Candidata fija al listado de las mejores del año, a pesar de haber sido estrenada oficialmente en el 2005 durante la celebración del Festival de Venecia.Por cierto, allí la pieza fue laureada con el Premio Especial del Jurado, en reconocimiento a la indoblegable trayectoria del realizador de la obra maestra, Abel Ferrara, el cineasta maldito por excelencia de las malas calles de Nueva York.
Por decir algo, a su lado Martin Scorsese es un niño de pecho. Para comprobarlo y certificarlo, sólo basta comparar “La Última Tentación de Cristo” del creador de “Los Infiltrados” con el “Evangelio Prohibido” de nuestro anticristo superestrella. Si bien las dos comparten imaginarios y visiones heterodoxas sobre las sagradas escrituras, ambas pertenecen a épocas, contextos y subjetividades diferentes.
La primera tuvo su impacto a finales de los ochenta, por atreverse a desmitificar la estampa universal del “King of Kings”. Pero en la actualidad, ya luce un tanto acartonada,rancia, teatral, ingenua y superada por el cisma conceptual de la radicalidad contemporánea, a la luz de la violencia hiperrealista de “The Passion”(la Biblia de la porno tortura) y de la subversión nihilista de caricaturas como “South Park”, por no hablar de palabras mayores( como el documental “Zeitgeist” y el empeño de Albert Serra de revisitar la odisea de Los 3 Reyes Magos en “El Canto de los Pájaros”). Incluso, el pragmático bombazo de taquilla del “Código Da Vinci” reafirma y demuestra el cambio de sensibilidad del público del presente ante temas censurados por el pasado.
En consecuencia, “El Evangelio Prohibido” de María Magdalena arriba oportunamente a la red alternativa de la congregación de la doctrina multiplex, para despertar el morbo de la audiencia por lo reprimido, y al mismo tiempo, para satisfacer el hambre por diversidad de los fieles apóstoles criollos del culto por la política de autor, pura y dura.Olvídense pues del devaluado fashoneo indie de la generación Sundace radicada en la punta del iceberg de Manhattan. Prepárense entonces para descender a los infiernos pecaminosos y tortuosos del genio underground de la Gran Manzana, del único príncipe de las tinieblas en activo. Se llama Abel Ferrara, rueda con prisa y le rinde tributo al caos.
Además, goza en reencarnar a los padres fundadores de la vanguardia americana, al dejarse llevar por la magia de la improvisación y por el arte de la experimentación fuera de norma.
Por ejemplo, la historia de “Mary” conjuga las vidas cruzadas de tres personajes, en distintos planos:un director narcisista a lo Mel Gibson consagrado a la misión de reinterpretar el calvario de Jesús, una actriz desorientada en búsqueda de su centro interior mientras asume el rol de la acompañante del Mesías, y un periodista afligido quien duda de su fe en un mundo convulso, deshumanizado y al borde del colapso, tras el once de septiembre.
Por extensión, Ferrara vuelve a sumergirse en el caudal pantanoso del cine dentro del cine, tipo “Dangerous Game”, con el propósito de radiografiar la crisis espiritual de la mujer y el hombre del tercer milenio, delante y detrás de las cámaras. Un ejercicio de expiación,exorcismo,mea culpa y redención digno de verse.