Como su nombre lo indica, Kiss le vendió el alma al diablo, hace mucho tiempo, cuando Gene Simons decidió pactar con el fausto del dinero y la fama, a cambio de su integridad , de su moral y de su condición de metalero, para beneficiar al mercado de la contracultura como negocio y reafirmar el conservadurismo republicano de principios de los ochenta.
El rebelarse vende comenzaba así su proceso de degeneración a camino entre la incorporación al sistema y el materialismo histérico del consumismo adormecedor. De tal modo, los chicos malos de la costa oeste y este acabaron por hacer música rock para los oídos de Reagan.
Todo ello lo pronostico Brian De Palma en una película milagrosa y casi de anticipación distópica, “El Fantasma del Paraíso”,donde un pobre compositor negociaba su alma a costa del arte y de la libertad de expresión.
De igual manera, ocurrió con las bandas de finales de los setenta en la escena underground de California y Nueva York. La mayoría de ellas arrancaron tocando en bares de mala muerte, y paradójicamente culminarían encerradas en un círculo vicioso de arenas multitudinarias, viajes de lujo ,caprichos absurdos y autoindulgencias sin límite de crédito.
Los niños terribles iniciaban entonces su camino de asimilación industrial, como gancho para las masas y como opio para el descontento juvenil.
En adelante, las canciones dejarían de hablar de rabia contra la máquina, de irreverencia pura y dura, de represión policial, de alienación, de opresión, de contestación y de confrontación al establishment, para concentrarse en una lista negra y censurada de temas de evasión: el amor, el sexo machista, el carisma de los ídolos pop, la nostalgia por el pasado, la celebración perpetua y el hedonismo integrado a la lógica del egoísmo individualista de la posmodernidad light.
Ello explica y contextualiza el ascenso meteórico de una banda como Kiss, ante el progresivo ablandamiento de su repertorio, hasta llegar al límite adocenado y disco music de sus prefabricados caballitos de batalla en el top five de la radio: “ I Was Made For Loving You” y “Rock and Roll All Nite and Party Every Day”. Ni los Jackson Five lo hubiesen hecho mejor. Mientras tanto, se perdía en Vietnam y el mito de Nixon se venía a pique. Sin embargo, los miembros de Kiss invitaban a la gente a quererse y a rumbear todo el día. Vaya condescendencia.
Atrás quedaba el ánimo y el espíritu político de la época hippie. A partir de ahora, triunfaba el apoliticismo empaquetado de la generación de Paul Stanley, Tommy Lee, Bret Michaels y Dee Snider, a quienes apenas sentarían en el banquillo de los acusados por escribir líricas explícitas, mensajes satánicos y llamados ingenuos a la transgresión, como “We’re Not Gonna Take it” de Twisted Sister. La esposa de Al Gore los lleva a juicio en medio de una inverosímil cacería de brujas, cuya resultado fue el escarmiento público, la victoria de los inquisidores por encima de los inculpados, el afianzamiento del status quo, la traición del gremio, la criminalización de la disidencia y la penalización de cualquier asomo de indisciplina en el campo de acción de AC-DC, Def Lepard, Venom ,W.A.S.P. y Judas Priest. Sobre ellos cae el estigma del tristemente célebre “Parental Advisory”, irónicamente aprovechado a larga para vender más discos.
En consecuencia, la mayoría opta por entrar por el redil y la minoría sigue en lo suyo dentro de los cánones establecidos por la élite del poder. Por su parte, Kiss ni se da por enterada y continúa su trayecto hacia el crepúsculo de los dioses, en fase de decadencia perpetua.
A 35 años de su fundación, hoy son el testimonio vivo de la oscura perdición del medio al borde del retiro y del estancamiento senil, porque ya tocan únicamente por la fuerza de la inercia y de la supervivencia lucrativa, como un grupo de momias egipcias y dráculas aztecas, a lo Iron Maiden, sedientos por la sangre fresca de sus víctimas de la audiencia y del show bussiness. Kiss les roba hasta el último dólar de sus depauperados y deprimidos bolsillos con el respaldo nacional de una empresa vampírica: Solid Show, una verdadera humillación para el gremio. Una vergüenza total.
Solid Show maltrata a su clientela. Solid Show maltrata a la prensa. Solid Show carece de escrúpulos. Solid no tiene paz con la miseria. Solid Show es una empresa semidelictiva.
