panfletonegro

Twitter no tumba gobiernos: Reflexiones sobre el cyberactivismo

/home/depr002/panfletonegro.com/v/wp-content/themes/panfleto2019/images/random/depr_12.jpg

Toda causa política se enfrenta a dos enemigos: el tiempo, y la cotidianidad (Y podría agregar una tercera: la mediocridad colectiva). Si el conflicto político (marcha, huelga, etc) no genera resultados inmediatos, la tendencia natural es al desinfle, el cansancio y el regreso de los participantes del conflicto a su vida cotidiana.

De ahí que la posibilidad de hacer una resistencia a largo plazo contra el estado sea una labor bizantina. Más aún si el estado en cuestión es un petroestado poseedor de incontables recursos financieros, el apoyo de las Fuerzas Armadas, la complicidad de los Poderes Públicos carentes de autonomía, el control de la mayoría de los medios de comunicación radioeléctricos e impresos, el control de todos los cuerpos de seguridad, el reconocimiento de toda la comunidad internacional, y además, si ese estado es el principal empleador, o sea, el mayor pagador de las nóminas de los potenciales participantes de un hipotético conflicto.

Es lo que pasó en Venezuela entre diciembre de 2002 y febrero de 2003. Luego de meses en los que se creía que la paralización de la empresa petrolera nacional, protestas de calle diarias, mensajes en medios de comunicación, artículos de prensa, comunicados públicos dados por una plataforma unitaria de partidos y movimientos políticos de diversas tendencias, y una petición permanente de renuncia al Presidente de la República, iban a generar como resultados la caída del gobierno.

Obviamente eso no fue así: el estado maniobró, se alió con empresarios como Wilmer Ruperti, sancionó a los huelguistas, reprimió las manifestaciones públicas, y al final, pudo victimizarse ante la comunidad internacional, y salir fortalecido de cara al referéndum revocatorio que enfrentó un año después.

Desde esos días hasta ahora, suele repetirse un ciclo en Venezuela: el estado anuncia una medida arbitraria, dicha medida indigna a los opositores al régimen, se desatan protestas que pronto son reprimidas, y al poco tiempo, todo vuelve a la normalidad. En la gente queda la sensación de que las protestas no sirvieron, que los venezolanos son frívolos, que el gobierno volvió a ganar, y que los movimientos políticos y sociales que enfrentan al estado no tienen sustancia, o son colaboracionistas.

Muchos esperan que el gobierno caiga de un día a otro, que una marcha o protesta provoque la desestabilización del régimen y se produzca un cambio de gobierno, al esto no ocurrir, el desánimo y la inacción le dan una victoria al Presidente.

Así que es bueno decir esto ahora: Chávez no caerá hoy, ni mañana, ni pasado. Aquí no hay posibilidad alguna de que las Fuerzas Armadas se insubordinen como lo hicieron en Honduras, y el cierre de 34 emisoras y un canal de televisión, no generarán ningún movimiento popular que acabe con el gobierno. Incluso, si cerraran las más de 200 radioestaciones que están bajo amenaza, tampoco ocurrirá nada extraordinario,más allá de algunas protestas de calle.

De hecho, y sin ánimos de hacer un análisis seudo-histórico, bien podría decirse que “el pueblo salió a la calle y tumbó al gobierno” es un mito. Una leyenda promovida por grupos políticos necesitados de mitificar sus luchas sociales, con el cuento de hadas de que miles de personas en la calle acaban con un gobierno poderoso.

La realidad es que todo movimiento de esa naturaleza, siempre ha contado con el apoyo de un sector mayoritario de la Fuerza Armada (23 de enero de 1958 en Venezuela, 28 de Junio de 2009 en Honduras, Caída del Presidente Fernando de la Rúa a finales de 2001 en Argentina), apoyo extranjero de personalidades o países importantes (Movimiento Solidaridad en Polonia, La Revolución de los Claveles en Portugal, Derrocamiento de Jean Bertrand Aristide en Haití) o la disidencia interna de sectores políticos del propio gobierno (Caída de Lucio Gutiérrez en Ecuador en 2004, o la declaración de insanía mental del también Presidente ecuatoriano Abdalá Bucarán en 1997).

