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Michael Jackson

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“Con sonidos se puede seducir a los hombres
a todos los errores y a todas las verdades:
¿Quién podría refutar un sonido?”

Friedrich Nietzche — La Gaya Ciencia.

Recientemente escribía sobre la hipocresía que rodea la muerte. Creo que no estoy descubriendo al agua tibia si digo que la muerte despierta y exacerba las mediocridades colectivas. Hay una especie de prurito en torno al fallecimiento. De eso habla muy bien la recientemente oscarizada cinta Okuribito, próxima a ser reseñada.

Yo entiendo que la muerte no es el momento propicio para sacar los trapitos sucios. Además, todos los juicios morales y moralistas son como un boomerang, siempre regresan.

Por eso estuve pensando si escribir o no esta nota. Porque sé que desde hoy, y en los próximos meses, van a llover las plañideras despedidas a Michael Jackson. En especial en estos tiempos en que todos cargamos una personalidad virtual. Todos, inclúyome desde luego, tenemos una personalidad Web que es, o debe ser, sensible. Así, de manera un tanto ridícula, algunos ponen en su perfil de Facebook, una actualización de status que dice “aquí, mi pana, muy triste por los niños de Uganda”, o crean un grupo: “ a que encuentro mil personas entristecidas por los perros callejeros”.

No estoy, de ninguna manera, asumiendo la pose moralista según la cual Internet es un nido de gente parecida a los protagonistas de The Big Bang Theory, pero, admitámoslo, la hipocresía es lo que manda, al menos, en la blogósfera venezolana. Se muere Paul Newman y salen, un montón de gente que no tiene ni la más mínima idea de quien era ese señor, a publicar un post titulado: “el cine llora la muerte de uno de sus íconos”. Incluso, con la terrible situación iraní, cuando se ha demostrado en los hechos que las redes sociales pueden, en serio, convertirse en una fuente alternativa de información, no falta el Web(ón) que se lo toma a vacilón y se une a la campaña Green Revolution, no por convicción sino porque es lo que está de moda.

Hace poco, a raíz de la última incursión israelí en la franja de Gaza, un bloguero español (disculpen que no tenga el blog a la mano para citarlo con propiedad) decía, algo así como que en Internet, ser humanista es lo que está de moda.

Sumémosle a esto el tema, ya mencionado, de la hipocresía que rodea a la muerte, y tienen la ecuación perfecta: hipocresía real + hipocresía virtual + tema tabú = ridiculez ².

Así que escribo esto a las 10:42 pm., inhalando un poco del malsano cigarrillo, con los audífonos puestos a todo volumen. Estoy oyendo al mejor de los imitadores de Michael Jackson: Justin Timberlake; específicamente su disco Futuresex/Lovesounds, el álbum producido por el digno sucesor del pesetero mediocre de Puff Daddy, me refiero, obviamente, a ese payaso de la industria discográfica, productor de monocromáticas chinchurrias musicales, llamado Timbaland. No estoy bebiendo nada porque mañana tengo trabajo, y no estoy llorando, porque para yo llorar hay que echarle o mucha bola o mucho alcohol a una herida abierta.

Es decir, no estoy triste y no voy a poner en el status de mi Facebook (sí, como todos los hipócritas de doble moral estoy criticando dos medios: los blog y FB, que utilizo profusamente) un status que diga: “Impresionado por la muerte de Michael Jackson” o “devastado por la muerte de mi ídolo”, mientras poso en mi foto de perfil como Daddy Yankee. Eso, simplemente, no va conmigo.

La razón por la que escucho a Justin es simple: yo ya no tengo discos de Michael Jackson, tampoco mp3. Me había descargado unos hace meses y los boté/guardé/perdí/que sé yo. Ya mañana, cuando cuelgue este post, tendré chance para descargármelos porque, algo me dice, que la hipocresía virtual hará que mañana tenga más a la mano la discografía completa de ese señor en formato mp3, quizás a 128kbps, pero gratis, aunque lenta de descargar porque, es seguro, que mañana estarán un montón de hipócritas como yo bajándose I’ll Be There para ambientar un slideshare de mal gusto, y colgarlo en youtube con el título Michael Jackson Tribute.

Entonces, viene el lamento plañidero: Michael Jackson fue el más grande cantante de mi infancia, yo deliraba por la música de ese señor. Acaba de entrar la mejor canción del disco de Justin What Goes Around, esa canción tiene un video raro, al igual que Thriller pretende tener trama, pero es una vaina tan cursi, con Scarlett Johansson engañando a Justin con Shaw Hatosi y estrellando su auto luego de una telenovelesca escena de celos, que termina por dar risa.

No les voy a aburrir (asumiendo que no se han aburrido hasta ahora) echándoles mis cuentos personales sobre Jackson. Además, ya todos pueden predecirlo. Hoy, la blogósfera debe abundar de post hablando de “cuando yo era chiquito imitaba los pasos de baile, y una vez me disfracé de Michael Jackson en Carnaval”… Lo que significó la música de Michael Jackson es, para mi, un asunto personal y, sobre todo real, así que me lo guardo en vez de convertirlo en una autoreferencia cursi. Me limito a decir que mi niñez no habría sido la misma sin Jackson.