¿Ustedes querían un artículo pendenciero? Pues aquí lo tienen. ¿Ustedes clamaban por una alternativa a la censura del colegio nacional de periodista y del la gran prensa nacional? Pues aquí la tienen. Prepárense , amiguitos de la corrección política, la espiral del silencio y el compadrazgo con la vieja semana de la narrativa urbana.
¿Tu quieres narrativa urbana sin pose, ni demagogia, ni cuento? Pues aquí te la traigo. Con todo. Disfrútala, papi.
De nuevo, para hacerte el trago más amargo, recomiendo leer el próximo apartado, el de la inteligencia del mal, con el siguiente tema del repertorio horrocore:
http://www.youtube.com/watch?v=hcf9_SIIdSU
Bienvenidos al país de la oscuridad.
Bienvenidos al infierno de lo mismo.
Bienvenidos a la casa del dolor.
Bienvenidos a la pequeña tiendita del horror.
Bienvenidos a la ciudad del pánico.
Bienvenidos a la vieja semana de la narrativa urbana.
Bienvenido a panfletonegro, Héctor Torres.
Extra, extra, atención, Solid Show es una compañía subsidiada por el gobierno. Sólo así puede sobrevivir para contarla en tiempos de crisis. ¿ Por qué nadie lo dice? ¿Adivinan?
Sí, tal cual, men, porque invierten full en publicidad y le amordazan la boca a todo el medio a punta de billete. Con tu dinero, mi dinero, el dinero de Solid Show.
Mientras tanto, nadie dice nada. Nadie. Ni siquiera los paladines oposicionistas de la libertad de expresión.De su silencio depende la perpetuidad de semejante estafa.
El Solid Show debe continuar para beneficiar indirectamente a quienes aseguran hacerle frente a la revolución. Por desgracia, nada más lejos de la verdad.
En realidad, la llamada oposición mediática es una pantomima financiada por el gobierno a través de sus tentáculos corporativos de ultraderecha. Es el caso de Solid Show.
De tal forma, el dinero del estado fluye hacia las arcas de los consabidos amos del valle, en un cambio Gatopardiano de fachada, donde nada cambia detrás de la cortina. Los señores de los sombras nos gobiernan.Ellos son la autoridad de facto. Ellos traen a Kiss para distraer nuestra atención de los problemas serios de la agenda. Ellos traen a Kiss para adormecernos y controlarnos mejor. Ellos traen a Kiss para reafirmar al poder de turno. Ellos traen a Kiss para apaciguar los ánimos de la clase media atolondrada. Ellos traen a Kiss para manejarte como una estúpida, condenada y oligofrénica marioneta sin conciencia alguna.
Te tengo un mensaje, estúpida marioneta sin conciencia alguna: ¡es hora de crecer, es hora de madurar, es hora de ponerse las pilas, es hora de asumir compromisos, es hora de despertar!
Te están utilizando para los peores fines y encima te están robando tu dinero como a un niño en un parque de diversiones. Solid Show te roba en tus narices con el apoyo del gobierno. Si eres un pelagato o un comegato, Solid Show te roba tu quincena al jugar con tus sentimientos y con tus complejos de nostalgia. Si eres un yuppie o un profesional promedio, Solid Show igual te roba para deshumanizarte mejor.
Solid Show te deshumaniza al obligarte a consumir whisky pullado a precio de dólar negro. Solid Show te deshumaniza al encerrarte en un ghetto cercado , exclusivista y discriminador, para separarte de la supuesta plebe. Si tu te sientes cómodo así, eres un imbécil y te mereces a Solid Show. En caso contrario, te invito a salir del closet y a protestar ante tamaña injusticia.
No por casualidad, el fuerte de Solid Show radica en organizar conciertos para bandas y figuras caducas, como Luis Fonzi, Michael Bolton, Juanes, Il Divo, Julio Iglesias y Olga Tañón. Especialmente, Olga Tañón. A la ladrona de Olga Tañón la contratan cada año, cada mes, cada hora. Es una de las puntas de lanza de Solid Show, junto con Wisin y Yandel, Daddy Yanqui y Vicente Fernández.
Por tanto, son especialistas en rematar música prefabricada y al borde de su fecha de caducidad.
En consecuencia, como parte de su estrategia de diversificación, decidieron apuntar en el 2008 hacia el blanco o el target del Heavy Metal recesivo, obligado a dar vueltas por el mundo en 80 días para pagar las facturas de la luz y las deudas pendientes, de cara a tres fenómenos contemporáneos: la muerte de la industria del disco compacto, el ascenso de las nuevas tecnologías de descarga gratuita y el boom global de la piratería. Un pequeño cisma capaz de hacer realidad el sueño de traer a Kiss a Venezuela.
