Ocurrió en Caracas, algo digno de revisar. Dos veces lo han hecho por estos lados, me atrevo a ser redundante e irrumpir de nuevo una tercera vez.
Desde una perspectiva radicalmente paranoica y desfasada de la llamada “realidad actual”, la convocatoria de un evento que se quiere cultural y vanguardista, promovido y financiado, desde la trinchera de la publicidad es, en sí mismo, un esperpento. Esperpento es una linda palabra que aprendía en mis días de universidad y que, entre otras cosas, funcionaba muy bien para demostrar que uno sabía algo de Valle Inclán.
Se suponía que el esperpento era la imagen distorsionada que el espejo devolvía (más bien vomitaba) de aquello que en él se reflejaba. Y es eso, justamente lo que ocurrió en la ciudad unos días atrás ante la convocatoria, más bien naif, de un evento llamado Por el medio de la calle.
Era la tercera edición de este evento y muy bien podríamos detenernos neciamente en este sustantivo que, acá en el país tiene unas características bastante específicas. Consiste en un hecho aislado, convocado desde un sector privado (y/o público) que lo promueve y seguramente otros sectores privados que lo patrocinan y, algunos sectores públicos e incluso otros tantos no gubernamentales que lo avalan para otorgarle dignidad, y quién sabe qué otros adjetivos más (dependiendo claro está de la orientación de mercadeo).
Con unos preceptos mínimos de organización, casi cualquier persona con dinero suficiente para tener “saldo” en el celular, con disposición y “mucha buena vibra”, puede en esta linda ciudad (umm quizá me atreva a decir: país), organizar un evento. Pero no sólo se puede, sino que por sobre todas las cosas, cualquiera en esta ciudad QUIERE organizar un evento.
Partiendo de esta premisa se puede elaborar un continuum entre un evento bien organizado y uno muy mal organizado, ponga usted la rayita en el lugar del continuum donde le plazca. Para algunos exigentes (y muy severos) lo mínimo indispensable es una logística eficaz, seguridad, cortesía y buen trato hacia el público, medidas mínimas de aseo e higiene y en el más utópico de los casos, un “performance” a la altura de lo ofrecido o al menos, de nuevo, digno.
Con esta fórmula de entrada, tan severa, la experiencia física (más no metáforica) de caminar por el medio de la calle, se me antojaba esperpéntica, o putrefacta más bien. Otra linda palabra que aprendí recién y que puedo usar aquí, incluso con un significado más allá de lo semántico. Porque, más allá de lo evidente, putrefacto es la forma en la que la llamada Generación española del 27, con Buñuel y Dalí a la cabeza, utilizaban para referirse al status quo artístico, cultural y social imperante en la época.
Llegué tarde, a un par de horas de la culminación del evento. Ya de entrada un dato que le sirve a cualquier blandengue para descalificar esta croniquilla (a priori ya descalificada por quien escribe) “Si no estuviste mucho tiempo no puedes sacar conclusiones tan radicales” dirán, pues sí , es verdad; desde esa premisa juzgaré entonces ese par de horas que deambulé en el corralón, como le llamó un buen amigo.
Ese corralón se me pareció muuuucho a Venezuela, era una simulación tipo realidad virtual del mood actual de la sociedad, de este sector tan efímero y atmosférico, porque nada lo contiene, que es la “juventud venezolana”. Juventud, target, sector vaya a usted a saber…que se quiere avant garde, rupturista, progre, bien vestida, se quiere prepotente y, sobre todo, urbana. Sí, sí, esta juventud se quiere urbana. De nuevo, vaya usted a saber qué significado llena ese significante de lo “urbano”. ¡Que llamen a William Niño a ver si nos ayuda por acá!