Lo que pasa es que la historia debe mitificarse, exagerarse y convertirse en leyenda para elevar el espíritu político de los países.

En el caso del estado venezolano, está claro que la élite política que gobierna al país entendió que puede maniobrar a un país en protesta, que basta con joder a unos cuantos para que los demás se dispersen. El gobierno comprendió que la capacidad de reacción de los ciudadanos es limitada, y puede ser vencida sin que eso implique arriesgar la credibilidad democrática internacional, todavía sostenible, no solo por la legitimidad de origen del gobierno, sino por la chequera sin límites de Venezuela, amén de los intereses que se mueven en las instancias transnacionales.

Sin embargo, todavía persiste la creencia popular de que el gobierno se cae hoy, se cae mañana, se cae la próxima semana, solo le falta un empujoncito, la comunidad internacional no va a aceptar esto, y demás ingenuidades que se escuchan de boca de los ciudadanos indignados por los abusos oficiales.

Toda esta reflexión viene a cuento por lo ocurrido ayer, cuando, en un hecho que desde ya puede entrar a la historia del cyberactivismo internacional, Venezuela registro miles de visitas al Twitter, y colocó en el primer lugar de tópicos de discusión de esa página de micriblogging, la etiqueta #Freemediave. A pesar de que dicha etiqueta desapaareció «mágicamente» horas después.

De inmediato, empezaron a circular tres reacciones:

1) La del gobierno, que en un patético anacronismo, calificó de ‘campaña de ultraderecha’ la insólita cantidad de Twits (más de 100.000) que ayer inundaron la página Twitter. Y que, además, en un desconocimiento bárbaro de las herramientas de periodismo ciudadano, despacharon la iniciativa, con el remoquete de que se trataba de sifrinos escribiendo desde computadoras caras.

2) La de los optimistas de siempre, quienes, de inmediato y sin detenerse a reflexionar un minuto, empezaron a sobrestimar la capacidad de Twitter y la penetración de Internet en Venezuela, y aseguraban la ridiculez de que el Presidente estaba “aterrado” por lo que estaba ocurriendo. Incluso, llegué a recibir mensajes que decían que Twitter iba a tumbar al gobierno en las próximas horas.

3) Los escépticos, que llamaban a no banalizar la protesta, a despegarse la computadora y ‘salir a la calle’, a no convertir aquello en una competencia por “ver quién retwittea más rápido”, y alguna por ahí se preguntaba si hacer circular mensajes como ““@TigresaOriente Mis Fans de Venezuela me uno a su protesta del cierre de algunas Radios Venezolanas.Chávez recapacita #FreeMediaVe” no era, sencillamente ridículo.

Una amiga, de facebook :), me preguntaba si toda esa paja de Twitter no era nada más que el ánimo de algunos de sentir que se involucraban en la lucha, desde la comodidad burguesa de sus casas y sus laptops.

Uno más, me dijo que Twittear en inglés algo como “@johnmanuelsilva The ultraright goverment of Hugo Chávez, has propose a law that punís the opinions and informations in Venezuela.” Era estúpido.

Así que es bueno aclarar tres cosas:

1) Twitter, no es ninguna página de ultraderecha. Los Twit son post de 140 caracteres, a través de los cuales se puede transmitir y reciclar información. Paradójicamente, casi siempre es información que circula por los medios ‘serios’ de comunicación, como bien pudimos comprobar ayer, cuando las noticias de El Nacional, El Universal, Unión Radio, CNN, BBC, Tal Cual, Reuters, EFE, France Press, e incluso, ABN y Radio Nacional, eran Retwitteadas por los usuarios, con más fruición que las noticias que, según ABN, pecan por «inexactitud o inexistencia de la fuente o lo que implica la propia confirmación del hecho» (SIC,¡Que bolas!, ¿la principal agencia de noticias del gobierno no puede redactar algo con coherencia?). Twitter no tiene línea editorial, sus usuarios no se conocen entre sí, y lo que se publica o deja de publicar no es controlado por ninguna mente maestra.