Otro ejemplo de ello, fue el intento fallido de Solid Show por importar los restos fósiles de Aerosmith, en una operación forense digna de la exposición Bodies Revealed.
Por cierto, la exposición Bodies Revealed fue cerrada porque Evenpro es competencia de Solid Show, y Evenpro no hace tantas concesiones con el gobierno como Solid Show.
¡Solid Show te invita a disfrutar del espectáculo de las momias plastinizadas del rock ligero!
En efecto, Solid Show pudo concretar el negocio de Kiss, gracias al respaldo del Presidente Chavez, quien dadivosamente se encargo de ayudar con los gastos de alojamiento, logística, seguridad y traslado de la banda. Una pelusa, una bola de real extraída del erario público.
Por eso, Kiss se hospeda en el Habana Libre de Caracas, alias Melia, donde llegan los invitados V.I.P. de la revolución bonita, como Oliver Stone. Al perraje internacional lo mandan para El Alba.
¿Ahora entiendes por qué el Hojillero devaluado de Paul Gillman compartió la tarima con Kiss? Menos mal.
El día del concierto llegué temprano a la Rinconada. Había comprado, con mis reales, una entrada a la zona general, pero tenía pensado pasar a la V.I.P. con mi carnet de prensa, para tomar fotos de la tarima y del entorno cercano al escenario.
Mi propósito final era hacer un reportaje o una crónica a todo color para panfletonegro, según mi enfoque alterado y distorsionado del género. Es decir, yo no creo en la objetividad, yo no creo en la tercera persona, yo no creo en Milagros Socorro, y yo intento remedar(sin éxito) el estilo gonzo, mitad ficción alucinada y mitad realidad, de Hunter S. Thompson.
Yo no le tengo miedo al fracaso, a cometer errores. Yo no le tengo miedo a las redundancias, a repetir palabras, yo nunca corrijo una línea. Yo escribo automáticamente,como sale. Si queda bien, perfecto. Si no, me da igual. Yo hago mis apuestas. A veces triunfo. A veces fallo. Lo importante, para mí, es jugar, como diría Daniel Pratt. Y yo me la juego.El tiempo dirá si valió la pena.
En cualquier caso, llegué a tiempo para sacar mis fotos subjetivas de la antesala al concierto. A primera vista y como siempre, me molestó la pésima organización del estacionamiento, abandonado a la suerte de la mafia extorsionadora de oficio, de la pandilla gangsteril de la economía informal. Su carácter autoritario, impositivo y despótico marcarían el ritmo de la velada.
-Chamo, son veinte lucas adelante por el estacionamiento.
-Te doy diez.
-Chamo, son veinte, es lo que paga todo el mundo, sino no respondo por el vehículo.
-O sea, me lo roban.
– No sé, chamo, son veinte lucas, tu decides.
-¿Yo decido?
– Bueno, no sé, panita, aquí las vainas son así y todo el mundo paga. Si tu quieres conseguir tu carro de pinga al regreso, tienes que bajarte con veinte.
-Qué de pinga, me encanta esta democracia participativa, este malandreo de cartón, de cuidador de carro…maldita estafa…
-Cómo es la vaina?
-Nada, pana, agarra tus veinte lucas, tu ganas…
-Tranquilo, varón, está bien cuidadito…
-Dale varón…
Estacionamiento: 20 mil bolívares
Franela de tu banda favorita: 50 mil bolívares
Ración de tequechongos: 20 mil bolívares
Trago exótico para saciar la sed en zona V.I.P. : 45 mil bolívares
Entrada general: 400 mil bolívares
Balance aproximado: 700 mil bolívares.
Ver a Kiss sí tiene precio.
Afuera reina la dictadura del mercado negro, de la piratería perdonada y admitida por razones de demagogia populista. Nuestro partenalismo de mirada ramplona y condescendiente financia el régimen del comerciante bucanero.El resultado salta a la vista del lector: un microclima de toxicidad, basura y criminalidad amparada por las autoridades incompetentes.
Nunca faltará un bolsa de la narrativa urbana preocupado por naturalizar y romancear “la gesta heroica” del malandreo de calle. Conmigo tampoco cuenten para eso. Yo no me pongo vendas en la cara, para poder dormir en paz, para vacilar con Caracas y dibujarla como un proyecto idealizado de la teoría del caos.