En el corralón había, como ya dijeron por aquí: 1. Circo. Llegando desde La Castellana se encontraba uno con el grupo La Redonda, que cantaba su eterno “Será lo que tú quieras que sea, será la mentira la verdad”. Nada, nada, de verdad, nada más atinado para enfrentarse con el monstruo urbano. Si quieres que sea progre y vanguardista, pues será. Vimos a mucha gente que tardó bastante tiempo en arreglarse, con la revisitación pret a porter de los ochenta, a la que le quedarán unos minutos de vida, pero que acá, como es natural, tendemos a agotarlo hasta la saciedad. Y con esto proclamo: Basta del uso indiscriminado de los colores fluo, bastaaaaa. Si esa es la estética del último video de Calle Trece, pues señores, déjenme decirles que: ITS OVER.
En el circo había toda clase de monos y payasos, por supuesto siempre me han gustado más los monos. Siempre me pongo del lado de los monos que son utilizados, domados y emperifollados para entretener al público, a costa, por supuesto de la dignidad del primate. Me desagradó mucho encontrarme con amigos entrañables que llevan años dedicados casi con disciplina militar y entusiasmo hippie a las más diversas expresiones artísticas y que me los encontraba ahora apretujados en un espacio incómodo y casi ofensivo, un espacio en el medio de la nada, no por el medio de la calle. A los breakers le dieron una tarima en una callejuela oscura. Lógico, más estrecha y oscura ergo más underground, aunque lo underground se contradiga con elevar lo callejero en una tarima. O se contradiga con darle un par de lonas a los graffiteros (qué pichirres, por cierto). Claro, claro, perdón, es un evento, no una manifestación espontánea de lo urbano. Prosigamos, prometo no detenerme en más reflexiones estúpidas. A otros amigos dedicados a las artes circenses, como el equilibrismo, el malabarismo e incluso algo de pirotecnia; los atapusaron en otra callejuela, en donde lo único que alcancé a ver fue unas llamitas voladoras que iban de un lado a otro. Más o menos la visión periférica que uno tiene en una cola a la espera de que el semáforo cambie.
Y entonces claro, llegamos a los payasos. Esos sí que no me gustan, todos se disfrazan y quieren estrellarte un pastel en el rostro, y quieren, sobre todo que pagues por el tortazo. Así que habían payasos de toda clase. Estaban los pierrots con su lagrimita hipócrita pintada en la mejilla: la lagrimita hipócrita de los ecologistas. Allí estaban irrumpiendo con toda clase de disparatados dispositivos y cachivaches plásticos (bolas gigantes, colgantes, alas de mariposa) tratando de hacer un mea culpa verde a pesar del patrocinio de gente como Nevada, con agua super natural (llena de colorantes y edulcorantes artificiales) embotellada en tremendas botellas plásticas que nadie atinaba a introducir en los recolectores de reciclaje, sino que más bien, atinaban a tirar -eso sí- al medio de la calle. Estaban los payasos torpes, de los zapatos grandes que se tropiezan con todo. Estaban disfrazados con una precaria indumentaria de época victoriana (?) parados en unos banquitos no muy altos en plena farsa mal lograda de la nunca bien ponderada estatua humana de Sabana Grande. Y estaban unos dadaístas (JA JA JA) candyravers que hacían toda clase de actos lascivos (pero con ropa) con limones entre los dientes. Ehhh …no entendí. En ese momento uno de los compañeros de a pie con los que andaba, atinadamente dijo: ¿Por qué no los rocían a todos con napal? Relinda la idea, me encantó.
Y estaban por supuesto los payasos cínicos, esos son de lo peor. La mayoría ni siquiera llevaba maquillaje, ese era su disfraz. Esos estaban por todas partes, con botella de vino tinto bajo el brazo, tronados, con mala actitud, orinándose en cada rinconcito (qué desagradable) e intentado elevarse a ese estado Nietzscheano de encontrarse más allá del bien y del mal.
