Que bueno sería que uno pudiera llamarse nadie. Que no le importara no ser reseñado en la crónicas llamadas de estilo y aun así seguir creyendo en la benevolencia del ser. Que tuviera a bien solo contar con sus recursos humanos y tener seguridad e independencia frente a las cruzadas de la frivolidad. No temerle al anonimato y creer mas en su humildad que en la soberbia y altanería que promueve una precaria nota de prensa.
Si esto pasara no habría clase media y Gloria y Augusto Márquez, perderían el sentido de sus vidas. Ella relacionista publica y él periodista de farándula, este dúo, esta compañía, esta compleja sociedad, difícil de imaginar y complejo de mantener, constituye la dupla que Armando Coll crea para contar su ultima novela Close up. Alfaguara 2008.
Las vacaciones de este diciembre fueron humana y familiarmente muy gratificantes, pero eso es asunto que nadie interesa, solo a mi, sin embargo me proveyeron de voluntad para leer. Así fui a caer en las manos o garras de la novela de Coll, no lo resiento, al contrario lo celebro. Este trabajo es otra expresión sobre la forma como nuestros intelectuales se sensibilizan con nuestro mundo social y político y frente a esta decisión nada pueden los indiferentes, que a su pesar, lo tienen como escenario que no pueden soslayar. Muy en contra de la postración, llorona, brusquedad y tremendismo con que la prensa y los medios del país denigran sobre nuestra vida social-política vigente Coll enfrenta ese dramatismo ramplón para hacer con los esperpentos que la constituyen, literatura, buena narrativa. No se deja abatir por la insidia de los titulares, fotografías, caricaturas y crónicas lagrimosas sino que combate y crea personajes que están allí para lograr espacios y criticar desde un lado social y político, que sin decirlo, enjuicia; sin llorar, delata. Salud, se puede descubrir vida en el rencor y la ignominia mediática.
Mientras que algunos en su desespero no encuentran sino el recurso del abatimiento y la dolorosa crónica como expresión, Armando Coll escribe. Su novela sin duda tiene que ver con la forma como cierta desamparada clase social evita el tema de la realidad y la evade refugiándose en lugares adonde la noche de los privilegiados tiene asiento. Su narración se abre desde los espacios de un lugar de “siempre” que reinauguran, Le Club, pieza del esparcimiento que fue construida con el imaginario de los chismes de la farándula y aloja a los duendes del ocio y vaguedad. Allí inicia su disección de ese sub mundo, cuando alguien en el ambiente del besamanos, saluda tendida y efusivamente a Gloria. Al despedirse de ella, el periodista le pregunta ¿Quién es él? . Responde que no sabe: N-p-i-…. Propio intento de quienes quieren figurar que estos lugares de moda y saludan a los periodistas queriendo ser objeto de alguna línea de la crónica que elimine su anonimato. El juego del “Verse y dejarse ver”. Vanidad es el slogan de este no lugar, caraqueño.
Armando Coll trabaja ese espacio de la comunidad y ahí, escarba. Analiza y describe: los cuidados músculos de la gente, sus liposucciones, botox o su look u otros productos que brinda el “fitnes” para darle apoyo a quienes sufren la angustia del anonimato o por que escasean sus “levantes”. Tal como dice en la Pág. 53 “ La envidia, ese terrible padecimiento de las muchachas pasadas de kilos y atacadas por el acné”. Esa es parte de la materia prima de su cuento. Pero se ocupa y muestra una parte del problema social de esta eternamente dividida Republica.
Evita lo que otros, que se dedican a desfigurar los nuevos modos de la antropología en proceso de creación. Una de sus manifestaciones, los quejosos, que se dedican de forma bastante ingrata a exaltar hasta el paroxismo y el lloro su visión negativa de la vigente realidad política del país. Plañideras tan corrientes que llegan hasta los editoriales de la falazmente denominada “gran prensa nacional”. El autor de la novela obvia este esqueleto de la amargura, por improductiva y como literato sigue dando fe de la buena potencial y salud de nuestros productos del intelecto.
Coll hizo una magnifica escogencia con el nombre de su obra, Close Up según la “Real”, como algunos bárbaros la llaman, dice: es un tiro de cámara que solo escoge detalles dejando de incluir la escena en su totalidad.
La novela relata con sinceridad y en tono amable y sencillo aspectos de la vida de la una parte de la clase media caraqueña. La clase que retrata el novelista es una incandescencia que se derrite como obra fallida, que no logra ni siquiera responder por las pocas esperanzas que ella misma se inventa. Es materia que se derrite entre la molicie, la facilidad, la maledicencia y la farándula. Clase que tiene “la disco” por hábitat y sospechamos es invento de los medios y sus productos de promoción de la fruslería para vender o licores o abalorios o ropa que esta clase media difícilmente se puede pagar.
El autor describe y convive con una sub clase social en la que los sueños y trampas de sus personajes para supervivir, inequívocamente es camino que los va llevar al desencanto y la frustración.