No me parece simpático el cuadro de cinco metaleros cayéndole a trancazos a una parejita de chamitos, vaya usted a saber por qué. No me parece simpático el cuadro goyesco de una pobre anciana carenciada, obligada por la necesidad, a rematar cervezas y cigarrillos detallados. No me parece simpático el cuadro postapocalíptico de un niño de doce años pidiendo real en la acera, mientras los insensibles metaleros se lo sacan de encima como a una mosca.
-Arranca de aquí, carajito, no me ladilles, dile a tu presidente que te dé real…
Bien fino, pues. Hasta aquí hemos llegado.
Pero apenas comenzaba mi pequeño calvario.
Adentro la desgracia sería peor.
Desde la taquilla ya se percibía el aire de fantasmeo, de fotopose y de teatro. La gente bien y los niñitos pijos del este pagaban una pequeña fortuna por ser maquillados como Kiss, en unos tarantines improvisados de pinta caritas a lo cumpleaños infeliz.
Por su lado,los comegatos y los pelagatos de la provincia exhibían los colores desgatados de sus mascaras autofinanciadas y de prepago, a la usanza carnestolenda de una feria escolar para recaudar fondos.
La necesidad de ser otro, de transformarse, de alterar el curso de la monotonía existencial en Caracas, era evidente para propios y extraños.
El monstruosismo, como diría Monsivais, nos permite soñar despiertos con la fantasía de la aceptación de la diferencia, a pesar de negarla a diario en circunstancias normales. Disfrazándonos evadimos la pesada carga de la realidad, sumergiéndonos en un estado efímero de subversión de la identidad.
El concierto brinda la oportunidad al público de coquetear con lo reprimido, con la parte maldita, con el travestismo, con el rupturismo y con la transexualidad, dando pie a una descomunal y mediatizada forma de hacer catarsis.
Las catarsis colectivas son indispensables para el mantenimiento del orden establecido, desde la época del circo romano hasta hoy en día. Por eso, gozamos voluntaria e inconscientemente con el ritual de sangre, sudor y lágrimas de Kiss, en aras de canalizar nuestros deseos condenados de destrucción, muerte, flagelación y violencia.
De ahí la relación entre el espectáculo gore de los gladiadores del pasado y el perfomance sanguinario del presente de Kiss, secundado por los fuegos de artificio de la banalización kistch, al grado calórico de una función en cualquier casino de Nevada. El rock masticado y predigerido para servirse en los mataderos esperpénticos de las Vegas.
Al ingresar a la sala de espera al infierno, mi nausea acabaría por activarse y por demolerme. La desorganización de Solid Show atacaba al lente desde cualquier ángulo, corroborando las amenazas de fraude.
Para rematar, la seguridad gorilesca de Solid Show me sacó a golpes del concierto, por tomar fotos incómodas, por ejercer mi derecho a la libertad de expresión y por atreverme a responderle a una imbécil encargada de las relaciones públicas.
-Mira, chamo, ahí no puedes tomar fotos…Salte de ahí…
-Chamo? Soy periodista, para tu información…Y lo de “salte” está de más…
-Mira, chamín, ya me tienes ladillada con tu camarita, salte de ahí o te mando a sacar de una…Me sabe a culo del medio que vengas…Publicidad no me falta…
-Mira, de verdad que creo que te deberías controlar…Esa no es forma de tratar ni a la prensa, ni a nadie…
-Chamo, tu te lo búscate, ya me tienes harta, ya me tienes cansada…Epa, este chamo me está faltando el respeto y no quiere hacer caso, sáquenmelo ya…
-Te volviste loca…
-Sáquenmelo de una y se lo entregan a la policía por alzadito y por altanero…
-Chamo, suéltenme porque esto no tiene sentido… Chamo, aquí está mi entrada, y mi carnet de prensa, déjenme quieto…
-Entrégaselo a la policía, es un alzado, es un carajito falta de respeto y aquí no trabajamos con gente así…Estás botado y ni te atrevas a regresar…
Así me sacaron por la entrada V.I.P. , mientras mis colegas y mis amigos de prensa se hacían la vista gorda. Todos me identificaron en la cola de prensa de la entrada, y ninguno salió por mí. Ninguno. Gracias Jonathan Montenegro, gracias mis panas de Televen, gracias mis panas de Ají Picante, gracias mis panas de la radio, prensa y televisión. No les costaba nada acercarse, aunque sea a preguntar.
Pero ellos no quisieron rayarse conmigo, y prefirieron ignorar el asunto, para entrar gratis por la fila de prensa. La solidaridad del gremio vuelve a brillar por su ausencia.