Algún troll, debería tomar la última línea del párrafo anterior, para hacer un chistecito sexual tipo: “otro carajito al que se cogió Michael Jackson, con razón eres así”. Sírvanse amigos anónimos de la Web…

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Si hay algo que aprendí de los ídolos es que quien sea que haya dicho “Kill your Idols”, tenía razón: hay que matarlos, deshacerse de ellos y triturarlos. Así que, siendo consecuente con esa idea, aquí debería exponer cualquiera de los expedientes de Jackson. Total, el pana tenía un expediente más negro que el de Alberto Fujimori, y no es nada difícil sacarle los defectos. Michael Jackson no es como, por ejemplo, Gustavo Dudamel, con una imagen impoluta y pulidita para la adoración colectiva. No. Destruirlo es sencillo: podría sacar el listado de miserias explotadas por el periodismo sensacionalista, pero, es aburrido. Es decir, ¿qué pongo aquí?, ¿qué era pedófilo?, ¿qué dormía en cámaras hiperbálicas?, ¿qué compró los restos del hombre elefante?, ¿qué le tenía montado un altar a Elizabeth Taylor?, ¿qué era asexuado?, ¿qué el matrimonio con Lisa Marie fue una farsa?, ¿qué agarró a uno de sus hijos y casi lo lanza por la ventana?, ¿qué le faltaban todos los tornillos?, ¿qué se blanqueó?, ¿repito el chiste que hicieron en la Radio Rochela de los 90’s con Aristóbulo y Jackson discutiendo sobre la presentación en Caracas que nunca se hizo?

Podría ‘deconstruir’ al ‘fenómeno’ Jackson. Por ejemplo echarle la culpa por ser el autor intelectual de los crímenes de Bono, el de U2, y de todos los “artistas” que andan fotografiándose con niños africanos y mostrándonos lo sensibles que son. Decir que las farsas humanitarias-mediáticas nacieron con él. Barry Levinson y David Mamet lo satirizaron en una de las más memorables secuencias de la brillante película Wag The Dog.

Igualmente, con Jackson me pasa lo mismo que me ocurre con Spielberg, sé que es uno de los principales responsables de la hipercomercialización de la música. Si Spielberg no hubiera hecho Tiburón no existirían los blockbusters veraniegos, y sin Thriller, la música no nos daría cada cierto tiempo, fenómenos superfluos tipo Hansons o los Jonas Brothers.

Y bueno, ya que hablamos de videoclips, bien podría tirarme un comentario sobre la muerte de los mismos. El video, sépanlo, está muriendo, y Michael Jackson, su indudable Rey, muere junto a él. Jackson elevó el video a la categoría de cortometraje y ahora, cuando los videos son sustituidos por reality shows de wannabes llorones, Michael fallece, en lo que podría ser una metáfora brutal de la muerte de la música.

¿Qué más? Ah, claro, tendría que hablar de la exagerada cobertura que se le ha dado y se le dará a la noticia, similar a la desmedida atención que generó la muerte de la Princesa Diana. Tirándomelas de sensible social, diría: “mientras ustedes están pendientes de Michael Jackson, en África miles mueren de hambre, pero claro, ellos no son noticia”.

Resumiendo, recovecos para abordar la muerte de mi ídolo de infancia no me faltan

*****

Pero no quiero. Básicamente porque no recuerdo cuando dejé de oír a Michael Jackson y eso me molesta. Esta tarde, cuando mi mamá me escribió un mensaje de texto para decirme que estaba muriendo, la primera reacción fue el darme cuenta de que un día, así sin más, dejó de interesarme su música. A esa mierda (olvidar tus ídolos de infancia) le llama madurar.

Supongo que fue en el 96 o 97, cuando le robé a mi prima el disco del bebé que nadaba persiguiendo un dólar amarrado de una caña de pescar, cuando dejé de oírlo, estaba llegando a los 12 años y con ellos a mi etapa de rock y de negación de los discos con que había crecido.

Cuando salió Invincible, lo escuché y concluí que ese disco era una mierda. El video de You Rock My World con Marlon Brandon lo odié, aunque ahora, al verlo, me parece excelente.

Creo que lo ‘triste’ es que nunca volví a Jackson, y por el contrario, creo que también fui parte de la burla colectiva, de la inquisición mediática de la que fue víctima/victimario el cantante. Sí, ahora que recuerdo, me tripeaba burda el video de Eminem y el capítulo de South Park dedicado a la nariz del cantante.

Y es que, ya lo sabemos, nos encanta sublimar a alguien, llevarlo a la estratosfera de la fama y verlo caer para reflejarnos en él. Por eso la adicción al sensacionalismo, el gusto por el morbo. En Venezuela han resurgido con fuerzas las revistas de chismes y los blogs contentivos de miserias privadas de nuestra fauna farandulera nacional. Supongo que habrá un nombre para ese fenómeno. “El mal gusto entendido como una de las bellas artes”, decía Boris Muñoz en el libro Despachos desde el Imperio, para referirse al caso de Anna Nicole Smith y su rise and fall down massmediático. Ahí están Britney y Amy Winehouse, para nuestro deleite, cumpliendo con su papel de jóvenes talentosas, trágicas y malditas.

No sé si es justo afirmar que somos una sociedad mitofílica y por eso requerimos de estos mitos para poder congraciarnos con nosotros mismos y decir: “no se puede ser tan famoso sin que eso acabe contigo”. Lo que le falta a Jackson, es que en la autopsia que se le está haciendo, se descubra que la causa del paro que lo fulminó fue el consumo de alguna sustancia estupefaciente. Sería la cumbre del mito, la razón perfecta para terminar de asimilarlo y sentirnos contentos por su vida y muerte.

Yo, por mi parte, siento que con Michael Jackson se muere una parte de mi infancia y lo peor es que es una parte que ni siquiera recordaba. Como si aquel chico que seguía enfermizamente a aquel cantante que una vez fue negro, fuese hoy, una persona totalmente distinta.

Mis canciones/momentos favoritos de Jackson:

Happy Birthday Ft. Bart Simpson.

Bad.

Stranger in Moscow

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