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La Isla

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Prólogo

Hace meses vengo siguiendo el blog Hotel Oriental, llegué a él por casualidad, estaba revisando el blog Hampón de Fotogramas y encontré el link a ese blog. De entrada lo que me impresionó de aquel blog fue la obsesión de su autora por la cultura oriental, y obviamente por su cinematografía.

Nosotros vivimos inmersos en un etnocentrismo pasmoso. Las cintas asiáticas o africanas no llegan a nuestras carteleras, de hecho ni siquiera las cintas latinoamericanas o las gringas de producción independiente lo hacen. Las europeas llegan en festivales y si hay suerte se exhiben algunas en salas comerciales y de Oceanía pues solo sabemos de Sigur Ros y Bjork.

Desde hacía tiempo venía escuchando de los maestros del cine asiático: Kim Ki Duk, Takeshi Kitano, Wong Kar Wai, etc. Pero nunca había visto nada de ellos, solo las cintas de Zhang Yimou que habían sido tocadas por el señor Oscar en alguna categoría secundaria, me refiero a pelis como La casa de las dagas voladoras y Héroe, también había visto las cintas de Ang Lee.

Estos señores y otros más son la vanguardia del cine mundial pero aquí nadie se da por enterado, nadie habla de ellos, a nadie le importan. Mientras estos señores hacen un cine fuera de serie, inclasificable, imaginativo y demuestran con sus cintas que el cine no está muerto (como dicen algunos para dárselas de irreverentes) aquí seguimos creyendo que lo más innovador es Wanted o The Polar Express.

A título personal confieso que jamás me habían importado estos señores, pero luego de haber comentado My Blueberry Night de WKW (reseña que fue publicada en El Carabobeño, según el pana Titomon), pero sobre todo luego de pasearme y repasarme por el blog de Juniper Girl (la culpa es de ella), quise ver y comentar cine de Asia pero estaba el detallazo de que ese cine no llega, no se encuentra, no existe. En Venezuela solo existen Chihuahas en Bervely Hills o pequeños circuitos de distribución y exhibición que nadie conoce. Hace un par de semanas bajé a la UCV y me hice de unas cuantas cintas orientales que me dispongo a comentar a medida que las vaya viendo. Espero que los cuatro pelagatos que me lean puedan interesarse por el cine de allá y ampliar sus horizontes cinematográficos (y me perdonan lo elitista y pomposo del comentario). Comenzaré con un par de películas de Kim Ki Duk:

La Isla

Los primeros comentarios que escuché sobre Kim Ki Duk y sobre La Isla, coincidían en dos puntos: El silencio y la rudeza de las imágenes. Creo que en el primer punto tenían razón, pero tengo mis dudas sobre el segundo.

Lo primero que hay que destacar del cine de Kim Ki Duk (leer crítica sobre Hierro 3) es que se trata de un cine prácticamente mudo, totalmente antiliteral, un cine que no te subestima como espectador. No hay conclusiones vomitadas aquí, ni discurso literales o grandilocuentes; Duk centra su atención en personajes insignificantes, sumidos en un silencio absoluto, casi autistas. La cámara los sigue, nos muestra su rutina, sin que ocurra mayor cosa. Luego conocemos el elemento que detonará el cambio en el personaje, el carburante que provocará la explosión en lo sucesivo. Pero esta combustión no ocurre por golpes efectistas, tampoco luce truculenta ya que es una extensión de la naturaleza de los personajes. Para explicarlo mejor, la sinopsis de La Isla:

La Isla nos muestra a Hee-Jin (Jung Suh) una mujer silente que administra un lago lleno de plataformas flotantes y es prostituta en las noches (aunque a mi eso no me quedó totalmente claro). Un día, Hee-Jin debe alquilarle una plataforma a Jun-Shik (Yoosuk Kim), un ex-policía que ha asesinado a su mujer por serle infiel. Una noche en la que Hee-Jin está buceando por entre las plataformas ésta se percata de que Jun-Shik está intentando suicidarse, ella se lo impide y se inicia una extraña, extrañísima historia de ¿amor? entre ellos.

Hasta aquí tenemos lo que podría ser un drama romántico o algo parecido, pero lo interesante de la visión de Duk es que esta premisa le sirve para desarrollar una parsimoniosa metáfora sobre la soledad y la incomunicación. Lo mejor del cine de Kim Ki Duk es que sus solitarios personajes buscan en el amor el refugio ante un mundo que parece no entenderlos. Es decir, no hay juicios morales sobre las acciones de los protagonistas: ni sobre el intento de Jun-Shik por poseer violentamente a Hee-Jin, ni sobre el amor masoquista que Hee-Jin termina sintiendo por Jun-Shik, que se expresa en la secuencia más sobrecogedora del film; secuencia esta que supuestamente generó desmayos en el público del Festival de Venecia de 2000; Duk no juzga ni siquiera hechos como el asesinato y la muerte, solo los muestra y nos pone a seguir a los personajes cuando confrontan sentimientos como la culpa o el remordimiento, en este sentido encuentro un punto de encuentro con el cine de Carlos Reygadas.

Otro detalle es como el filme se mueve al borde de lo fantástico, y no solo lo digo por las escenas de buceo (Hee-Jin parece poder respirar bajo el agua), también lo digo por la imagen que cierra la cinta que te permite interpretar que a lo mejor lo que aconteció en la hora y media anterior pertenece al mundo de la fantasía.

En una cinta tan carente de diálogos es lógico que las actuaciones sean fundamentales. Si bien Yoosuk Kim está correcto en su rol, es Jung Suh quien se lleva las palmas, con una esmerada actuación que logra expresar contundentemente los sentimientos de atracción, rechazo, amor, odio, celos, pasión, sumisión, de su personaje.

Sin embargo, no todo es bueno, creo que si bien se agradece la parsimonia y el ritmo cálido y cauteloso de la cinta, ay escenas innecesariamente lentas que terminan por restarle fuerza a la historia de la cinta. Otra cosa es que me hice expectativas exageradas sobre la supuesta crudeza del film y si bien es cierto que las escenas son duras, tampoco es que son explícitas y aterradoras, quizás lo más duro sea el contexto de estas escenas y no lo que muestran las imágenes, ya que por ejemplo en una película de Tarantino hay mucha más violencia explícita que aquí.

8.5/10

El Nerd Iconoclasta

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