Hoy todo va por allí, por el famoseo, por el chiquiluqueo, por el pirañeo, por el fanfarroneo. Qué lacrateo, qué becerreo, qué chiguireo. Para mí, junto con Cindy, eso es más feo que un tiroteo.
Así que en lugar de echarme flores o echarle flores a los colegas por los 10 de panfletonegro, voy a aprovechar la excusa y el pretexto para ajustar cuentas con la página, con quienes la construyeron y hasta conmigo mismo, aunque sin ánimos de rozar el límite de la autoindulgencia.
Pues bien, ya Daniel hizo el resumen de las etapas y de los períodos de la página. Además de ello, volvió a amanecernos de golpe con otro rediseño. Sin embargo, el cambio de facto siempre le queda lindo y no hay necesidad de reunirse con Insulza o con la OEA para restablecer el viejo hilo constitucional. Únicamente le criticaríamos el hecho de no convocarnos para la gestación del nuevo formato. Quizás allí radican algunas de las debilidades de panfleto, y posiblemente de todo internet. Somos una comunidad virtual, aparentemente unida y comunicada, pero en realidad vivimos profundamente desconectados, segregados y atomizados. Cada uno en su burbuja de cristal. Cada uno en su proyecto. Cada uno por su lado. Y tan sólo nos reencontramos en la red, muy de vez en cuando.
Para los próximos diez años, deberíamos pensar en la forma de mantenernos integrados y al corriente de los demás, al margen de los fugaces intercambios de la web. Vamos a vernos las caras, vamos a discutir, vamos a sacar a la revista fuera del reducto de la pantalla. Vamos a debatirla en público más allá de lo privado.
De mis colegas, tengo poco para cuestionar y no me toca. A lo largo de diez años, muchos de ellos saltaron del anonimato al estrellato de la fama local. Otros alcanzaron un pico y luego se desinflaron, se desanimaron, y abandonaron el barco, para dedicarse a mejores empeños. Otros se fueron y regresaron por la puerta grande. Otros regresaron a la calladita. Y a otros les da pena regresar, tras haber fracasado en sus delirios de publicación y edición de lujo.
Algunos, todavía, no se toman en serio la revista, la subestiman, la juzgan y la condenan. Algunos sienten complejo de culpa cuando la leen y la producen. Algunos la hicieron grande en el pasado y en el presente. Algunos buscan rebajarla y reducirla con su desdén y con su tedio al escribir. Algunos lectores nos detestan a rabiar. Algunos pocos nos respetan por nuestra honestidad.
En el medio, la mayoría nos denigra y nos reniega. Jamás nos consideran y nos invitan a nada. Ni siquiera a tomarnos un café para hablar de poesía y de estética. La minoría nos soporta y nos consume como un placer culposo.
Ayer fueron Orlando Verde, Yadelcy, Tatiana, Pablito Antillano, Pedro, Vicente, Sergio, Daniel, Enio, Rosana, Jesús, Beatriz, Plácido y pare usted de contar.
Hoy somos Krisis, La Ch, Malobra,Pratt, JJ, JM, C, y el Señor Cobranza. Es decir, puros avatares. Por alguna razón, pasamos de la reafirmación de la identidad al refugio en el búnker del anonimato. Posiblemente, la política, la polarización y el miedo a la represión ideológica, hayan influido en la decisión soberana de no escribir con nombre propio. De seguro, es un síntoma de los tiempos. Por lo pronto y en lo personal, cumplo con la promesa de salir del closet. Es mi única concesión demagógica y mi única ofrenda populista para el décimo aniversario. De resto, seguiré siendo el mismo.
Lo hago porque ya la máscara del vengador anónimo, del antihéroe de la Marvel, me pesa demasiado en la conciencia, perdió vigencia y ya no me queda. Estoy un poquito viejo para la gracia del Subcomandante Marcos. De cualquier modo, con o sin capucha, seguimos en la lucha.
Para justificar la crítica hacia panfletonegro, se utilizan calificativos como: sectarios, tirapiedras( y esconde la mano), arrogantes, prepotentes, malcriados, resentidos, envidiosos, frustrados, sifrinitos, anarcoconservadoes y renegados de cartón. De todo ello y mucho más, hay escondido detrás de las páginas de panfletonegro. Pero también hay compromiso, guaramo, profundidad, sensibilidad y hasta liderazgo en la opinión. De hecho, más de una vez hemos dado un tubazo y más de una vez nos hemos situado a la vanguardia de la discusión nacional, cuando nadie apuesta por ella y cuando todos se resignan a interpretar el papel de «aplaudidores de iniciativas».
Aquí hemos roto con la censura, y al mismo tiempo, hemos convivido con la autocensura. No somos perfectos, no pretendemos serlo. Tan sólo queremos y buscamos, como dijo alguien por ahí, ventilar.
Ventilar lo que no nos dejan decir en los medios tradicionales. Ventilar lo que nos vetan en las revistas y los periódicos convencionales. Ventilar descontento y libertad de expresión. Ventilar para equivocarnos y corregir sobre la marcha. Ventilar para no quedarnos de brazos cruzados, mientras avanzamos hacia el desfiladero, hacia el vacío, hacia el abismo, hacia la nada.
Anoche vi, por tercera vez, «Factotum», la biografía no oficial sobre Charles Bukowsky. Frente a él y a su imagen, tuve una pequeña revelación. A Bukowsky nadie lo quería publicar y siempre lo rechazaban en todos lados. Pero siempre volvía, empecinadamente, a empezar de cero, a escribir en cualquier barra de cualquier taberna mugrienta, a la espera de ser escuchado algún día. Hoy de estar vivo, no me queda la menor duda, Bukowsky escribiría en internet ante la negativa y ante el rechazo de sus editores. Internet sería el desahogo de su bilis y de su aliento melancólico.
Por ello, salvando las distancias, considero a panfleto como mi pequeña barra de despecho, de soledad y de amor por la escritura. Yo ,por supuesto, no me creo Bukowsky, ni voy a llegar tan lejos como él. Ya quisiera yo para un día de fiesta. Sin embargo, puedo confesar que lo tengo como un referente y como un modelo para seguir adelante en panfletonegro por los próximos diez años. Salud y bienvenidos al barranco! Cervezas y cigarrillos para todos!El último que apague la luz y que pague la cuenta!Prohibido echar carro!