Seguíamos caminando, éramos cuatro creo, deambulando sin rumbo. Deambulando con cuidado porque la actitud general era de mírame y no me toques, o como le llaman ahora, la actitud de ver y dejarse ver. Razón por la cual me andaba con cuidado para no meter en ninguna pelea a los caballeros que me acompañaban e incluso, luchaba un poco con ellos que andaban con actitud de chacalitos de la trompeta, burlándose y vacilándose a todo el mundo. Muy divertido por cierto. Y de esos payasos cínicos, hubo tres que secuestraron una esquina, cinta de seguridad mediante, con sendas sillas de playa y un triste plasma escupiendo visuales. Estos eran los sabrosones, ese pedacito de calle era exclusivo de ellos y cual local del San Ignacio nadie podía pasar. A cuento de qué, pues no sé. Se hacían llamar Oficina 1. Porque claro, tenían un cartelito que los identificaba, en esto de ver y dejarse ver es muy importante la identificación y la inmediata clasificación sociocultural. No me los banco.
También estaba Ronald Mac Donald y El León domado, facturando más que Sambil en diciembre: full, a reventar, imposibles, y sobre todo gritando de frente quiénes son los más beneficiados y quiénes son los verdaderos protagonistas de esta clase de “eventos”. Ambos representaban más bien, el Pan (2.) de esta simulación.
Y por supuesto, había una carpa. Una carpa ubicada en un lugar neurálgico de este campo de guerra. Y en esta carpa (s) sólo cabían unos pocos, no cabíamos todos. Estaban reservados para la socialité, los clientes/proveedores/difusores duros como la Mega estación e incluso para ex alcaldes. En plena Plaza Bolívar de Chacao estaba atravesado este toldo que sólo funcionaba para los que se atrincheraban en él, porque para el iluso de a pie no representaba más que un estorbo antipatiquísimo. Pero, pero…debo decir que toda esta incomodidad de la plaza intransitable, me eyectó a tiempo para no soportar por mucho rato la voz falsa/desgarrada/soy demasiado bueno para este país, del cantante de la autorepetición eterna de alcanzar la fama, léase, Famasloop.
La poca gente conocida que vi estaba en plan de huida violenta, Ofo arrastraba prácticamente a una muchacha que intentaba llevarle el paso a su salida despavorida de la plaza. Cobranza NI ME ES PE RÓ, con eso les digo todo. “Ven y velo tú misma, después hablamos” me espetó. Y otros pocos con los que intercambié besos de mejilla europea que desaparecieron al instante.
Y me salvé de no volverme loca en el Mercado de Diseño gastándome lo que no tengo en tres prendedores y un cintillo porque estaban cerrando, pero parece que la cosa estuvo medio cambodiana, a tono con el resto del evento.
Entonces volteo y recuerdo aquello. Desde que llegamos nos queríamos ir, nos recibió el país bonchón en el que todo será lo que tú quieres que sea. Incluso la mentira será verdad. Nos recibió una multitud de zombies a lo George Romero, los mismos que sacaron de los malls o más bien, los zombies recién salidos del Facebook y materializados, ahora en pleno Chacao. Había gente que creía en lo que hacía, creían en sus intervenciones urbanas a medio pliego, que se confundían con vallas de pequeño formato. Estaba la gente que estaba fajadísima bailando, haciendo piruetas y también, cómo los que estaban fajadísimos posando permanentemente. Habían infiltrados, nómadas que se vinieron caminando desde los conciertos gratuitos de Barreto hasta acá. Estaban los yuppies que se dieron una vuelta para ver cómo es eso de caminar por la calle un ratito. Estaban incluso los señores poderosos desde las sombras o desde las carpas -porque no los vi-, que daban vueltitas de reconocimiento a lo celador. Estaban los vecinos, que veían aquello con el poder que da el efecto panóptico de la omniprescencia, juzgando a los muchachos que no hacen más que beber vino y botar la basura en la calle, pensando desde ya, en poner un parao’ al evento el año entrante. Te tropezabas también con los vaciladores, los que les importaba un pepinillo el discurso vanguardista y que varias curdas mediante sólo buscaban extender la intoxicación en El Naturista. Estaban los aplaudidores de iniciativas, esa gente a la que tampoco me banco, los del discurso autoindulgente de “podría ser mucho mejor, aún falta mucho, pero hay que aplaudir la iniciativa”. En ese mismo tono estaba la gente que hace lobby puro y duro, los que hablan de todo y nada al mismo tiempo, cuadrando por supuesto los eventos por venir. Y estaba la mili, representada en los troopers de PoliChacao que, pasadas las 10 de la noche, hora en la que terminaba el jolgorio, con bastante mala actitud trataban de sacar de las calles (interesante acción esa de sacar hacia afuera) al gentío. Y oías, en plena acera, “hacia dónde se dirige ciudadano”. Así estaba ese día el simulacro de Venezuelilla, y me sentía fuera de lugar, en el estado adolescente de no sentir pertenencia y de no pertenecer a nada. En realidad, esa noche sólo quería irme a dormir. Pero ahora, después de digerir el asunto varias semanas, me di cuenta de que efectivamente sí pertenezco a algo, pertenezco a este esperpento putrefacto del que nadie quiere hablar.
