A las once de la mañana fuimos convocados a la sala de la Cinemateca Nacional(antes MBA, después GAN, ahora nuevamente MBA), para presenciar una conferencia con Spike Lee, bajo el título de “Cine, Política y Autodeterminación de los Pueblos”, en homenaje al aniversario de la Ciudad de Caracas y con el patrocinio de la Alcaldía de Jorge Rodríguez, cuya representante cultural, Zuleiva Vivas, es la mamá de su esposa.
Los Vivas y los Rodríguez siguen manejando la política desde la concepción conuquera y semifeudal del siglo XIX en la Venezuela de Guzmán Blanco, cuando primos y suegros se repartían la torta del poder, en una especie de monarquía endogámica signada por la reafirmación de la sangre y el linaje de alcurnia. Hoy ocurre lo propio, con ligeras diferencias, en el seno de la cúpula, roja rojita, de la revolución chavista.
Así, la tara del nepotismo gomecista vuelve a renacer de sus escombros, de la mano de las prácticas incestuosas legitimadas por el gobierno de turno. Ello, naturalmente, es una afrenta al ejercicio de la democracia, donde nadie debería ser elegido y destacado en cargos públicos por el origen de sus apellidos, sino por la calidad y la idoneidad de sus méritos a las luz de las funciones a cumplir.
Nada extraño y curioso resulta entonces la figuración de Zuleiva Vivas y de Andrés Izarra en la ficha técnica de la organización del encuentro con Spike. Recuerden la relación de Andrés Izarra con su padre William Izarra, uno de los militares consentidos del actual sistema monocolor. Por desgracia ,no es la primera ni la última de las contradicciones vinculadas a la visita turística del director americano a tierras bolivarianas.
La segunda incongruencia de facto radica en su endeble discurso racial o racista, según el punto de vista de cada quien. En cualquier caso, Spike todavía quiere elevar la bandera de Mather Luther King y Malcom X, de la boca para afuera, mientras hace alarde de su pasión y su debilidad por los íconos de la sociedad de consumo, desde los Yanquis de Nueva York hasta su pinta de B-Boy de lujo, sin olvidar su amor confeso por Michael Jackson, símbolo de la traición a la condición afroamericana.
Por tal motivo, cuesta muchísimo comprender el afecto de Spike por Michael Jackson, al extremo de ensalzarlo y aprovecharlo, una vez más, para iniciar su conferencia en Venezuela, donde comenzó con la proyección del video extendido de «They Don’t Care About Us.», filmado y grabado en las favelas de Brasil. Un tema “polémico” y “concienciado”, al estilo del ídolo del pop, capaz de resumir en cuatro minutos las virtudes y defectos del cine de Spike Lee, debatido entre la necesidad de vender sus mercancías por medio de la estética MTV y la obligación retroprogresista por ofrecer (a cambio) un mensaje de “compromiso”, bien cercano al ideario filantrópico de las estrellas de Hollywood afectas al partido demócrata.
En lo personal, lo considero un mero cuento publicitario de responsabilidad social, explotado por los mercaderes de lo cool para cuidar su imagen de cara a las grandes masas, a costa del señuelo populista y demagógico de las banderas humanistas de occidente, como la inclusión, la opción por los pobres y la lucha por los derechos del hombre.
Por eso, en la predica altruista del viejo Spike pueden convivir ,tranquilamente, dos fenómenos antagónicos como su condena abierta al cierre de cualquier medio de comunicación y su apoyo tácito a un estado acusado, por la comunidad internacional, de impulsar una campaña de hostigamiento a la libertad de expresión, a través de la clausura técnica de varios canales y la constitución de una hegemonía radioeléctrica, sin parangón en la historia de América Latina, con un red de seis estaciones de televisión y no menos de 300 emisoras leales en el ámbito comunitario, por no hablar de las presiones y represiones ejercidas por Conatel al amparo de la Ley Resorte y al resguardo de la enorme cuenta publicitaria manejada por Miraflores, para comprar y premiar lealtades, pero también para castigar a los disidentes.
