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Terminator 4 : de cómo programar cerebros para la guerra

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La peor de la serie, sin duda, a pesar de sus vanos y fallidos intentos por remedar la profundidad filosófica de “Blade Runner”, al proyectar la crisis de identidad de un Terminator humanizado o de un hombre programado para soñar con ovejas electrónicas, en un personaje interpretado por el antagonista de John Connor, alias Batman, mejor conocido por el nombre de Christian Bale, quien vuelve a encasillarse en papeles de mesías pontificador y partisano, amante de los gritos a garganta pelada y los duelos cuerpo a cuerpo de tradición vaquera. Algo soportable en “Caballero de la Noche” pero insufrible en la cuarta parte de la franquicia, amén de la poca solvencia y personalidad del realizador.


Naturalmente, Christopher Nolan le lleva una morena increíble a McG en la capacidad de dirigir actores y en la habilidad para sostener la puesta en escena durante más de una hora. Como diría la China, al creador de “Terminator 4” el guión se le convierte en agua y sal en poco menos de quince minutos.
El resto es cargante, predecible, redundante, prepotente ,baladí y demode, como la mala idea de reciclar cualquier clásico bajo la compañía del tandem Bruckheimer-Bay, responsable de la eterna banalización cotufera de los géneros canónicos y las películas míticas.
No estoy en contra de la revisión y mezcla de viejas fuentes de origen, para buscar nuevos derroteros expresivos dentro de la industria. Tarantino lo hace a cada rato y siempre se sale con lo suya. Lo mismo Rodríguez, J.J. Abrahams, el genio de Jud Apatow y la maravilla andante de Paul Thomas Anderson, el último Kubrick del sistema alternativo de estudios.
Sin embargo, me cuesta identificarme con la necedad corporativista de clonar el ADN de un cine del pasado, para fotocopiarlo al carbón aunque con mayor despliegue de medios, en una operación Hollywood de restauración vintage de cara al mercado de lo retro y de la nostalgia por los mitos ortodoxos.
Nada original y nada distinto a lo ocurrido en otros contextos de recesión económica, como los de ahora, cuando los inversionistas y productores abandonan las empresas de riesgo creativo, para volcarse sobre las gallinitas de los huevos de oro preservadas por las granjas financieras de la meca, ante su control absoluto por parte de Wall Strett. Y ni hablar de la ya conocida relación carnal entre la Bolsa de Valores, la fábrica de sueños y el complejo militar de la destrucción global.


A propósito, vaya por delante el ejemplo de “Terminator 4” como un modelo bien aceitado de un cine “pentagonista” y reaccionario, ajustado a la campaña republicana y “obamista” de cruzada permanente en el medio oriente. Un simulacro de cuarta generación aludido, de manera directa e indirecta, por la cinta de marras a través de cinco de sus características formales y conceptuales.
Primero, el giro de tuerca de transformar una propuesta de ciencia ficción en un bodrio belicista de trincheras postapocalípticas, como el encuentro innecesario de “Mad Max” con “Rambo II”  y el video juego de la obra maestra de James Cameron, donde un punto de vista subjetivo dispara a mansalva contra el objetivo del adversario. Ello, por supuesto, elevado al cubo del hiperrealismo de los tiempos violentos y maniqueos de “Call of Duty”. Según Román Gubern, se trata de una consecuencia lógica del retroceso de la asistencia a la sala oscura frente al aumento de la demanda de cónsolas de Playstation, Wii y compañía.


Segundo, la insistencia de recurrir al esquema arquetipal del vano ayer, de la modernidad superada, por medio de un paquete de regímenes estancos en el diseño de los personajes.
Así, las mujeres son clasificadas y cosificadas en función de las consabidas categorías de antaño. No falta una madre abnegada a la espera de la cigüeña, una amazona fuerte víctima de su debilidad romántica, y una niña muda de color.Es decir, la feminidad entendida como silencio, maternidad, represión y condena. En pleno siglo XXI, todavía seguimos repitiendo las fórmulas morales de Cecil B. Demille y del Johh Ford menos progresista e iconoclasta. Del Jhon Ford fascinado por la energía misógina de su alter ego, John Wayne, en batalla frontal y a brazo partido contra la alteridad. “Terminator 4” va por allí y lejos de ocultarlo, lo proclama a los cuatro vientos.


Tercero, el canto a la destrucción por medio de la tecnología de punta, en oposición binaria a un enemigo carente de matices y condenado a ser una absoluta personificación del mal en una sola pieza. De tal modo, la figura del robot sirve para reencarnar el fantasma de un terrorismo implacable, despiadado, frío y maquinal, exclusivamente concebido para aniquilar y matar.
En consecuencia, la película traduce el subconsciente de una guerra no muy lejana, según la cual, los americanos se defienden con hidalguía y astucia de los ataques desmedidos y sorpresivos de sus adversarios. El síndrome Fox News ataca la pantalla grande.


Cínica y tramposamente, surge una imposible inversión de roles, donde los ahora invasores ocupan el lugar de los resistentes y salvadores de la patria en nombre de la soberanía del espacio mundial y el bien de la humanidad. Discursos propios del western de propaganda desde la época del período silente. Los colonizadores justifican así el combate y la reducción de sus territorios comanches.
“Terminator 4” es publicidad pura y dura a favor de la rapiña de Irak.
Cuarto, la apelación simbólica a la figura del soldado recto y paternal, inspirado en la gama de justicieros sensibles y sensibilizados de la gestión Reagan. Padres y dignos hijos dispuestos a dar la cara por la familia y por la supervivencia de la nación.


Quinto y definitivo, el cierre con una promesa demagógica de triunfo. Específicamente, del triunfo de una primera batalla en una confrontación de largo alcance, indispensable para lograr la paz duradera.Un final feliz manipulador fácil de entroncar con la orientación de la política exterior de los Estados Unidos a la luz de la contemporaneidad. Un happy ending tan infantil como apropiado para justificar el envío de más tropas a Afganistán.
En suma, “Terminator 4” es un lavado de cerebros para formar y formatear neuronas replicantes.

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