Increíble, Ch!
Felicitaciones!
Al fin alguien escribe con ganas y con guaramo sobre la tercera edición del eventucho de Plátano!
Hacías falta en panfleto!
No te vuelvas a perder por tanto tiempo!
bueno…
todos pertenecemos al esperpento putrefacto, pero velo por el lado bueno, por lo menos lo sabes y sabes a que parte del mismo puedes pertenecer…
saludos me ha agradado tu articulo
Gracias por sus comentarios!
A veces, leyendo el Panfleto, tengo la impresión de que lo único que podemos hacer en el país es echarnos en una cama a esperar la muerte. Todo les parece mal hecho, todo les parece decadente, todo les huele a mierda. Van con su nariz parada por la calle despreciando a todo el resto de la sociedad, tan parecidos a los intensitos que tanto critican, «y no puedo dejar de reír».
Yo tampoco me tripeo a los intensos caraqueños ni soy un aplaudidor-de-iniciativas ni tuve nada qué ver con la organización del «evento», ni… bueno, siempre me han parecido cursi-pavosos los que dicen «si no eres parte de la solución, eres parte del problema» y «si no aportas soluciones, no te quejes». Yo me quejo cuando me dé la gana, nojoda, no va a ser un sifrinoide mascachicle quien me diga si me puedo quejar o no, pero…
Coño, no sé, a lo mejor es que me están pegando los años pero de repente, digo yo, no sé, a lo mejor estoy pelando bola… si se nos ocurriera por una vez en la vida dejar de criticarlo todo y hacer algo? si pensáramos por una vez en tratar de intentar de comenzar a ver algo de manera positiva? Si… si… éste es el país de los «sies». En fin, ustedes captan la idea (y si no la captan se jodieron, no la voy a explicar).
Espero los coñazos.
Creo que en lo que se está pelando «más bolas» en Venezuela es en la ausencia de una crítica «por la calle del medio» (je).
Por un lado están los críticos inmisericordes (con o sin razón) y por otro lado, las focas.
Me parece que ambas críticas fallan: unas son inmediatamente descartadas por los afectados, y otras se pierden en ese mar insalubre de la alabanza.
Aunque también creo que de ambos estilos, el inmisericorde es el que más contribuye al cambio, a la movilización. El que de repente podría causar la mella necesaria para que esas personas con mucho potencial puedan brillar.
Pero si, sería interesante que hubiesen más comentarios que expusieran el lado positivo y negativo de «las iniciativas» caraqueñas.
(y, China, te quedó linda, gracias)
Yo propondría que la gente que escribe en Panfleto negro tome los ministerios, tome el gobierno, tome la oposición, tome toda vaina y manden, organicen, hagan gobierno, oposición, cultura, educación, todo…de repente con lo arrechos que son el país cambia…de pana tiene razón Franco Tirado, a ustedes todo les huele mal, pero para agrrarse el pipicito entre ustedes son un@s campeon@s
«Aunque también creo que de ambos estilos, el inmisericorde es el que más contribuye al cambio, a la movilización.»
