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Oficialmente: ¡Judas!

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“Un momento después se oyó un espantoso chirrido, como de una monstruosa máquina sin engrasar, ruido que procedía de la gran telepantalla situada al fondo de la habitación. Era un ruido que le hacía rechinar a uno los dientes y que ponía los pelos de punta. Había empezado el Odio.

Como de costumbre, apareció en la pantalla el rostro de Emmanuel Goldstein, el Enemigo del Pueblo. Del público salieron aquí y allá fuertes silbidos. La mujeruca del pelo arenoso dio un chillido, mezcla de miedo y asco. Goldstein era el renegado que desde hacía mucho tiempo (nadie podía recordar cuánto) había sido una de las figuras principales del Partido, casi con la misma importancia que el Gran Hermano, y luego se había dedicado a actividades contrarrevolucionarias, había sido condenado a muerte y se había escapado misteriosamente, desapareciendo para siempre. Los programas de los Dos Minutos de Odio variaban cada día, pero en ninguno de ellos dejaba de ser Goldstein el protagonista. Era el traidor por excelencia, el que antes y más que nadie había manchado la pureza del Partido. Todos los subsiguientes crímenes contra el Partido, todos los actos de sabotaje, herejías, desviaciones y traiciones de toda clase procedían directamente de sus enseñanzas. En cierto modo, seguía vivo y conspirando. Quizás se encontrara en algún lugar enemigo, a sueldo de sus amos extranjeros…”

1984 — George Orwell

Decidí seguir la conmemoración del aniversario del golpe de abril de 2002 a través de los medios oficiales. Hicieron lo mismo de años anteriores: resaltar el papel “heroico” del Comandante (evadiendo “se le solicitóóóóóóóóóó”), destacar la participación de los “malos” (como los denominó la, hasta entonces, sosegada Jacqueline Farías) de Fedecámaras, La CTV, Los Medios Golpistas, y demás enemigos públicos. Lo normal, pues… Pero cuando estuve siguiendo un rato la programación de VIVE, me sorprendió ver que los ¿documentales? patrocinados por el gobierno y presentados con pompa en años anteriores: Rescate del Hilo Constitucional, Memorias del Golpe de Estado, etc… Presentaban una curiosa edición. Las partes en las que aparecían Ismael García, o el General Raúl Isaías Baduel, habían sido reducidas y en algunos casos suprimidas completamente de los mencionados trabajos audiovisuales.

El ver como a Baduel lo reducían hasta desaparecerlo, me hizo recordar la novela de Orwell. Y entendí que no solo el Odio se decreta, el Amor también puede decretarse. Durante años el gobierno decretó el amor oficial para el General trisoleado. Lo ensalzó como héroe, lo condecoró, lo nombró ministro, le dedicó espacios televisivos y hasta libros. Es, hasta hoy, el único oficial de la Fuerza Armada que ha sido condecorado por un partido político (el P.P.T).

Yo recuerdo cuando empezaron a circular por Internet las fotos en las qué, supuestamente, el General, aparece teniendo relaciones sexuales, pensé, de inmediato, que eso solo podía haber surgido del gobierno. Repitiendo al carbón las técnicas de chantaje y extorsión que aplicaban la Digepol y la Disip en tiempos de la cuarta, le estaban empezando a pasar factura al General, vaya uno a saber por qué, cuál habrá sido la objeción interna que expresó Baduel, que tanto molestó al gobierno y los llevó a ejecutar tamaña coñodemadrada. Creo que lo peor fue ver el regodeo de los habituales de Noticiero Digital con dichas imágenes. Estoy seguro, que lo mismos que gozaban una y parte de la otra con aquello, son los mismos que hoy esperan que el General tumbe al Presidente desde la cárcel. Y viceversa: los que salieron a defender al General y a quejarse por “la atrocidad” de exponer esas imágenes, son quienes ahora intercambian dichos retratos.

Ayer, la mayoría de las quemas de Judas organizadas por chavistas, tenían como representación al General de los tres soles.

Aunque suene cruel, pero esto no es un hecho casual, al contrario, creo que es lo más coherente: La semana santa es la conmemoración de la justicia popular. Jesús y Barrabás fueron expuestos ante el pueblo y al pueblo se le preguntó a quien crucificaban y a quien salvaban. Desde ese día, y hasta ahora, los pueblos siempre han crucificado a Cristo y salvado al otro.

Así, de un día para otro, Baduel fue desterrado, execrado y negado tres veces. Ahora, el odio es la orden oficial. Lo que realmente me molesta es la cantidad de opositores medio pendejos a quienes he escuchado decir cosas como: “Que bueno, pa’ que sepa lo que es bueno”, “Que se joda ese Güevón”, “Quien lo manda haber rescatado al Presidente el 13 de abril”. Cada día me arrepiento más de lo que dije sobre Rosales. Realmente, viendo como ha reaccionado la gente ante la sentencia aplicada a los comisarios o a la persecución de Baduel, uno empieza a entender que muchos dirigentes de oposición prefieran pensar en su propia seguridad, antes que arriesgarse por quienes esta semana santa se tomaron un día para indignarse y todos los demás días para irse a la playita.

Pero volviendo a lo del odio oficial: es increíble, decepcionante, y finalmente triste, ver como se encumbran y desencumbran héroes y antihérores con tanta rapidez. La historia oficial revolucionaria cambia como el guión de una mala telenovela. Lo triste, no es solo ver a los enceguecidos militantes del gobierno aplaudiendo y escupiendo, según sea la orden de la semana, sino ver a quienes se supone están opuestos a la locura haciendo lo mismo.

Me toca usar casi todos los días el Metro de Los Teques. Desde hace rato, y especialmente durante la campaña previa al referéndum del 15 de febrero, empezó a operar un cambio en el ambiente de la estación. Esperando por la llegada del tren, haciendo la cola para comprar los tickets, se podía escuchar a través de los altavoces ubicados en las esquinas de la estación, que, no por nada, se llama Alí Primera, la música del cantor del pueblo y los sonidos de las propagandas radiales de la campaña oficial. A veces, me sentía como en un campo de concentración. Era como si andar en el metro, algo tan absurdamente cotidiano como eso, se hubiera convertido en una misión, en una lucha por la individualidad, como si al hundir mi cabeza en la música de mi reproductor Mp3 le estuviera huyendo a la persecución, al ánimo de los comisarios oficiales de invadir mi espacio personal con su perorata roja y su odio oficial. No era difícil volverse paranoico después de unos cuantos viajes en el subterráneo.

Ayer, mientras veía la nueva historia oficial que se erige en torno a los hechos de abril de 2002, no pude evitar imaginar un día en el qué, a través de los altavoces del metro se nos anuncie: “Hoy, 1 de agosto de 2022, año 23º de la revolución y año 30º de la República, amanecimos odiando a: …”. Lo que me asusta es que siento qué todos terminaremos acatando y ejerciendo nuestros revolucionario derecho de odiar a quienes antes idolatrábamos como héroes.

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