La doble moral de la cartelera de verano: entre “UP” y “Transformers 2”

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Aquí hace calor. Mi temporada de asueto arranca en alto con “UP”, pero termina por lo bajo con “Transformers 2”, mero vehículo informático para la seducción por el fascismo de lo cool. Otra vulgar operación Hollywood, de lavado de cerebros, amparada y financiada( aunque usted no lo crea) por el Pentágono. Anticine defendido y puesto en escena por el tándem cotufero de Steven Spielberg y Michael Bay, a la sombra de Jerry Bruckheimer. Soldados y mercenarios al servicio del Departamento de Estado. Y no es teoría conspirativa. Es la cruel verdad.

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La literalidad del guión de “Transformers 2” es tan salvaje y reaccionaria como la argumentación de Obama para explicar su nueva ofensiva en el Medio Oriente, donde destruye aldeas y asentamientos civiles para garantizar la victoria de su títere en las próximas elecciones de Afganistán, mientras dice respaldar la democracia en Honduras. Es el clásico doble rasero de la Casablanca.

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Según la película de marras, la persistencia del mal en la tierra, de un mal absoluto y banal, justifica la intervención de una especie de policía global e interestelar, encabezada por las fuerzas armadas de Norteamérica. Algo, aparentemente, superado y deconstruido desde la época de “Team America”, cuando los creadores de “South Park” intentaron acabar, de una vez por todas, con el eje Hollywood-Washighton en los tiempos del declive de la mitología reaganista.

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Hoy, por desgracia, renace la ideología republicana de Rambo en la meca, pero con su respectivo cambio de imagen para seguir esclavizando la mirada de las generaciones de relevo. Es como si Roberto Michelliti recibiera dinero para producir un largometraje de ciencia ficción, en donde enseñara cómo y por qué se debe derrocar a un «villano comunista» del poder, al margen de las institucionalidad internacional. Mucho de ello hay en el fondo de “Transformers 2”. Para algunos, la guerra fría nunca culminó.¿Good bye Lenin?

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Por fortuna, la cultura de masas también nos lega para el verano, historias de mayor interés en el campo animado. Vaya paradoja. El género para niños da lecciones de madurez y de crecimiento intelectual a la aborrecible oferta para adultos.

De hecho, aprendí con “Up” a querer más a mis abuelos, a valorar más el intercambio entre Norte y Sur, a soñar mejor despierto, y a creer menos en la desfasada religión neocolonial.

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En “Up”, un anciano viaja hasta Venezuela, se redescubre aquí, y echa a patadas a un compatriota suyo empeñado en capturar un ave exótica de la zona para consolidar su fama como aventurero y explorador. Clara metáfora del despojo etnocéntrico, anteriormente encumbrado por Disney. Pixar vuelve a marcar distancia con su predecesor, con Mickey Mouse.

Con ello, el film le da la vuelta a la figura del héroe imperial americano, en clave de “Indiana Jones” y Erroll Flyn, hasta desdibujarlo por completo.

Al final, triunfa la tolerancia, el respeto por la otredad y la comunicación de lo viejo con lo nuevo, a la altura de dos joyas subestimadas: “Gran Torino” y “El Extraño Caso de Benjamin Button”. Cintas de diálogo y convocatoria de la tercera edad, frente al abandono de las salas por parte de la juventud amarrada al régimen de internet.

En suma, “Up” es una declaración de principios de la industria sobre el posible viraje de la política exterior americana ante el ascenso de Obama. Naturalmente, cargado de la corrección política y del mea culpa “concienciado” de rigor. En cualquier caso, es un mensaje preferible al discurso maniqueo de la zaga posmoderna de acción a la manera de “Transformers 2”.

Por lo visto, dos bloques de pensamiento conviven, en la actualidad, dentro de la fábrica de sueños. Cada uno busca su lugar y reafirma su poderío en la pantalla. Por lo pronto, unos dominan la taquilla y otros las entregas de premios, aunque igual luchan por devorar la mayor porción del pastel a repartir. Al final y como siempre, son las dos caras de una misma moneda. Es la esquizofrenia de la economía de mercado.Un populismo institucionalizado para no dejar por fuera a nadie. Ni siquiera a los rebeldes.

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