panfletonegro

El Pasajero de Truman llega hasta la enmienda

/home/depr002/panfletonegro.com/v/wp-content/themes/panfleto2019/images/random/depr_37.jpg

No en vano el Dr. Escalante se llamaba Diógenes. Quien por razones diferentes al filósofo de Laercio tuvo por suerte o desgracia que vivir fuera de su país. La contradicción entre ambos personajes es notable, mientras el filosofo era insolente e implacable, nuestro Diógenes era “diplomático” ósea acomodado a la cultura de los salones adonde la zalamería, la genuflexión y los “buenos” pero cínicos modales, tienen obligado territorio.

El filósofo comía hasta basura y el nuestro, prefería las lentejas del amo que lo manejaba. En su soliloquio, a lo mejor, repitió aquello, de que si ellos lo condenaron a vivir fuera de Venezuela él los condenó a vivir en ella.

Estamos hablando del personaje Diógenes Escalante y vamos a comentar impresiones del libro que Francisco Suniaga le dedica: El pasajero de Truman, editado por Mondadori, 2008.

Debo reconocer que la tranquilidad de los días de diciembre dieron viento para impulsar mis ánimos de lectura; amén de la gloriosa asistencia de uno que otro trago de tinto, que atizaron felizmente mi inclinación y favorecieron el interés por el libro. Nada de lo cual hubiera sido posible de no haberse contado con la inteligente armazón literaria creado por el escritor. Suniaga narra y logra algo que me anima: oír un buen cuento; sobre todo, si este tiene que ver con la historia contemporánea del país y de paso se le presenta, como en este caso, con un estilo narrativo, de lenguaje directo, preciso y amable. Es una literatura que por ordenada y limpia anima a ligarse al texto, a no querer dejarlo. Circunstancia que crea esa deseable magia y complicidad que sucede, entre los momentos que temporalmente dejamos el libro y el reinicio de la lectura. Interregno donde sin quererlo volvamos pensar en lo leído o iniciar lucubraciones sobre el destino de la trama que nos subyuga. Qué, de paso la tiene, como otro atractivo.

El texto recoge una serie de entrevistas entre el periodista Ramón Velandia, ex ministro, ex senador y ex Presidente de la Republica y Humberto Ordoñez, quién fue asistente de Diógenes Escalante hace sesenta años. Ambos se conocieron pero nunca habían vuelto a hablar, ahora, deseando aclarar circunstancias sobre el hecho histórico, convienen volverse a reunir. Los ciclos no cerrados en la memoria los obliga a retomar sus cuitas. La razón es discutir las causas reales que produjeron el episodio de locura que dio al traste con la vida política de Escalante. ¿Cómo fue su existencia después que los médicos detectaron en Caracas en 1945 su insondable estado psíquico y tuvo que regresar penosamente a Washington?.

Sin duda que la obra cobra interés por que, entre diversos aportes, es evidente como intento por acercarnos a entender aspectos de eso que llamamos la moldura de la idiosincrasia del venezolano. Sobre todo cuando de conductas políticas se trata. En nuestra historia muchos han sido los intentos recurrentes por “discutir” el problema, e incontables las erróneas tesis producidas. Pensadores lo han abordado en ángulos diferentes, desde la política (Vallenilla Lanz) la filosofía (Mario Briceño Irygorren, Mariano Picón Salas) la historia (Gil Fortoul, Zumeta) la literatura (Rómulo Gallegos, Arturo Uslar Pietri). Todos se la han visto duras al escoger los rasgos distintivos del carácter y la identidad nacional, que Suniaga califica, describe como: malediciente, envidioso y por manía conspirador. Ninguno alcanza al nivel de Octavio Paz de atreverse a marcar uno, la soledad cómo signo sobresaliente en el carácter del mexicano. Quizás, quién llegó a mas fue Francisco Herrera Luque (Los Viajeros de Indias (1961) La Huella Perenne (1969) al destacar que nuestras falencias, son provenientes de la herencia maldita de los viajeros de indias, españoles ex presidiarios y malviviente que durante la colonia realizaron cruces y produjeron prole en indias o negras, además de dejarnos indeseables taras sociales. En parte de allí se originan aspectos tanto positivos como negativos de nuestro imaginativo mestizaje étnico.

