¿Cuál es la estrategia retórica de los sicofantes de turno? Los sofistas útiles intentarán aplicar atajos conceptuales para que el defensor de la libertad de expresión sea visto como un ávido fanático de Canales como Globovisión. Luego, intentará desesperadamente hacer otro salto cuántico conceptual (es decir, un disparate que sólo funciona en Venezuela) para lanzarlo al saco de los recalcitrantes que apoyaron el golpe del 2002 o el más reciente golpe de Honduras. Esa es la estrategia de la derecha autocrática venezolana: defender atacando al otro con la esperanza ilógica de que pintar al interlocutor como un monstruo equivale a tener razón en sus propios argumentos. Otra aberración lógica, otro disparate al que nos tienen acostumbrados aquellos que defienden «designaciones democráticas a dedo» («no es lo mismo ser nombrado por el dedo de CAP que por el de Chávez», Aristóbulo dixit) o se apresuran para embarrar los procesos de sustitución de libros en la biblioteca de Miranda arguyendo «aquí no ha pasado nada».
Allá ellos. A riesgo de quedar como un nostálgico, diré que lo importante es exponer nuestros propios argumentos y defenderlos. Entonces, ¡oh innovación!, Me abstendré de atacar o descalificar al contrario, creo que eso lo logran ellos mismos defendiendo esta ley-censura.
Premisa 1: la desregulación de los contenidos que circulan en la polis. En esta discusión debemos evitar relativismos conceptuales ya que no se trata de eso, no se trata de casos particulares, de RCTV o Globovisión, se trata de responder a la pregunta, ¿debe el Estado imponer temas y contenidos adecuados y correctos en el diálogo abierto? Y si debe hacerlo, ¿cuál es el criterio para dirimir si un contenido es adecuado o debe ser censurado? Como ya dije en La revista, la respuesta a esta pregunta es NO. Tenemos suficientes casos de Estados regulando contenidos y ya sabemos a dónde conduce eso. Es ridículo pensar que el Estado permitirá la circulación de contenidos que le son adversos, críticas y denuncias. Por esto, porque el único arma que tenemos los ciudadanos es la circulación de ideas, es que el Estado no debe meterse en estos asuntos. Obviamente, si los medios abusan de su poder, transmitiendo mensajes racistas, por ejemplo, deben enfrentarse a la regulación de la ley. Pero de allí a imponer censura abierta basándose en eufemismos sobre «la moral pública» (vaya derechismo ridículo) hay un paso. La izquierda se caracteriza por creer que los problemas de «moral» deben ser resueltos por los ciudadanos, la derecha por creer que el Estado debe tener inherencia en esos problemas (como el aborto o la eutanasia).
Premisa 2: No estoy de acuerdo con lo que usted dice, pero defenderé su derecho de decirlo hasta la muerte. Esa es la idea fundamental sobre la libertad de expresión. Es muy fácil defender las ideas cuando estamos de acuerdo con ellas, lo difícil es hacerlo cuando son ideas con las que no estamos de acuerdo. Es decir, soy un crítico acérrimo de Globovisión y sus contenidos, pero no quiero que me quiten la posibilidad de demostrar una y otra vez, a través de la argumentación, por qué creo que Globovisión es una soberana basura. Eso es libertad de expresión: la posibilidad de confrontar argumentos y hacer debates, para reafirmar por qué creemos tener razón y por qué el otro está equivocado. Eliminar esa posibilidad es atentar contra el tejido discursivo de la sociedad, es autocrático y conduce al totalitarismo (el historiador francés Etienne Balibar tiene numerosos ensayos al respecto).
Premisa 3: La libertad de expresión existe para proteger a los ciudadanos y las minorías del Estado, no al revés. Es una idea espeluznante el que el Estado, es decir, el partido que controla los medios de producción y numerosos medios de comunicación, sea quien decide qué se puede decir o no. Es eliminar la voz de los oprimidos, de las minorías, del contrapoder. Es eliminar el diálogo con nuestros representantes, es impedir la crítica y la rectificación. Por ejemplo, ¿qué sucedería si un Acosta Carles decide que es atentar contra «la moral pública» el realizar películas con temas homosexuales? ¿O el que las mujeres puedan escoger cómo vestirse? Estos dos grupos, históricamente pisoteados por el poder, serían excluidos del diálogo en la polis. Personalmente, no quiero que excluyan a nadie, creo en una sociedad donde todos podamos exponer nuestros puntos de vista. Esta ley es exactamente lo contrario.
Estas tres premisas me parecen lo suficientemente claras como para sentar las bases de mi postura en torno a esta ley. Históricamente, es un proceder autocrático de derecha; intelectualmente, es una aberración, y prácticamente, es un atropello que refuerza al poderoso (el Estado) en detrimento del oprimido (el ciudadano). Porque reivindico el legado de George Orwell, de Karl Popper, de Hannah Arendt y más recientemente de Habermas, Derrida, Baudrillard y hasta Richard Rorty; es decir, aquellos que lucharon para hacer avanzar estas premisas que expliqué anteriormente, es que me posiciono en las antípodas de esa ley. Porque soy consistente. Porque no apoyo posturas que parecen sacadas del manual de Videla o Trujillo. Porque eso es de la derecha autocrática.
Espero quede claro.