La Ciudad de Cristal

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Capítulo 6

M

Me encuentro sentada frente a una extraña niña -no era S- sin tener idea de como sabía mi dirección o desde cuanto tiempo me había observado mientras dormía, salté hacia atrás en la cama mientras ella sólo permanecía mirándome sin decir nada.

– ¿Quién eres tú?¿Qué haces en mi casa y en mi habitación?

– Soy M -fue lo único que me respondió.

A diferencia de S, M era pálida y tanto sus largos cabellos como su vestido eran de color negro, sus ojos eran de color dorado en ves de plateados pero su rostro y su cuerpo eran muy similares a los de S, así que me atreví a preguntarle:

– ¿Conoces a S?

– S es mi hermana, pero es muy mala… ¿esto es tuyo?

Ella colocó sobre mi cama la bolsa de gotas rojas, me empecé a preguntar si esas visiones de aquella ciudad de cristal realmente eran ciertas o un producto de mi imaginación.

– ¿Cómo las conseguiste?

– Vi como ella te las robaba, le encantan estos dulces.

– ¿Dulces? -pregunté confundida.

– ¿No las has probado? Son deliciosas.

– Pero S dijo…

– ¿Que te destruirían y te debias deshacer de ellas? Siempre dice eso para robarlas.

– También mencionó una caja musical.

– ¿Sabes donde esta mi caja musical? La perdí hace unos días -la mirada de M se notó mas brillante y alegre.

– ¿De casualidad es un carrusel amarillo y blanco? -le contesté.

– ¡Sí!, nunca le gustó mi caja musical, supongo que S me la robó.

– ¿La quieres de regreso? Puedo buscartela ahora.

– Si tú la tienes puedes conservarla, me alegra saber que está en buenas manos.

– Está bien, pero aún no me respondes ¿cómo llegaste hasta acá?.

– Tú me diste la llave…¿quieres probar un dulce?

La miré un poco de forma desconfiada, no había recordado darle mi llave a ninguna niña -de hecho no recuerdo haberlo hecho ni siquiera con Miguel o con alguno de los muchachos antes- y tomé con cierto temor una de las gotas rojas, M sonrió y me dijo que no me preocupara por nada, comí el dulce con recelo y al instante me sentí mareada, perdí la consciencia y sentí en medio de ese remolino en mi mente el sabor de una gota roja: era dulce como una fresa, pero había otro sabor que era sumamente estimulante, placentero y adictivo. Era un sabor desconocido que me atrapó en ese instante y borró de mi mente aquel viaje a la ciudad de cristal y la imagen tanto de S como de M.

Esa noche recordé a cada persona que me hizo daño a lo largo de mi vida, mi hermana fue la figura principal: siempre presumiendo y menospreciándome, me inyectaba morfina mientras en vano yo intentaba detenerla,  rompía las cosas de la casa y se golpeaba así misma sólo para hacer que mis padres me vieran como la oveja negra de la familia, fue así en mi infancia y durante mi adolescencia hasta que se mudó a otra ciudad y no había sabido nada de ella. La odiaba, con cada célula microscópica de mi cuerpo, esa noche me di cuenta de ello; pero luego de probar la exquisita gota roja todas las imágenes de los recuerdos que tenía de ella desaparecieron y caí en un profundo sueño.

A la mañana siguiente, desperté un poco confundida y con dolor de cabeza, me levanto de la cama y me resbalo con un frasco vacío, cuando logro voltearme me encuentro con un frasco de morfina vacío y una aguja junto a la bolsa de gotas rojas.

Continúa Capítulo 7

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