Aceptado por ser factor que moldea nuestra pertenencia a la cultura occidental. Herencia que se enmascara en la expresión inconsciente de algunos excesos de la sociedad criolla, allí se gestan zonas oscuras, visibles luego en la practica política del venezolano. Pueden tenerse como causa de la maledicencia, la envidia, el sectarismo con grandes dosis de racismo que produce los hábitos que, entre otras “rarezas”, dan forma a nuestros sobresalientes “escaladores sociales” y golpistas de oficio. Equilibristas de la insensatez y plaga con la más extrema falta de juicio. Temas escamoteados en los discursos correctos sobre el país. ¿Llegarán a ser estos, elementos distintivos del perfil del criollo venezolano? (Pág. 195). Difícil que halla consenso sobre este tema, sin duda, algo de lo que menos comprendió y que más afectó la vida del personaje que fue Diógenes Escalante.

Pero conozcamos un poco al protagonista. Su memoria, “es engañosa y está llena de huecos por donde se escapa la verdad” (Pág. 24) aún así, se inicia con el primer contacto con Caracas y sus visitas a la pensión de Teodosia Vivas, andina como él, que vive en la Pastora (Pág. 32) adonde Escalante, va a sosegar nostalgias tomando “pisca andina”. Muy joven sale de Venezuela e inicia su carrera en la diplomacia. Su figura, modales y destacado porte con un metro noventa de estatura, lo hacen aparecer bien diferente a sus coterráneos y a los jóvenes de Caracas. Característica de “handsome” que lo disponen como aventajado y disparan sus competencias para actuar en diplomacia. Es tempranamente nombrado, 1905, Cónsul en Liverpool, Inglaterra. Ese será su karma de allí en adelante. Hacer vida fuera del país, circunstancia que lo aleja del mundo de las intrigas propias de la sociedad venezolana. Embajadas adonde logra la tranquilidad y la paz artificial de quien vive fuera pero necesita la nutricia energía de esa droga criolla que es el chisme y la eterna conspiración de quienes están fuera de los anillos del poder. A lo largo de su vida padecerá la fuerza de la envidia de sus paisanos, ellos a través del tiempo le han cobrar con voracidad su éxito en el servicio exterior.

La vida de Escalante está signada desde siempre por el fantasma del poder. En este camino reconoce que nuestros grandes intelectuales Vallenilla Lanz, Zumeta, Parra Pérez, Gil Fortoul, todos nombres ilustrados del gomecismo podían tener influencia mas no poder, por tanto carecen de la divisa que hace la diferencia (Pág. 55), en esta búsqueda sufrió tres reveses. En 1931 Juan Vicente Gómez lo manda a traer con la intención de nombrarlo Presidente de la Republica, desde adentro se confabularon contra él, acusándolo de ser un extranjero en Venezuela y tener poco conocimiento del país, en su lugar sale favorecido Juan Bautista Pérez. Luego le sucede lo mismo en 1941 cuando compite y pierde a través de un proceso elecciones indirectas la posición con Isaías Medina Angarita. La maledicencia le vuelva a cobrar su estadía como expatriado.

Finalmente ya el drama deviene en tragedia y en 1945, por tercera vez, no solo deja de alcanzar la nominación como Presidente, sino que, debido a múltiples causas, su aparato síquico se descompone de forma tal que pierde absolutamente la razón. Es declarado en entredicho y no podrá lograr lo que tanto anhelo. Se produce la dramática situación adonde declara desde el Hotel Ávila de Caracas que no puede asistir a la cita con el Presidente Medina, adonde se produciría su nombramiento, por que: “alguien la había robado sus camisas”, triste fin para una vida dedicaba a capturar la silla presidencial.

Su demonio preferido –el poder- por fin lo abandona: “que estaba allí, vivo, resentido, inconforme, megalómano, esperando una oportunidad” (Pág. 114) mismo que en este encuentro de 1945 por fin lo dejó a su suerte. Descanse en paz.

La novela acude a recursos para discurrir sobre pasajes de la vida de Escalante cuya orientación parece motivada para demostrar algunas tesis políticamente muy sesgadas. A través de pequeños contrabandos trata de apuntarle, no a la construcción del personaje y su realidad, sino a hacer proselitismo contra el poder político vigente en Venezuela. Adonde por ejemplo, reitera, subrepticiamente e insinúa de soslayo, posiciones relacionadas con la campaña actual sobre la enmienda. Derecho tiene de hacerlo su militancia así habrá de exigírselo. Valido en su fin, pero engañoso como recurso literario.