Sí, entre el jalabolismo desmedido y la crítica despiadada es obvio que es la última la que puede llevar a un cambio… hasta que se abusa de ella, como hace Cobra. A qué cambiar si nunca se hará algo digno?
Gracias por comentar Franco
(A propósito de tu primer post)
Parece que dos personas distintas escribieron este post. El que escribió el primer párrafo me resulta un tipo un tanto ingenuo.
Pero en cambio el que escribió los siguientes, es mucho más lúcido. Defiendo esa idea de quejarse cuando a uno le da la gana. Si no me pego a esa idea entonces no estaría siendo congruente con mis líneas. Y de ahí que sean dos personas diferentes, pues arriba eres el que se quejas de la línea “editorial” de algunos escritores de Panfleto y su actitud de “fuck everything” mientras abajo decretas que tú sí puedes “fockear” cuando quieras. Aclarado este punto de la dualidad tu comentario, prosigo.
No sabes cómo me quita el sueño eso de no caer en los clichés resignatorios y cuasi cristianos de consecución de la meta-mito de la sociedad posible. Y no sabes cómo me identifico con eso de “a lo mejor me están pegando los años”, esa es mi misma conclusión cuando pienso, cómo puedo yo “aportar” algo a la situación putrefacta que describo. Y sin saberlo ya he caído en otra de las frases hechas más peligrosas de este país: “Pon tu granito de arena”. Entonces, aunque no lo quiera he puesto mi grano de arena(despreciable), en tanto en cuanto, mi formación acádemica y laboral, incluye entre otras cosas la escritura, ergo escribo un ensayo/crónica/verborrea pretenciosa (llámalo como quieras) respecto a un evento que ocurrió en la ciudad hace unas semanas. Los médicos desde los hospitales, los maestros desde las escuelas, los ingenieros desde las construcciones,los esudiantes desde las aulas, los necios desde Panfleto. Qué horror darse cuenta de que ha caído uno en una de sus más horribles pesadillas. Ummm, dejar de criticar todo y hacer algo… es tentador si fuese multimillonaria. Pero no lo soy, trabajo todos los días, in fact “hago algo”…me perece hilarante esa idea de que los escribidores de críticas de Panfleto “no hacen nada” y deberían levantarse del sofá (será) y despegarse la laptop de la panza e irse a “echar pico y pala”. Entre otras cosas creo que no sería justo para Daniel, nuestro nunca bien ponderado mecenas. Un dato anecdótico y superficial, escribí por primera vez en Panfleto en el 2004 aproximadamente, y dejé de hacerlo desde hace un año creo, más o menos… loco… no tenía tiempo, el trabajo me llevaba/lleva loca!
Saludillos Franco,
mira todo lo que me has hecho reflexionar.
Parece algo falaz el argumento de endilgarle a la autora del artículo la responsabilidad de todas las críticas anteriores aparecidas en Panfleto, como si ella fuera editora de Panfleto o contribuyera a una cayapa contra el evento. Esto es una discusión (se supone), si tanto les molesta el argumento de la autora, busquen refutarlos con algo más sólido que, «sí, pendejo, ponte tú a hacer algo y verás lo difícil que es». Eso es irse por la tangente. No estamos juzgando o evaluando la capacidad de alguien a organizar un evento, estamos evaluando su capacidad para subrayar hechos que deberían mejorarse si se quiere que el evento sea mejor el año que viene. Que la autora tenga razón o no en la descripción de esos hechos es lo que está en tela de juicio, pero muchos lectores reaccionan como si para criticar un evento o decir que es estúpido poner a los breakers en las sombras de una calle o que la actitud del sempiterno borracho venezolano es deleznable, en fin, como si para decir cualquier cosa hay que ser Perry Farrell haciendo Lollapalooza o Bob Geldof en Live 8.