2) Me parece hasta estúpido decir que Twitter no va a tumbar al gobierno de Chávez, ni a ningún otro, pero como algunos no lo tienen claro habrá que decirlo: Internet tiene un nivel de penetración en Venezuela, aproximadamente, del 30% de la población. Es decir, 7 de cada 10 venezolanos no tienen Internet y no saben que existe una página con un pajarito azul claro que tiene atiborrados mensajes contra el gobierno.

3) Esta ‘lucha’ no es a corto plazo. Llamar a la gente a que se enfrente al superestado venezolano a pedradas es idiota, y es un llamado al suicidio colectivo. La medida tomada contra las 34 emisoras y un canal de televisión no generará una reacción popular a nivel nacional con la fuerza suficiente de paralizar al país o desencadenar un pronunciamiento militar.

Venezuela vive una guerra todos los días, cientos de ciudadanos mueren semanalmente en nuestras calles. Muere más gente en Venezuela que en un conflicto bélico, y si eso no provoca ninguna reacción, menos lo hará un honesto señor venido en llanto por el cierre de su emisora.

La gente no va a dejar de vivir sus vidas solo por eso. Esa es la razón por la cual las dictaduras duran tanto, las personas, a la larga, encuentran una forma de convivir con el horror y abrazar la indiferencia. Los movimientos antidictatoriales fracasan, porque la gente debe salir a hacer la compra, debe llevar los niños a la escuela y debe trabajar a diario, la protesta altera esta rutina, por eso, si no da resultados a corto plazo, las personas suelen cansarse y transigen. Inclusive, la madre a la que le matan un hijo en algún barrio de Caracas, sigue viviendo su vida, a pesar de su hijo muerto y de que los órganos de justicia no le resarzan la pérdida. (OJO: Antes de que sigan leyendo, aclaro, no es que esto me guste mucho, yo solo digo que así es, a mí me gustaría que fuera de otra forma)

Así que entendamos, hoy no se pelea por tumbar al gobierno, las Fuerzas Armadas no harán nada, la comunidad internacional se hará de la vista larga, el maricón de José Miguel Insulza dirá que no puede hacer nada y nos mandará a dialogar con el gobierno, y “el pueblo” no va a salir a las calles, ni va a tumbar Miraflores a pedradas.

¿Entonces, para qué hacer esto? Yo creo, que la labor de escribir en blogs, Twittear, circular textos en Facebook y Myspace, colgar videos en Youtube, y hacer uso de las herramientas Web para hacer patente la situación de Venezuela, no tiene ningún otro fin que no sea informar e interrumpir la cotidianidad de la gente para recordarles, mientras hacen la compra y llevan a sus hijos al colegio, lo que está ocurriendo en Venezuela. También estoy convencido de que este debate, ayuda a poner en relieve, fuera de nuestras fronteras, la situación venezolana. De resto, ni creo que vaya a tumbar al gobierno Twitteando o blogueando, ni creo que Chávez le tenga miedo al pajarito azul.

En La Revista, un notable esfuerzo de divulgación política, llevado adelante por el escritor venezolano Vicente Ulive, hay dos artículos que tocan el tema, desde el escepticismo Xavier B. Fernández habla de «la dictadura de la realidad», y Daniel Pratt cuenta la historia del cyberactivismo, desde Seattle hasta Obama. Ambos texto son totalmente recomendables para entender lo ocurrido ayer.

Dicho esto, si quieres, únete a la campaña.

Technorati Tags:

Salir de la versión móvil