“La historia, la única historia posible, somos nosotros… el pasado nunca me hizo falta para vivir en ella. Por el contrario, mi pasado, sí.”
José Ignacio Cabrujas. — «La Ciudad Escondida».
Ofrezco disculpas por volver al tema político, se supone que debo cobijarme en la típica impostura impermeable, según la cual, el agua no me moja, el fuego no me quema, mi mierda no hiede. Y por tanto, se supone que este debe ser uno de esos antisépticos artículos en los que declaro, de una, que no estoy con el gobierno ni con la oposición, que yo soy muy arrecho para caer en categorizaciones como esas, y que además, yo estoy por encima del común de las personas.
Ofrezco también disculpas porque en las líneas que están por leer no encontrarán expresiones contra Cecilia García Arocha, diciendo que es una vieja enchufada desde la cuarta, que participa de yo no se cual guiso y que me cae gorda. Tampoco encontrarán líneas agrias contra Amalio Belmonte. De la misma forma no soltaré insulto alguno contra Ricardo Sánchez, sus gritos, sus exageraciones, sus problemas de dicción y su oligofrenia.
Así que si usted es de esos que no puede criticar al gobierno sin hacer una larga aclaratoria deslastrándose del pasado y señalando que sí, usted es opositor, pero desde su seguro cinismo. Diciendo: O sea, sí, yo soy opositor, pero la oposición es una mierda. Este post lo decepcionará.
¿Por qué no lo haré? Básicamente porque estoy cansado de ese maldito chantaje según el cual en toda opinión contra el gobierno debo colar también una reflexión contra Israel, una condena a Carlos Andrés Pérez, un insulto a Estados Unidos y una burla a cualquiera de los políticos opositores, porque si no lo hago soy pro-israelí, pitiyanqui, adeco, y títere de los medios. Como brillantemente señalara Israel Centeno, hace unos días: yo me cansé de ser un Chavezcoholic, que utiliza las neolenguas impuestas desde el poder.
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Hay una cruz que el gobierno ha debido cargar en su espalda: nuestro Presidente, y también muchos opositores cínicos-postmodernos, son hijos de la democracia puntofijista, y eso los descorazona.
Sí, el pasado fue una gran mierda: el caracazo, el amparo, estudiantes asesinados en protestas (por cierto, a todos los cronistas del ayer, ¿sabían que en Venezuela, durante el actual periodo, ya van unos 8 estudiantes muertos en manifestaciones públicas?), corrupción, pobreza y un larguísimo etcétera, lleno de incompetencia y mediocridad.
Hay una idea que me viene dando vueltas en la cabeza desde hace días. La razón por la que el Presidente es tan cobarde es porque nunca fue reprimido en ese “pasado espantoso”.
Así es. La chambonada del 4 de febrero le costó la vida a cientos de civiles, muchos de ellos niños. La otra, la del 27 de noviembre, le costó la vida a muchos más, entre ellos, a varios trabajadores de VTV. Y sin embargo, Chávez pasó en prisión dos años, dos míseros años. Ni siquiera en una cárcel sino en un anexo, protegido y aislado de los motines, de las bandas carcelarias, de los chuzos, y de los baños de las cárceles, donde pasan ciertas cosas que el Presidente nunca tuvo que ver ni siquiera de lejos.
No solo él, todos los golpistas estuvieron solo dos años en la cárcel, luego de haber sido sometidos a juicios justos y respetándose su derecho a la defensa. Javier Elechiguerra, Virginia Contreras y Carlos Escarrá se cuentan entre los abogados que defendieron al comandante y sus co-golpistas.
Una vez lo dije en este mismo espacio: la gran frustración del Presidente es no tener una historia épica que contarnos. Cosas como un indulto otorgado por Caldera, una cárcel bastante amable, una heroicidad construida a través de exageraciones que los medios se encargaron de divulgar, seducidos por la personalidad del Teniente Coronel, no dan para hacer un libro de historia.
La gran frustración de esta gente es no tener heridas de bala que exhibir, es no poder contarnos la historia de su tortura, es no tener una batalla, una guerra, o un sufrimiento lo suficientemente grande como para justificar todo ese resentimiento con el que nos atosigan a diario.