1. LaCH, tuviste suerte, viste mas que yo que llegué a las 5 pm,me entré a codazos en el Tarantin, y sali del medio de la calle con una mezcla de techno, ska, electronica y demás tendencias musicales mezcladas por minitecas «urbanas»
2.Soy de las que pienso que las críticas son las que ayudan a mejorar lo que se hace, de ella aprendemos, no se puede alabar una cosa mal hecha y desorganizada, porque como bien dices, ese evento fue una proyección de lo que somos como sociedad…
Saludos y felicitaciones, me gustó tu artículo.
Gracias por el comentario Daniel!
La hija «pródiga» regresa a empujones.Sólo falta que vuelva Yadelcy Amber y el Mago Azul, para armar el reencuentro tipo Menudo.
Gracias por comentar Krisis! De la responsabilidad que le han endosado a la crítica de solucionar problemáticas,hablaré un poquillo en otro artículo que estoy preparando.
Mi opinión está casi en posición contraria a las opiniones de la mayoría vertidas aquí, porque si bien es cierto que coincido en lo del mejor ángulo del avatar del… ¿mulo? ¿burro? …. naaa … ¿¡asno!? y bue…como se llame, a mí me pica que le siga picando a Pratt la idea de que toda crítica debe ir acompañada de una propuesta. ¿Por qué preguntará Pratt -si acaso ocioso o aburrido está para preguntarse tal inutilidad- y bueno, aquí echaré mano de una variante de la palabra utilizada para denostar que utilizó krisis (valga la redundancia) para responder, por mi filosofía pragmática de la que adolezco, que no por adolecer desmerita su contundencia.
El pragmatismo se caracteriza principalmente porque no admite verdades absolutas, o dicho como el pueblo y yo, las verdades se van haciendo a salto de mata, o como dicen los estudiosos “ las ideas son provisionales y están sujetas al cambio de la investigación futura” por lo cual todos los criticones coincidimos en que en esto se basa el ejercicio de la crítica.
Otras característica del pragmatismo es que establece el significado/sentido de las cosas a través de su utilidad (consecuencias posteriori) En otras palabras, en la medida que una acción, una idea o un concepto sean productivas, útiles y eficientes para la vida -no necesariamente para mí- en esa medida se tornarán significativas y/o con sentido (una de las tantas corrientes del pragmatismo le llama verdad o bondad de una acción o cosas por el estilo, yo no)
Por eso entonces es que yo al igual que adrianonimo, soy de las que piensa que toda crítica debe ir acompañada de una propuesta para que dicha crítica sea útil, productiva y por ende tenga algún sentido.
Porque si se trata sólo de criticar sin proponer un elemento que sustituya al otro que se desea destituir, entonces deja de llamarse crítica y pasa al terreno de las filias, del mero arte, de la estulticia, del resentimiento, del trauma, de la venganza, del hazmereír, etc., etc, etc. -eso dependerá del sujeto y sus interioridades, del sujeto y su criticón “parafernálico”-
Luego entonces, el pragmático no encuentra flojera alguna, ni necesidad de discernimiento ajeno o falta del mismo, en el hecho de pedir sugerencias o propuestas a una opinión que se autodenomina “crítica” sin merecerlo. De hecho encuentro bastante estúpido que un médico dé con un diagnóstico de enfermedad y no prescriba la receta para aliviar el mal. También encuentro mayor flojera mental en el acto “crítico” que no propone. Es más difícil construir una pared que tumbarla, y todavía más difícil es, construir una pared, tumbarla y edificar una nueva. Entonces ¿de quién sería la flojera de discernimiento?
Por otro lado, creo que toda expresión ciudadana, llámese cultural, artística política, religiosa o social, tiene un fondo que el empaque se encarga de confundir, un empaque que nos hace hablar por apegos o por las heridas, un empaque que aletarga el raciocinio.
¿Qué es en todo caso la belleza sino un simple criterio estético personal? ¿Qué son los acuerdos de belleza, originalidad y vanguardia, sino el llamado sentido común que no es mas que un simple acuerdo de criterios por conveniencia social?
