Elegy: es el cine choronga, estúpido !

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Fuimos y reímos, poeta. Fuimos en grupito, para ser más exacto, mi llave. Y no paramos de carcajearnos con la Coixet, de quien ya teníamos malísimas noticias desde las páginas de Cahiers Du Cinema y El Amante Cine, donde la fustigan a más no poder por sus aires de trascendencia y sus mensajitos de autoayuda envueltos en un empaque de lujo, a camino entre la falsedad del melodrama mainstream y el lenguaje sentimental de la publicidad. En resumen, el cine “choronga” o el “engaño pichanga” muy bien definido por los turcos de Buenos Aires en la siguiente nota de color. Ojo y atención porque buena parte del autodenominado “autorismo” criollo, va por el mismo camino, aunque con menos recursos y con más carencias.

http://www.youtube.com/watch?v=H8oMOp-ZmpQ

Pero nunca nos imaginamos el deslave creativo y estético de “Elegy”, si consideramos su inspiración en la obra de Phillip Roth y su plantel de actores solventes, como Beng Kinsgley, Dennis Hopper y Penélope Cruz. Sin embargo, hoy en día, ni eso es garantía de calidad, consistencia ni seriedad.

En realidad, con ellos o sin ellos, la Coixet es un absoluto camelo, un chasco, una trampa, una decepción, un engaño total, una estafa del pensamiento débil. Otra oferta engañosa incluida en el mal llamado Festival de Cine Independiente Americano. Ahora bautizado por nosotros, en coro y en plan de sorna, como Festival de Cine Deficiente ¿Americano? De verdad, ni es americano, ni es independiente, ni es un festival. Es un fraude a la altura de “Elegy”, película de una realizadora catalana cuya  creatividad se limita a disfrazar burdos argumentos de telenovela bajo un empaque de profundidad pseudopoética, medio kistch, a lo Pablo Cohelo revisitado por el nefasto combo de Memo Arraiga y Alejandro Gonzalez Iñarritú; los máximos exponentes del conservadurismo retroprogre en el ámbito audiovisual de América Latina. Mera especulación, mera corrección política de meros machos, pura necedad encubierta, pura corrección política, puro complejo de culpa, pura hipocresía de niños y niñas pijas, como el “Negro” y como la Coixet, con su pintica de bohemia fashionista de Barcelona. A la porra con ella también.

Al principio, debemos confesarlo, la pana nos deslumbró con un intro de lo más decente, con un personaje irresistible y verosímil dentro de su estereotipo: un profesor donjuanesco en horas bajas, enamorado de su respectivo oscuro objeto de deseo, Penélope Cruz, o mejor dicho, Consuela , alias “Juana la Cubana”, en la cinta de marras. Y aquí comienzan los problemas, porque cuando el brother Ben conoce a Penélope, la película sufre un retroceso vertiginoso hasta llegar a los linderos superados del folletín rosa, con enfermedad incluida, del romanticismo decimonónico pasado por el tamiz de la pantalla chica, de la madre patria a la sangre sudaca.

Cine del corazón y del chantaje lacrimógeno producido por cantidades industriales desde el triunfo de “Mar Adentro” hasta el estreno de “El Vuelo de la Mariposa”. Cine de refugio, de repliegue individualista, de protección y de defensa demagógica de los valores tradicionales de familia, propiedad y estabilidad del status quo ante la inevitable erosión de  todos los cimientos del pasado durante la caída de las máscaras en la era contemporánea.

Las viejas estructuras luchan por permanecer incólumes y indemnes, mientras las nuevas creencias apuestan por la deconstrucción y la autocrítica constante, como una forma de hacerle frente a las imposiciones dogmáticas del vano ayer.

Hoy ya no tiene sentido, por ejemplo, diseñar un catecismo monolítico para las masas. Hoy las masas deben tener la posibilidad de construir su propio catecismo en función de ideas maleables. Por ello, la doctrina y el sermón forzado de “Elegy” nos resulta tan fuera de orden, tan desfasado, tan caduco, tan demode, tan reaccionario.

