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Swing con Son: oda cómplice al Pillo

El Swing de la película naufraga entre el son montuno de Caridad Canelón y el redundante homenaje póstumo de los Hijos de la Calle, entre las arbitrarias intervenciones fallidas del egocéntrico Federico Pacanis y las salidas nocturnas de melodramatismo kistch de Estelita del Llano, entre la obligación de rendir tributo ciego sin posibilidad de discusión seria y la necesidad de lavarle la cara al rey desnudo ante cualquier asomo de resistencia o crítica, porque al final, nadie se atreve a tocar, ni con el pétalo de una rosa, al ídolo con pies de barro, modelado al gusto de la guerra fría cultural según el punto de vista del la doctrina Monroe , el Plan Marshall y la escuela de las Américas.

Atención, atención, pues como siempre voy a desarrollar algunas hipótesis radicales y extremas, no aptas para mentalidades cuadradas ni con el gobierno ,ni con la oposición. Es decir, aquí no pienso complacer a nadie. Así que agárrense los pantalones, amiguitos nostálgicos por la Caracas de ayer.

Primer punto: Billo compuso la banda sonora de los tiempos de Pérez Jiménez. Los dos fueron y son las puntas aceradas de una misma cruzada. Ambos bailaron pegado al ritmo de los dictadores de la época, bajo la asesoría de Estados Unidos.

De hecho, Billo era un Batistero consumado y arrastrado, de la peor especie. Por algo, le dedicó el tema “Se fue el Son de Cuba”, cuando los barbudos llegaron a la Habana. Aun así, el documental de Marziano Tinoco busca justificar semejante barbaridad como una de las tantas ocurrencias del maestro Billo. Incluso, Teodoro Petkoff interviene en la jugada de la película, para en principio recordar el asunto con la sorna del intelectual de izquierda arrepentido, y después para acabar de reivindicar el acabado melódico de la pieza, en virtud de sus posteriores adaptaciones.

De igual modo, el resto del documental pretende ocultar, de manera vergonzosa y hortera, los innumerables detalles escabrosos y aborrecibles de la vida del personaje, en aras de cincelar su imagen mítica de cara a la realidad del presente.Es la manipulación del pasado con fines adoctrinadores, pedagógicos y partidistas.

El gobierno hace lo propio y la oposición también. Uno es el espejo del otro y viceversa.

En el caso de la revolución bonita, la ficción se utiliza y se instrumentaliza a efecto de glorificar la gesta heroica de nuestros padres fundadores, al estilo de bodrios como “Miranda Regresa” y “Zamora”.

Por su parte, la no ficción recibe el empuje del estado para afianzar y apuntalar la publicidad ideológica fomentada por el sistema nacional de censura. La idea es sesgar y tergiversar la historia con mayúscula de acuerdo los intereses de los coroneles de Miraflores. Por cierto, una pila de militares frustrados y acomplejados empeñados en equipararse a Bolívar, el Che y Maisanta. Sea como sea, ellos impulsan documentales de agitación y control social, destinados a programar, formatear y lavar cerebros en función de técnicas oscuras de persuasión, como la identificación del presidente con las figuras del santuario patriótico, el culto a la personalidad, y la filtración maniquea del período previo al surgimiento del líder único a mediados de los noventa. El ayer queda entonces borrado y sujeto a la interpretación parcializada de los propagandistas de hoy en día.

De ahí el estreno y el lanzamiento de largometrajes documentales,binarios y tendenciosos, como “La Revolución No Será Transmitida”, “Víctimas de la Democracia” y “Las Claves de Puente Llaguno”, consagrados a la tarea de criminalizar y satanizar a la disidencia, al tacharla y reducirla a la condición de una célula terrorista y golpista de ultraderecha, carente del menor rasgo humano.

En dichos documentales, la oposición no tiene voz, ni voto. La oposición resulta desdibujada, subestimada,opacada,demonizada y caricaturizada, alrededor de tópicos y estereotipos en blanco y negro. La oposición no tiene derecho a la defensa y debe ser encasillada y juzgada por sus errores.

En cambio, los personeros del gobierno son representados en plan de mártires sacrificados por su pueblo, al extremo de beatificar a los pistoleros de Puente Llaguno como un conjunto de nobles hermanitos de la caridad, preñados de buenas intenciones y capaces de poner el pecho como escudo en nombre de la constitución.

En paralelo, Carmona Estanga jamás es invitado a rendir cuentas o a declarar en frío delante de la cámara, para dar a conocer su punto de vista y contrastarlo con el de Hugo Chavez Frías. De Carmona sólo se rescata el material de archivo, donde aparece metiendo la pata.A Hugo sí lo interpelan y lo consienten con el lente, mientras hace sus recuentos subjetivos de la situación durante el once, doce y trece de abril.

Ahora bien, ¿existe alguna diferencia con la óptica documental del cine de oposición? Por desgracia no. Únicamente cambia el colorcito y la bandera a proteger a capa y espada.

Para los documentales de la oposición, la cuarta república fue la puerta de entrada a una modernidad de esperanza y futuro, truncada por la llegada del aguafiestas de Barinas. Pero antes de su irrupción, Venezuela era el terreno de lo posible, del sueño, de la imaginación, de la cultura, de la creatividad, de las instituciones ensalzadas por Nitu Pérez Osuna, de las biografías encumbradas por Macky Arenas, de Don Rómulo Betancourt, del notable Uslar Pietri, de los hacedores de nostalgia, de los constructores del país, del genio de MOS, y por supuesto, de la sensibilidad del MAESTRO BILLO, así con mayúscula, como si fuese el maestro Andrés Bello.