Irónicamente, la policía me trató de las mil y un maravillas. Tres tombos escucharon mi caso al detalle, yo les di mis explicaciones de rigor, les mostré las fotos de mi cámara y al cabo de quince minutos de conversación, me pasaron encaletados por la general.
-Chamo, quédese quieto ya…No vuelva a busca peo, porque si lo sacan otra vez, ahí sí que me lo llevo pa la jaula…
-Gracias,mi pana…
-De nada, chamín…
Allí estuve cerca de diez minutos escondiéndome entre la muchedumbre, paranoico y asustado. De repente, vi de lejos a los gorilas y a la chama de relaciones públicas, y busqué tomarles fotos con el zoom pero no salieron por desgracia. Por un momento, pensé en ir a encararlos, pero me aguanté porque tampoco tendría sentido.
Ahora mi objetivo era regresar a la zona V.I.P. para tomar fotos de cerca. Justamente, pude regresar a la zona V.I.P. , mostrando mi carnet de prensa al otro costado donde se encontraba la chama de relaciones públicas y los gorilas. Es decir, por el lado izquierdo frente a la tarima. Cuatro chamos de seguridad, me dieron luz verde para pasar y así logré retornar a la olla, cuando Paul Gillman concluía su atropellada intervención. Rápidamente, me fui a tomar algo, para agarrar fuerzas antes de presenciar la faena. La gracia me costó 45 mil bolívares, el precio de un coctelito asqueroso. Por menos, me hubiese bajado una gavera de polarcitas con mis panas.
Inmediatamente, los de Kiss entraron en acción.
A kiss los descubrí en el colegio, gracias a mi mejor amigo de la infancia, Fernando Mini, quien coleccionaba todos los viniles de la banda. Siempre nos gustó Kiss por la parafernalia y por la estética, pero nunca por la música. Recuerdo haberme disfrazado de Kiss para mi cumpleaños número 7, en pleno viernes negro, en 1983. Mi mamá me maquillo como Paul Stanley, pero me hizo un chorrito de sangre por la boca, para saciar mis ganas de ser como el diablo de Genne Simmons. Mis papás tampoco entendían mucho de Kiss, porque eran de izquierda, sin embargo, se tripeaban todo el asunto de hacerle un disfraz irreverente a su niñito malcriado.
Pronto, fui creciendo, madurando a punta de golpes, y abandonando el disfraz y el gusto por KISS. Hoy a los 33 años, me puedo declarar enemigo de la banda y acérrimo crítico de su legado musical, prostituido por el pragmatismo capitalista de Simmons y Stanley, quienes apostaron por el edulcoramiento del metal y salieron ganando de largo.
Nadie puede negar la contundencia expresiva de sus presentaciones en vivo. No obstante, ellas encubren las carencias conceptuales de la banda. Es muy fácil deslumbrarse con el papelillo, la hora loca, y la descarga de luz. Más complicado es saber distinguir el grano de la paja, y abstraerse del secuestro conductista de los sentidos.
Kiss ejecutó sus temas de siempre, al ritmo de siempre, y con los clichés de siempre. Sus solos son predecibles, sus muecas son conocidas y sus contactos con la muchedumbre reconfirman la sospecha del agotamiento, el desden y el devenir replicante de la sesión. Los Kiss son como robots de parque temático de Disney, como caricaturas de ellos mismos, condenados a moverse por piloto automático, cual muñecos de cera con pilas.
Alrededor de su gira por Latinoamérica, insistieron en duplicarse noche tras noche, en un deja vu colmado de fatuidad, acrobacias imposibles de ancianos kistch y desprecio por la diversidad cultural del continente.
El colmo de la gira fue la repetición del chiste malo de Stanley al cantar “ cucurrucucu paloma” y “ guantanamera”, como una supuesta manera de rendir tributo a nuestro gentilicio. Mera burla etnocéntrica representativa de la subestimación de Kiss por la música nacional. Un divertimento para la clásica mentalidad neocolonial.
Nada nuevo bajo el sol para quienes los seguimos desde años atrás. Nada nuevo bajo el sol para quienes estudiamos sus presentaciones en vivo. Nada nuevo para quienes nos sabemos de memoria la programación de sus eventos.