De hecho, la trampa fundamental de la pieza consiste en cautivarnos, al inicio, con la figura de un intelectual más allá del bien y del mal, para luego llevarlo por el redil de la responsabilidad social y las causas altruistas, al confrontarlo con la imagen goyesca de la enfermedad y la decadencia. ¿ Por qué el personaje no puede ser feliz o ser un hombre digno, a pesar de sus defectos y de sus neurosis? ¿ Por qué la Coixet lo manipula y nos manipula para conducirlo por el terreno común del aprendizaje didáctico y aleccionador del Hollywood censurado y monogámico, a la sombra del código Hays?

No en balde, el personaje se presenta como un libertino de la antropología cultural, siempre en contra del puritanismo anglosajón. Por ende, nos molesta sobremanera la pésima idea de hacerlo pasar por una situación de crisis, para obligarlo a traicionar sus convicciones en pro de la búsqueda de un desenlace, paradójica y absurdamente, puritano. Un happy ending por la calle del medio, llamado a redimirlo de sus pecados y de sus rollos paternales. Verbigracia, el personaje es literalmente castigado y sometido a un calvario insoportable, por el simple y común hecho de ser un mal padre, de haberse divorciado y de mantener una relación de amor y odio con el sexo opuesto.

Así, el trazo grueso de la directora se revelará y se volverá a manifestar cuando ella le declaré el conflicto central al protagonista: lidiar con el fantasma de la muerte por vía indirecta de Penélope Cruz y Dennis Hopper. Es decir, a Penélope se le diagnosticará un cáncer de mama y a Dennis Hooper se le descargará un derrame cerebral en el preámbulo de un recital poético. Por lo demás,según algunos, a la Coixet se le empava aun más la película, cuando toma la pésima decisión de matar al personaje de Hopper delante del personaje de Kingsely, en una escena incomprensible, capaz de echar la poca credibilidad del guión por el piso en menos de tres segundos.

A partir de entonces, es difícil tomarse en serio a la película, y no verla y disfrutarla como una parodia involuntaria, con Majas Lloronas a lo Diego Risquez, cubanas gallegas, gallegadas cubanizadas, y musiquita conductista de Eric Satie para arrugar los corazones y aguar los guarapos de la gente insensible. Ésa gente inmune a la belleza espontánea y natural de la calle, pero dispuesta a dejarse conmover por cualquier falacia vendida y legitimada como “cultura” , por el sistema comercial del arte. Es la manía por el consumo ennoblecedor. Es el juego de la distinción denunciado por Pierre Bourdieu.

Por fortuna, mi amiga la China no cayó en la trampa. Una tarde de la semana le comenté la experiencia y ella de inmediato me aclaró la vista con su agudo sentido del humor negro: no vale, Sergio, eso es igualito al corto de la Coixet de “París, Te Amo”. ¿No te acuerdas?

Y acto seguido, La China sacó debajo de la manga una copia de la película y me la puso en la parte de la Coixet. Y allí tuve una pequeña respuesta a mi descontento por la Coixet. Y yo pensaba en silencio: es el cine choronga, es el cine choronga,  estúpido!

No pierdan el tiempo, entonces, como nosotros pagando por la entrada de  Elegy. Con ver el corto de la Coixet de “París Te amo” por youtube, les basta y les sobra. A continuación se los dejo. Hasta la próxima.

 

4 Comentarios

  1. Pana, gracias por la referencia.

    Ahora puedo vivir más tranquilo diciendo que Crash (la de Haggis) es una basura autoindulgente llena de obviedades. Hay gente que piensa como yo.

  2. Me encanta Wong Kar Way. Puro cine, pura poesía de verdad. Nada de choronguismo. Muchos saludos. Gracias a los dos por comentar. Por cierto, Pratt, yo también odié a Crash. Un abrazo. 

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