¿Por qué dar un significado tan beligerante e iracundo a un evento por su empaque a sabiendas de que el mundo cultural y artístico de Venezuela no es eso? ¿para qué insistir en una indigencia cultural inexistente? ¿por qué victimizar la cultura venezolana, porqué vapulearla, minimizarla, pisotearla, arrastrarla por el lodo a sabiendas que es herida y no un hecho?
Si este evento ha hecho que año tras año se le haga una apología del réquiem y este año tres reseñas, creo que algo en el concepto de general y particular en ustedes está mal. Un astilla no hace al madero, una gota no hace al mar, una lágrima no hace al hombre bueno.
Ustedes saben perfectamente bien que Venezuela se ha expresado al mundo a través de eventos y personas más trascendente para la humanidad: Su ilustrísimo humanista Andrés Bello, que iluminó a América con su prosa, su poesía, su pedagogía, filosofía y conocimiento científico, aún existen resabios de su enseñanza pedagógica aquí en México. Su ex presidente y novelista Rómulo Gallegos que tuvimos a bien “anfitrionar” muchos años aquí en México, aún la versión cinematográfica de Doña Bárbara se sigue trasmitiendo aquí. “Nuestros” Andrés Eloy Blanco y Eugenio Montejo (también son míos) son obligatorios en la materia de Taller de Lectura y Redacción de secundaria y Literatura en preparatoria. Teresa de la Parra, sigue vigente en la lucha feminista con su Ifigenia, el internacionalmente ovacionado coro de niños de Venezuela, en fin…son tantos.
Si este festival ya lleva 9 años celebrándose y aún permanece anclado a puerto, más productivo sería, que especular sobre su porqué, el tocar fondo para convertirlo en arrecife de coral y si el fondo les deja, construir aunque sea una canoa con aspiraciones de velero y descendencia de trasatlántico.
Aquí va la posdata
Tal vez mi opinión esté influenciada por el prisma de los «otros» Venezolanos con los que tengo contacto, con los «otros» que hacen cultura, que hacen arte, que hacen patria -unos afiliados al régimen oficial, otros no afiliados y con los neutros-
China, se armaría un limpio si volvieran todos.
Gracias por participar, querida hija. Bienvenida siempre.
—
Malobra, me gustó lo de «De hecho encuentro bastante estúpido que un médico dé con un diagnóstico de enfermedad y no prescriba la receta para aliviar el mal.» –podría argumentar que en este caso no está en juego una vida, y que los criticones no hacen un juramento hipocrático, pero ese argumento no enriquece ni empobrece lo que planteas. Lo interesante es tu visión de la crítica, no cómo la defiendas.
Sería ideal colgar esas ideas por ahí en un artículo principal, porque «el estado de nuestra crítica» y «la labor del crítico» son temas que creo necesitamos discutir.
saludos.
Gracias Pratt, me gusta que te guste esa frase que gustosa sirvió como analogía a una frase más concreta, cosa de cambiar el sujeto “médico” por “critica” para que quede desnudo lo que quise decir. Es verdad que la crítica no es de vida o muerte, pero si de trascendencia cuando cumple su función de análisis y propuesta. Una vez aclarado que esa frase fue analogía y no un desvío del tema, ahora reivindícame mi modus operandis para “defender” (exponer) mi visión. Ja!
¿Un artículo principal? Naaa, no creo tener algo más formal qué decir que lo que escribo en este tipo de comentarios. Sería tanto como repetirme, o caer en la tentación de personalizar una discusión, como ya sucedió a otros. Lejos estaría yo del Sr. Cobranza que planteó de nuevo el tema pero con diferente enfoque y del cual extrajo otras cuestiones igual de interesantes para discutirlas.
Aunque, modestia aparte, tengo el suficiente conocimiento y opinión de variados temas, me falta mucha seriedad y formalismo (y beligerancia e ira y falso status quo ) para preparar un artículo en PN que reivindique al PN que se recuerda con tanta nostalgia y encabronamieto.