En semejantes instancias, el discurso del viejo Spike comienza a desmoronarse más allá de sus inobjetables dotes como narrador, orador y realizador. Lastimosamente, su visita fugaz a Venezuela no soporta el menor análisis de contexto.
Otro hueso duro de roer fue la traducción en vivo de la conductora de Avila TV(señal del estado), Apolonia, rapera de poco vuelo y nula trayectoria, mejor conocida por cantar el estribillo de la única canción exitosa de “La Corte”: “Papi dame Leche, papi dame Leche”. Ahora, ella también es una insignia fashion de la revolución, a nombre de la contracultura y la rebeldía como negocio político.
Por lo demás, cumplió un muy triste papel al lado de Spike Lee, al creerse, de manera soberbia, protagonista del show y personaje secundario de la velada, aunque haciendo mal su trabajo como intérprete del director. La pana manoteaba al público, se tragaba palabras y frases completas, malandreaba a diestra y siniestra, y jamás reconocía un error, encumbrada en el podio de la arrogancia. Su perfomance, en suma, evocó el célebre título de la obra maestra de Sofía Coppola, “Lost in Traslation”.
En paralelo, Spike soltaba chistes y entretenía a la platea con sus clásicas salidas, aparentemente improvisadas, pero desgastadas con el transcurso del tiempo. Las mismas salidas con las cuales saltó a la fama, por allá por los años ochenta, en el Festival de Cannes. Hoy en día, el certamen Francés lo tiene a raya y al margen de sus secciones competitivas, porque lejos de reinventarse o autodeconstruirse, insiste en repetirse y parodiarse, cual Kusturica. Casualmente, dos autores agotados y en vías de decadencia, ya relegados y desechados por la metrópolis.
Ahora la colonia y la periferia los acoge y los alberga como la novedad del momento, para rendir frutos en la escena del proselitismo juvenil y estético, siempre a la búsqueda desesperada de la última barajita para coleccionar en el álbum de Facebook.
Los chicos y las chicas modernas de la Caracas de lo posible no faltaron a la cita esnobista, con sus mejores galas al descuido, para escuchar mansa y pasivamente la misa del reverendo Spike, apenas interrumpida por una pregunta incómoda y unos amagos de abucheo.
A partir de allí, los dueños del circo decidieron levantar la carpa, de improvisto y de facto, para evitar tragedias y perjuicios mayores. Súbita y abruptamente, como diría la China, suspendieron la sesión de preguntas y respuestas, en medio de un pote de humo a lo Batman: la posibilidad de tomarte tu foto con el Mickey Mouse de la resistencia antiesclavista, Spike Lee. Eso apaciguó los ánimos y cerró el acto con broche de oro, no sin antes agradecer a la Alcaldía de Caracas y al mecenas Jorge Rodríguez por los favores concedidos.
Las luces descendían su intensidad, muchos abandonaban la sala, y uno de los verdaderos señores de las sombras intentaba pasar desapercibido, Fernando Sulichin, el productor argentino encargado de hacer el lobby para traer a Caracas a los representantes de la izquierda caviar de la meca. Fernando Sulichin le escapaba a los flashes y con su acento porteño afirmaba: tranquilos chicos, tranquilos, va haber Spike para todos, no sé preocupen, uno a la vez, uno a la vez…
Era, por supuesto, una situación como de parque infantil, como de parque de atracciones.
Era y es una metáfora, una parábola y una alegoría de los tiempos del socialismo en el siglo XXI: una brutal síntesis de espectáculo, seducción por la fama, culto a la personalidad, pensamiento débil y posmodernidad light.
Un canto a la inconsistencia, al vacío y a lo efímero.
Así ,el gremio cine festeja el aniversario de Caracas. Con bonche , música y pantalleo.
Todo en beneficio del ego de Spike Lee.
Todo en beneficio del ego de Jorge Rodríguez.
Todo en beneficio del ego del Presidente.
Todo para olvidar las penas, las miserias y las carencias.
Todo un dineral botado al excusado.
Vacaciones gratis para Spike Lee.
Y encima recibe las llaves de la ciudad de manos del Alcalde.
Nosotros pagamos la factura.
El más pendejo paga la cuenta.
Como siempre.
Nada cambia.