Allí copia formas directas, con lenguaje y argumentaciones propias de los cronistas que diariamente gritan su contrariedad contra Chávez en cualquiera de los cuarenta periódicos o canales que la oposición controla en el país. No se puede desconocer que en política cualquier hueco es trinchera, pero disfrazarlo y tratar de pasarlo como mercancía buena, cuando está averiada, le quita veracidad al relato y calidad al acto narrativo, además de que ese “gato por liebre” es muy partidista, muy grueso, poco adecuado e incompatible con los otros señales literarias, muy bien logradas por cierto, que la novela posee.

Glorifica a Escalante por sus ideas cercanas al: “conservadurismo democrático” y defiende el rol de nuestra pequeña burguesía criolla y engrandece el papel de los industriales de Venezuela en la construcción de país (Págs.119 a 121). Hace critica al populismo, “un juicio al populismo en este país sigue pendiente”, infatigablemente defiende a Eugenio Mendoza (“nuestra viabilidad dependerá de cuantos empresarios tipo E.M. puedan surgir en el corto plazo”. Pág.118) como “paladín de las industrias” y por supuesto muy para el gusto del amigo de Escalante, Mr. Truman y nuestra derecha neoliberal; refuerza esta posición al criticar al marxismo por sus tesis sobre el tema de la propiedad privada. Para dibujar el porvenir expone betancurianamente: “necesitamos un Estado con una burocracia tecnificada” Pág. 119. El modelo (no sé, si de Suniaga, Escalante, o los adécos de la época, o de la delirante oposición actual) era: “poner los primeros bloque de una democracia que frene los desafueros de nuestros mandatarios militares” Pág.123. ¿Habla hoy del ayer?. ¿Discurre tal cual lo haría Carmona, sobre el hoy …. Bajo la mampara del pasado¿.

Sin embargo también en esto del apoyo u ocultamiento del uso de las categorías de las tesis marxista se contradice, puesto que en la Pág. 235, expresa, -hablando del período de la colonia venezolana-: “Nadie se detuvo a considerar, con paciencia y sensatez las divisiones sociales: los intereses opuestos de mantuanos monárquicos y republicanos”, esto es tema clásico de la teoría marxista, pues de lo que habla el personaje no es otra cosa que: Lucha de clases. Ocúltelo como pretenda, llámelo como lo desee, en el fondo es lo mismo: contradicciones de clase no resueltas. En síntesis principios populares de la literatura socialista.

En su afán por favorecer una visión partidista del protagonista lo hace confesar que: “la política es magia” ; “la popularidad de AD a veces no resulta lógica” Pág. 133 y acude a exponer los encantamientos y hechizos que usaba Betancourt para ganar popularidad y respaldo; en esa parábola de AD explica además como el partido blanco inició su agonía en 1970 (al montar Betancourt, una trampa para imponer la candidatura presidencial de Gonzalo Barrios contra aquello que la masa adéca mayoritariamente pedía, la postulación de Luis Beltrán Prieto Figueroa, su error inicia las fiebre y luego los estertores del partido que hoy es menos que carro chocado (Pág. 135).

Otro episodio que pone el autor en boca del personaje para ganancia de su posición partidista la tenemos cuando, en limite que encrespa la paciencia del lector al borde del enfado, escribe: “La alternabilidad en el poder no es un valor creado por los teóricos de la democracia, sino que debe a un invento de Dios para que los gobernantes se salven, para que puedan seguir siendo humanos” (Pág. 226). ¡!Por favor!!. Paradójicamente considero que el texto, debería ser lectura obligada para quienes desde ARS están preparando la propaganda contra la enmienda.

Pero aceptemos, ¿Cómo saber lo que Dios tiene por bueno o tolerable?. Imagino que será leyendo la Biblia o las sagradas escrituras, lo cual resulta una fuente, que a pesar de su importancia aparece en este caso como artificiosa.

Finalmente otra cita: Pág. 263: “Un buen político busca …… lograr equilibrio entre su concepción de lo ético y sus emociones” creo que eso mismo ha debido aplicarse a un buen escritor, que use pero no abuse de sus emociones y ventajas para dejar colar apreciaciones emotivas sobre temas para dispararle por mampuesto a la diatriba política actual, eso, reitero, es fraude.

A pesar de dar alertas al leyente sobre estos “escollos” no puedo dejar de reconocer y recomendar la lectura de esta novela de Suniaga. Celebro que la gente lea por que es la única forma de soñar, pero evitemos que nos quieran engañar, es injusto.

Salir de la versión móvil