El sol de los beodos

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«La verdad está en el vino»
–Dmitri P. Razumijin

Beodos por una sola letra,
sola ella,
sola una vocal recurrente
en líneas o versos,
depende de lo que decida yo
al final,
como todo: se decide
siempre al final.
Si en líneas o versos
o los dos, quién quita,
como peces gemelos
negro y rojo
(porque al revés eso rima)
persiguiendo letras
una, dos, tres, cuatro de ellas
y una quinta del color del último pez
(o del primero, si te gustó la rima)
que, el pobre,
va más atrás.

Beodos pero dentro del margen;
a la izquierda
y dentro del marco de madera.
Como los peces,
uno rojo y otro negro,
uno más rápido
y el otro siguiendo
al iluso carácter rojo.
No ebrios, no borrachos
nada rojo, nada negro:
sólo peces, no sus colores.

Beodos de nieblas,
sombras grises, sombras-grises;
una sola humareda
en la carretera sin soles de la madrugada
ansioso por conocerla,
a ella,
el alba, el amanecer,
la vocal arriba, por encima de todos:
ni alba, ni amanecer, ni soles.
Arriba, levantada,
sola, lejana,
sola en verde, no,
no, no en verde, no sola,
rodeada de letras inertes,
casi como ella
pero como atoradas.
La vocal beoda nunca está sola.
No tiene sentido
estar sola y beoda.

Beodos los soles
fuera del margen
nunca totalmente
aden- tro.
Solas y afuera
las albas
no como nuestra vocal.
El alba y el amanecer tienen un deseo,
uno sólo, ellos,
y es ser como inertes,
no sentir pero seguir vivos;
quizá sólo viendo
porque ellas quieren no sentir:
dicen que el sol las maltrata con su luz
pero el sol no tiene la culpa:
el alba atrae al sol, su luz,
el alba de la vocal beoda
(de las letras beodas),
el alba no se muere, el sol sí.
Pobre sol que se muere
con la inercia del alba que le corresponde:
Iner– ¡quédese sola ella con su amanecer! –tes.
Este sol la sobrevivirá,
morirá desdeñado y solo por ella
pero al menos éste se muere:
el alba vive, siempre, inerte.
Beoda en su soledad y lejanía.

Animus a Nemo,
25 de abril de 2009.

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