Entre novelistas que han descrito temas similares de esta “clase” y le han descubierto “la magia de la felicidad”, o el descaro del despilfarro o el ensueño de la fascinación por lo bello y la abundancia del dinero, hacen que sus personajes disfruten y se solasen en la dolce vitta. Nada de eso le sucede a los personajes que presenta Armando Coll, a estos se les nota como apocados y quiméricos de una bonanza que parece nunca los ha de saludar. Los escoge y presenta con poca gracia y mucha mala leche.
La obra está realizada en prosa sencilla, limpia y con mucho oficio lo cual delata sus antecedentes como cronista, no se eleva en demasía y narra con precisión y lenguaje que me conmueve y anima a seguir buscando mas “chismes” de esa Caracas que apenas adivino existe. No puede decir: veo luego existen, sería absurdo, me dejo llevar por el relato sigo el cauce de las notas de Coll, ellas me permitan intuir un espacio y lugares de “otro mundo” cuya socialización y códigos conozco, pero no comparto.
El cuento existe en la novela de Armando, hay historia y existen personajes que la conforman y le dan estructura e imponen motivos para dar validez a la narrativa. La personaje central Gloria, es una colcha de retazos de muchos seres, que pertenecen a una profesión, que si es explotada y cuyos favores como intermediadora deben ser pagados, ella y sus clientes viven para chantajearse entre ellos en un juego diabólico.
Ellos deseosos de seguir aparentando vivir en paz, a base de resolver, por los medios que sean, su precario, endeble e ilegal condición y ella guardando sus secretos por mas sucios que estos sean para poder seguir recibiendo las ventajas de estar cerca de estos “bellos pero inútiles” seres de utilería que adornan esos lugares de la vida y la noche del “dolce far niente” de Caracas.
Pero los personajes de su novela sufren el ratón y guayabo de sus noches de comilonas y bebidas y van terminar Pág.77 Pág. en que: “No nos queda mas remedio, en este fin de fiesta, que reconocer el lugar exacto de nuestro rencor” o el espacio del vencido orgullo propio de seres que no tienen sino que prestar o alquilar su vida para que otros vivan; tienen que reconocer que viven en burbujas celestes y toman vinos caros sin saber que cárajo engullen, Pág. 91. Se emborrachan, (nada malo por cierto) pero al final son menos que antes.
Me agrada que trate de presentar, Pág. 142, para aquellos no lo saben, ciertos lugares clásicos de la ciudad y escoja entre otros para hacer vivir la memoria del Restaurante Le Coq D´Or y reconozca aun sin proponérselo el papel que tuvieron en esa época ese trío de respetables restauradores, Antonio Martínez, Bartolome Pol, el chef Eugenio y el barman Alfredo, que con tesón construyeron un lugar adonde había respeto por el buen comer y se trataba con rigor y cuidado los fogones y a los clientes. Me refiero al período de Ave. Solano y luego de Sabana Grande (Ave. Los Mangos), por que al trasladarlo y empotrarlo en Las Mercedes no han logrado sino atraer a su barra a yuppies o banqueros con deudas insalvables con la justicia, para que entre todos degüellen el buen comer y conviertan el lugar en un clásico, escandaloso e insoportable bebedero. Triste, muy triste final. A pesar del desastre mi paladar aún celebra sus “sesos en mantequilla negra”.
Entiendo la novela como una fábula sensible, la hubiera preferido mas “literaria” y menos periodística, sobre la terrible, desbocada, persecución del éxito de la clase media y la terrible manera como su búsqueda resulta es una solemne colapso, por su incompetencia para entender para donde se ha movido el rumbo del país.
Los personajes son victimas de un mundo que no controlan: no son ni ricos, ni heredados, ni oligarcas, sencillamente son seres descuidados e ignorantes de su condición; incapaces de reconocer su terrible capacidad para cultivar la indiferencia, ¿o indolencia?, son solo individuos que buscan la manera de aplastar las cosas y las vidas de quienes los rodean y luego se intentan refugiar al lado de los poderosos o en sus diferidas neurosis. Pág. 175 “ Beben y beben con sus amigotes. Desatienden a sus damas y terminan destruyendo y salen perdiendo. Siempre pierden”.
Les pasa lo que a Gatsby: “… retroceden. Mañana correrán mas rápido y estiraran mas sus brazos, así seguirán luchando como barcos contra la corriente, eso si, atraídos incesantemente hacia el pasado”. Ellos como clase son magníficos estrategas para planificar el pasado pasado.
Son solo piezas que viven del sentimentalismo y la nostalgia sin entender que esta Venezuela cambió, esto ya es otra cosa, no sigan soñando ni mirando para atrás por que van a quedar petrificados como la mujer de Lot.
Sean dignos, eviten la tragedia, parecería ser la conseja que nos hace Armando Coll. Finalmente recomiendo la lectura de este autor que seguro no va a ser reseñado por las paginas culturales, ese otro club de selectos escogidos manejados por paquidermos de la política, centrada en la mediatica y ajenos a las masas, ….. ojala me equivoque.