Los años han pasado, y aún sigo en la misma resaca. Escribir gracias no merece la pena; pero, si el editor no hubiese publicado mi primer poema en esta página, no me atrevería a formular un augurio de nigromante. Para algunos el ejercicio de la poesía se convierte en matemática de redención. Escribir gracias no merece la pena; pero, desde que tenía catorce años, hago cosas que no merecen la pena: gracias.
Despedida
A la manera de Enio Escauriza y de Daniel Pradilla
Los poetas,
esa chusma efímera,
sólo aparecen
en areperas
o en antros
contagiados de HIV.
Sólo aparecen
cuando el llanto
está a punto de abrir maletas
o cuando la sonrisa
despliega un arsenal de pañuelos.
Ay, querido amigo,
los poetas
son gente que no merece la pena
porque son egoístas
porque las últimas neuronas que les restan
pertenecen a la tristeza
o a la cucaracha de turno.
Ay, los poetas,
no leyeron el manual,
se conformaron con Baudelaire.
Y piensan que son cultos
(piensan tanto que rozan la filosofía).
Piensan que todo
se ha ido al carajo
cuando, los que se han ido al carajo,
son ellos
por ombliguistas
por obamistas.
Amigo mío,
tú que has descendido al infierno,
que sabes cómo se bate el cobre,
no pienses en poetas
(esa chusma efímera).
Tú, amigo mío,
eres serio,
hace tiempo besaste a la muerte
hace tiempo te entregaste, cual Cioran, al tedio
y aún vives
y aún tienes metralla
no pienses en poetas
que se largaron a otro mundo.