Simmons escupía sangre y sacaba la lengua, el gato le daba a la batería por los aires, y en el clímax, Stanley se lanzaba por una cuerda como un monito del Parque del este o como Valentina Quintero en un especial de Hallowen para Bitácora. Yo estaba ligando porque se cayera para el piso o porque a Simmons le hubiese dado un infarto mortal en medio de su trance con bolitas de sangre artificial en la boca. El guitarrista disparaba cohetones con su instrumento y las bengalas de fondo evocaban el despliegue de truquitos de los conciertos de Chino y Nacho. El hacha con la sexy muchacha no está muy lejos del machismo falocentrista de Simmons y del ambiguo perreo eroticón de viejo verde de Stanley. Por lo menos, los panas le echan un camión para su edad y hasta se ven cuchis en el proscenio.
Detrás de mí, un par de Misses regetonean al son de “Lick It Up”, y más allá, un borracho se echa un vaso de whisky en la cara, para refrescarse. Al lado, tengo un pana que dice: ahhhhhhh, Kiss es lo máximo, ahhahahahahahah, Kiss es lo máximo de la tecnología…
Y después me abraza y me pide que le tome una foto con la tarima como telón de fondo. Y yo le tomo la foto y me muero de la risa.
Luego, desfilan por delante de mí las vacas sagradas del medio. Y la gente se toma fotos con ellas, y les hacen la corte, buscándoles conversación .
Los entendidos se ponen serios y fingen circunspección. Otros se dan aires de importancia, al saberse como centros de la atención de las miradas. El señor canoso y engolado de la radio, se saluda afectivamente con el dueño de aquella fundación, y ambos saborean la miel del reconocimiento mutuo y del éxito compartido.
Hay un grupito de tarados intensos con carita de sobrados, ataviados con bufandas, copetes grafilados y lentes de pasta. Se creen parte del show y extensión de la tarima. No les interesa para nada Kiss, no se conocen sus canciones, no les conmueve, ni les apasiona el trámite. Simplemente vinieron a ver y dejarse ver, a marcar tarjeta, como hacen de lunes a viernes desde Barra Bar hasta 205. La insoportable levedad del ser moderno (sobrealimentado con plátano verde). Un super ego desbordante e incurable de sifrinitos con complejo de geniecillos y creativos admirables.
Es muy cómico, pero ahora sí me saludan y me reconocen los chamos de Ají Picante, en medio de su borrachera periquera.
-Epa brotherrrr…cómo está la cosa, men, vamos a hacerte una entrevista…
-Coño, men, estoy vacilándome el concierto…
-No importa, no importa, vamos a dale…
-Coño, brother, más tarde, te lo prometo…
-Sí va, pues…quedamos pendientes…coño, qué de pinga es KISS, men…
El paisaje habitual en la noche de CCS.
Lo único diferente con respecto al resto de la gira por Latinoamérica, fue la escasa convocatoria registrada por la presentación en Caracas, amén de la especulación con los precios de las entradas, dejando por fuera a los verdaderos fanáticos de la formación de Nueva York.
Por lo visto, Solid Show prefiere contar con el apoyo incondicional de un publiquito esnobista y encorsetado de bebedores de whisky con chemisse lacoste a lo comando justiciero, en lugar de incentivar la participación de quienes más lo necesitan, los desclasados, los pobres y los chamos de la provincia.
Ellos hubiesen llenado la olla, sino fuese por Solid Show. Ellos hubiesen coreado los temas, sino fuese por la codicia de Solid Show. En venganza, ellos abollaron los capos y partieron los vidrios de los carros apostados en el estacionamiento, para conformarse con ver a la distancia a su banda favorita. A ellos les dedico este artículo.
Por su parte y para mí, Solid Show, KISS y su zona V.I.P. se pueden ir bien lejos a la ñoña, por donde vinieron. Ni el país, ni el mundo los necesita.
A la salida del concierto, le pasé enfrente y por la cara a la jeva de relaciones públicas de Solid Show. La pana se puso pálida y le comenzaron a temblar los labios, de los nervios, cuando me vio. Yo tan sólo me le acerqué y le dije: te lo agradezco, no sabes el favor que me hiciste. Me has dado una buena razón para descargarme a tu empresa Solid Show. Te prometo que nada de esto quedará impune. Te prometo que lo contaré todo, con pelos y señales, en internet. Te lo juro que esta raya quedará impresa en la web por los siglos de los siglos. Tarde o temprano, lo que me hiciste va a salir retratado y desfigurado por la red. No te preocupes ni siquiera en buscarlo, que yo sé que te va a llegar. Hasta luego, estimada. Nos vemos pronto en Facebook, en panfletonegro, en gmail o en tu blog de confianza. Ha sido un verdadero placer. Soy el Señor Cobranza. Buenas noches, buena suerte.