Si acaso Billo fue un maestro para abrir y cerrar orquestas piratas, con el propósito de reproducir dinero a costa de los bolsillos de las familias de la alta y de la clase media escaladora.

Si acaso Billo fue un maestro para robar tonadas ajenas y venderlas como propias.

Si acaso Billo fue un maestro de la intolerancia y de la discriminación musical hacia cualquier género diferente al suyo. Por eso abominaba de la salsa.

Si acaso Billo fue un maestro de la impostura y de la rapiña empresarial, a merced de su clase obrera pisoteada. No por casualidad, le llamaban el Pillo por impedir la sindicalización de sus dependientes. Pillo les robaba sus prestaciones y especulaba con sus ganancias.

Pillo fue maestro del saqueo cultural y del adormecimiento de conciencias, al servicio del status quo, al servicio de los gorilas y al servicio de los cadetes en perfecta formación.

Pillo reconfirmaba la fantasía y la ilusión dominante del establishment, por medio de su exaltación lúdica, hedonista y evasiva.

Pillo reinó, como Disney, en un mundo, en un parque temático sin contradicciones, sin problemas, sin opresión y sin represión. Pillo reinó en un simulacro de país diseñado como extensión neoloconial del Caribe ,de la Habana de Batista y de la Dominicana de Chapita. Por eso, la verdadera izquierda nunca se la llevó con Pillo y Pillo nunca se la llevó con la verdadera izquierda. Teodoro lo sabe muy bien aunque hoy lo reniegue y le cause gracia.

Lamentablemente, Swing con Son pierde la brillante ocasión de revisitar el expediente negro de Pillo, para mejor abocarse a un ejercicio banal, retórico, demagógico, populista, escapista y embaucador de glorificación individual, donde Billo resulta excomulgado por todos sus pecados, gracias a la venia autoindulgente de sus más acérrimos apóstoles, cuyas opiniones encarnan una estrofa monocorde de principio a fin.

Así, cualquier crítica hacia Billo será sentenciada por su coro de adulantes como una expresión o como un síntoma de la típica envidia caraqueña hacia el talento ajeno.

El colmo del cinismo y de la genuflexión arriba y se activa con la ridícula voz en off de Caridad Canelón, quien siempre saldrá en defensa del maestro Billo, venga o no al caso.

Es que a Billo le tenían envidia…

A propósito, el papel de Caridad Canelón es de lo más forzado en el documental. En una escenita, Caridad aparece leyendo libros de la Billo, como si fuese una investigadora del Ininco, como si fuese la hermana de la profesora Elizabeth Safar.

En otra secuencia, a Marziano se le ocurre la pésima idea de poner a Caridad a cantar con los apóstoles de Billo, para rendirle tributo. Y Caridad mete la pata y se ríe con gusto ante la condescendencia del dueño de la batuta en el film.

Para rematar, Caridad tiende a desempeñarse como moderadora de la puesta en escena, cual Mayte Delgado y Albani Lozada en especial de Venevisión. La huella de Sábado Sensacional ,de RCTV y de TVES impregna cada fotograma de la sonrojante Swing con Son, cercana a la pavosidad grandilocuente de Renny Ottolina y Leonardo Padrón.

Además, la película tiene una duración excesiva, está pésimamente editada, requería de un mejor montador y fracasa de lleno en su pretensión de edificar una respuesta criolla al éxito de Buena Vista Social Club, pero con los últimos herederos del legado de Billo. Poco se profundiza en sus vidas, a diferencia del documental de Win Wenders, y la identificación con los personaje se imposibilita, por las limitaciones antropológicas, musicales y sociológicas del proyecto.

A Swing con Son le falta la garra de Buena Vista, le falta la frescura de Buena Vista, le falta la espontaneidad de Buena Vista, le falta el sello de Ry Cooder y le falta el grano de la fotografía poética de Buena Vista.

Para concluir, el desenlace conjuga todas las falencias antes señaladas, cuando se monta y se ejecuta un popurrí de temas de la Billo a la usanza de sus mosaicos rumberos. En este caso, el mosaico es plano,tieso, ensayado, predecible, plástico, posado, melindroso, radiofónico y anquilosado como el resto de la película.

Adecuado final para consumar el desenlace de un documental hipócrita, rancio y embustero, a años luz de la ópera prima de su realizador, “El Camino de las Hormigas”.

“Swing con Son” ejemplifica, como dirían los Cahiers Du Cinema, al cine anticuado y arcaico que le gusta a Papá y a Mamá. Un cine de abuelos y para abuelos desfasados. No para abuelos combativos y juveniles como Godard y Oliveira. Un cine arcaico a demoler, derribar y superar.

El cine del futuro, en Venezuela, debe trascender a la cierta tendencia encarnada por “Swing con Son”. El Cine del futuro se escribe desde la autorreflexión del propio cine, de la historia y de la realidad que nos circunda. El Cine del futuro se escribe desde la ambigüedad, la experimentación, la ruptura y la libertad de conciencia. El Cine del futuro se escribe desde estas páginas virtuales y con el concurso y la participación de ustedes en los foros sin censura de panfletonegro.

Esto no es un blog de cine amordazado que apuesta por el pasado.

Este es un blog de cine sin pelitos en la lengua en donde le declaramos la guerra a engendros como “Swing con Son”, “Zamora”, “A Mi Me Gusta” y “Puras Joyitas”.

¡Cineastas venezolanos fashionistas, inconsistentes y políticamente correctos, vamos por ustedes!

Escríbanlo: ¡Vamos por ustedes!

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