Viendo noticias viejas después de regresar de mi viaje, me encontré en la necesidad de ver HOME, un documental acerca de la vida en la Tierra y el cambio climático que había sido determinante en el resultado de las elecciones comunitarias. Como siempre, esperaba quedar un poco abatida emocionalmente después de verlo, pero jamás imaginé que esas tomas tan espectaculares, esos colores y todo el significado grotesco que llevaban consigo, me hicieran plantearme cosas sobre la «naturaleza humana.»
Por años, me había negado a creer que existiera tal cosa. Es más, en el caso de que existiese, sólo concebía la bondad. Es decir, mi impresión era -y es- que los humanos sanos sólo actuamos buscando el bien. Un bien que es, obviamente, relativo. Sin embargo, nadie en su sano juicio actúa en función del mal, aunque a veces el bien se consiga a pesar de algo malo. En todo caso, me limitaba a contemplar eso como la única gran definición de nuestra identidad.
Pero después de ver HOME y de cuestionarme una vez más cómo, si la bondad es parte de nuestra «naturaleza,» los humanos vivimos propiciando nuestra destrucción, una serie de ideas que tenía desde hace tiempo finalmente se ordenaron. La noción final me hizo nuevamente negarme a enlazar directamente nuestra naturaleza con las diversas ideologías políticas y los sistemas económicos que las complementan. Entendí que nuestra naturaleza sí existe, pero tiene que ver con aspectos de la vida mucho más sutiles. Tiene que ver con los sentidos y nuestra manera de percibir lo que nos rodea. Tiene que ver con nuestra manera de procesar la información que nos llega a través de los sentidos. Tiene que ver con lo que esa información genera en nosotros.
Puede que sí, que estas características nos hayan llevado a desarrollar sociedades gobernadas por unos principios u otros, pero el humano empezó a organizarse en sociedad después de haber materializado su «naturaleza.» Es decir, creo entender que más allá de la interacción instintiva, nos empezamos a agrupar bajo reglas, a asumir intereses comunes y a definirnos sólo después de haber creado herramientas que hacían estos niveles «avanzados» de interacción posibles. Y esas herramientas sólo pudimos crearlas por nuestra naturaleza.
Supongo que compartimos con la mayoría del mundo animal la capacidad de recibir información a través de nuestros sentidos y actuar en base a ella. Todos atendemos a los estímulos externos para «garantizar» nuestra supervivencia. Pero, lo que nos hace distintos a los humanos es nuestra capacidad de usar esa información no sólo para correr y escapar del peligro, sino para meditar. Recibimos un estímulo, lo procesamos y nos hacemos una pregunta relacionada. Así, nos vamos haciendo preguntas y con otros estímulos, las vamos respondiendo. Aprendemos y actuamos a partir de una forma básica del método científico. Y como en cualquier método científico, nuestras observaciones incluyen un «problema.» El problema evidentemente no es algo malo, es algo que no entendemos. Y he ahí gran parte de nuestra naturaleza.
Lo que viene después es nuestra capacidad para idear cosas. A algunos de esos «problemas,» que en efecto consideramos negativos, les ideamos «soluciones.» Pero el efecto en el planeta sólo viene después. Después de que hemos meditado esa información para inventar algo, lo materializamos usando lo que tenemos alrededor. Así, hemos creado «soluciones» artificiales destruyendo nuestro hábitat y el de los demás. Eso es lo que hemos estado haciendo siempre y así han ido «evolucionando» nuestras sociedades.
Sigo creyendo que hemos actuado de buena fe, pero sin entender que el ciclo de la vida no funciona como nosotros lo entendemos. Ésta es nuestra naturaleza.
Con todas nuestras herramientas y las áreas de especialización que derivan de ellas, nos hemos acostumbrado, además, a la comodidad. Ya no concebimos la incomodidad, ni la escasez, ni la muerte. Sumemos a esto el hecho de que con el liberalismo clásico (y también con el marxismo) y su «aplicación» en gran parte del mundo desde la segunda mitad del siglo XIX, nuestros niveles de producción han aumentado como nunca antes. A este punto, hablar de guerras, compañías transnacionales y globalización, es sencillamente redundante. Estos factores que hoy en día culpamos del estado de nuestra Tierra, son sólo producto de nuestra naturaleza humana. Una naturaleza que no es egoísta, como los que se empeñan en el capitalismo dicen, sino basada en un entendimiento falso y en la capacidad de recrear materialmente -¡¿con qué?!- lo que se nos pasa por la mente.
Ahora, ¿vale la pena ver el documental y posteriormente intentar cambiar este patrón? Sin duda. Así sea sólo para tomar consciencia, para meditar esa información, ese problema. Para ver si esta vez, aunque sea por una sola vez, encontramos una solución que pueda no ir entre comillas.
Aquí les dejo el link: http://www.youtube.com/watch?v=jqxENMKaeCU.
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