fondos que libera el Estado.
Es lógico que entre ellos se encuentren los mecenas de todo ese supuesto arte que tanto has criticado por este medio. Una sociedad de inmorales ha producido un arte mediocre, y a lo mejor ni eso. La revolución no ha empezado aún.
Saludos
Excelente comentario, compa. Ya era hora de que el Nuevo Riquismo Yuppie Reagansoso se callara la jeta y se acomplejara un poco.
La mala noticia, es que uno creería que la debacle los hará escarmentar. No creo que sea el caso. Aquí, como bien señalas, no va a pasar nada. Nadie va a ir preso, la economía volverá a coger rumbo poco a poco; y los especuladores seguirán inventando cómo hacer dinero de la nada.
Luego, va a pegar el buen coñazo. Esta no es, pero con la que viene, ahí sí que se viene esta verga abajo. No que me alegre de que pronto terminaremos viviendo crisis petroleras, de hambruna y escasez de agua, de apagones y desabastecimiento, a nivel mundial con un desastre económico como aderezo. Pero coño, no me digan que no nos lo hemos buscado… Ya vendrá. Hoy por hoy, la gente en Nueva York cree que está en la quiebra porque no puede ir al restaurante de cien dólares el sishi roll. Se van a estrellar…
Muchas gracias a los dos por el feed back. Acertados comentarios para seguir reflexionando. Saludos!!!!!!!