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Breve Apreciación del cuento “Macario” de Juan Rulfo

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Único libro de cuentos publicado el mitologico narrador méxica Juan Rulfo
Único libro de cuentos publicado el mitologico narrador méxica Juan Rulfo

Un niño retozando al lado una alcantarilla es un tema extraño para una narración — ¿acaso será ese el verdadero tema?—. Debo ser sincero, el cuento no me parece que esté bien logrado (aunque el lenguaje sea característico de todas las narraciones de Rulfo, cosa que conforma su estilo, existen puntos de debilidad temática, donde el autor intenta crear tópicos de distracción para complicar la interpretación, retrazarla o hacer amplio el orden temático del cuento, pero quizás por la falta de práctica en los avatares íntimos de la humanidad, cae en disonantes perdidas de tensión, a lo que Juan Bosch acusa como mala utilización de la tecnhé narrativa). No creo que se haya cuajado en toda su magnitud —tal vez era la intención—. Creo que para los temas íntimos, los conflictos internos y humanos, Juan Rulfo no tiene mucho que ofrecer — ¿era eso lo que nos quería ofrecer Rulfo?—, muy por el contrario en sus cuentos de revolución si se alcanza al máximo la intención comunicativa de su prosa.

Un niño con una vara frente a la alcantarilla — ¿Verdaderamente quiere golpear ranas o sapos? ¿Quiénes hacen ruido y no dejan dormir? ¿Quién lo mandó a matar sapos?—, recordando toscamente las facetas de su vida, las manos amarradas en la iglesia (el concepto de la dominación alienante religiosa) y la infinita hambruna (la tía es la que da los pesos para comprar la comida, la tía reparte puños de comida para él y para Felipa —Felipa es la que hace la comida ¿será Felipa la representación del pueblo oprimido?¿será Felipa el propio México que es condenado a trabajarle a un imperio?—, y Felipa, para saciar el hambre del inocente Macario se queda sin comer —Ella le da a tomar su leche ¿el fruto de su suelo o qué?—. “Ella conoce su hambre”) — ¿será hambre física, intestinal?—, que se podría traducir en una gruesa metáfora de la inocencia mongolica de un pueblo que se duerme y sumerge en la dominación, después de la caída de una revolución zapatista infructuosa y cuasi olvidada. Un niño cabizbajo, timorato, que recuerda los apedreamientos y rechazos. ¿Que refleja para nosotros esa imagen cohibida de un niño que posiblemente se pudo llamar Macario? (ya que el nombre está en el título).

Personalmente creo que este cuento no se escapa a las intenciones beligerantes de Juan Rulfo en toda su obra narrativa (hasta ese niño sentado en la alcantarilla es un posible libertario de la golpeada México de Rulfo). Macario es la maximización de una desidia colectiva. Representa una parte del pueblo que él —Rulfo— prefería ver apedreada antes que rendida. Una parte extensa de su pueblo que reflexiona en si misma —¿no es acaso el rememorar que hace Macario una simple enumeración de razones para levantarse y dejar de cazar ranas o sapos (¿Esas ranas o sapos no serán realmente la autodestrucción de su pueblo?)?—, que llama a la autodefinición, que le relega al suspenso la ardua tarea producir después del punto final un hastío particular en el lector, ese mismo sentir que nos deja la derrota sicológica impuesta a una sociedad. Es Rulfo en este caso un yugo, crítico zigzagueante, que eriza los miedos de un niño especial, un niño imbuido en inocente ignorancia de la crueldad humana. El corazón del texto, su punto de tensión, es sin duda alguna, la injusticia e ingenuidad con la que es tratado el niño y con la cual él entiende la sociedad.

Macario, para finalizar —si es que se puede terminar o concluir sin responder ninguna de las preguntas antes mencionadas (o si es que en realidad se comenzó algo)— es un cuento —como en las grandes obras de la humanidad— que condensa tras una forma gentil, desfigurada y poco trabajada en lo respectivo a la técnica narrativa, una idea diáfana, súbitamente pura y revisionista (por algo está enmarcado en su libro “El llano en llamas”), que despuntan como todas las obras de Juan Rulfo un solo propósito — si es que un autor puede tener un solo propósito (Prust tuvo una sola obra, pero no un solo propósito, en este caso, Juan Rulfo tuvo una novela y un libro de cuentos ¿Cuántos propósitos tuvo?)—, mostrarle al mundo el vuelco correcto, romper la inacción del lector, degustar con lugares comunes y una prosa compacta el constante cambio, demostrarle a México que si tiene historia, mostrarle al mundo que en la sencillez, en lo común están los ejemplos más crudos del combate psicológico hombre versus hombre.

Si quieres leer el cuento: “Macario”. Ve a la página: http://es.geocities.com/cuentohispano_zip/texto/rulfo_macario.html

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