Los comisarios Vivas, Simonovis y Forero fueron condenados a 30 años de prisión luego del juicio más largo y amañado de la historia judicial venezolana. Francisco Usón debió pasar cinco años en prisión por un delito de opinión. Todavía hoy, hay estudiantes sometidos a régimen de presentación en los tribunales por las protestas que organizaron a raíz del cierre de rctv. Los presos del Táchira estuvieron casi el doble de tiempo que Chávez estuvo en la cárcel, por delitos menos graves y en condiciones indignantes: comiendo donde defecaban, con un solo baño, obligando a sus familiares a someterse a vergonzantes procesos de cateo antes de poder visitarlos. Y, por cierto, a los comisarios, ahora se les niega el derecho de ser visitados por sus hijos.
Pienso en Chávez, con un permiso especial para que sus familiares pudieran visitarlo en la cárcel, sin ser sometidos a los vejatorios procesos de revisión a los que son sometidos los venezolanos comunes, los ‘pata en el suelo’ de los que tanto habla el jefe supremo.
Debe ser por eso que dicen que antes había una sociedad de privilegiados en Venezuela: yo dudo que haya habido otro reo venezolano con más privilegios que los disfrutados por el Teniente Coronel.
Esa es la misma frustración de los ‘intelectuales’ tapa amarilla que acompañan al socialismo del siglo XXI, Britto, Chalbaud, Montoya, Azpúrua y Balza (leer comentarios), entre otros, no soportan el estigma de saber que hicieron toda su obra con dinero de los gobiernos adeco—copeyanos de los que ahora reniegan.
Todo esto viene a colación porque ayer (13/08/2009), cuando escuchaba a Eleazar Díaz Rangel, esquivando olímpicamente las preguntas de sus propios periodistas, ayer, al venirme en vómito con la despreciable mueca de la patética Cilia Flores, ayer, cuando pasaban los PM cargando encima el complejito de todos los pacos que reprimen, con su vergonzante director, dándole rienda suelta a su cretinismo, en fin, ayer no dejaba de pensar que sería de la Venezuela de hoy si en el pasado a Chávez se le hubiera aplicado algo similar. No sé, quien sabe, a lo mejor si a Chávez le hubieran dado unos cuantos peinillazos en la cuarta república, no sería tan decididamente cobarde como lo es ahora.
La casa de Chávez nunca fue allanada con ese regodeo morboso con el que fue asaltada la casa de Zuloaga (y agradezco que no vengan a soltarme el expediente del señor, porque no me interesa). A Chávez nadie lo batuqueó por el suelo, ni le hizo tragar gas del bueno, ni lo reventó a patadas.
Lamentablemente, nuestro líder máximo se acostumbró a que lo trataran bien. y es que además de haber tenido una vida de ensueño y de haber sido amado por los medios que hoy detesta, pudo ser presidente sin que nadie reprimiera las concentraciones de su campaña, ¿verdad? Sus concentraciones durante la campaña del 98 —único momento en que Chávez ha tenido que patear calle— jamás fueron atacadas a palazos.
Me gusta imaginar que sería de Venezuela hoy en día si los medios, en vez de adularlo, endiosarlo, mitificarlo y convertirlo en el primer presidente pop del país, lo hubieran tratado como Amorín y Mario Silva nos tratan. ¿Se imaginan a Chávez en una situación similar a la que le aplican a los opositores en La Hojilla? No, a Chávez jamás le hicieron una ‘entrevista’ así cuando era candidato presidencial. Las entrevistas al Comandante eran insufribles jaladeras como aquella en la que Oscar Yánez le obsequió la ‘silla caliente’, o aquella otra en la que Napoleón Bravo le llevó a un coplero.
Voy más allá, ¿sus familiares debieron sufrir las consecuencias de ser consanguíneos del golpista? No. ¡Qué rabia, tener que admitir que los hijos de los golpistas pudieron estudiar en escuelas públicas y que nadie se los impidió! Que desgracia para ellos tener que contarnos que a Chávez lo llevaron al hospital militar cuando se enfermó en la cárcel, y tener que agregar que la maldita democracia cuartorrepublicana —la palabra no es mía, es de ellos—, le proveyó al comandante los servicios médicos necesarios.
Pues que democracia tan mierda tuvimos aquí. Porque resulta que los familiares de opositores se han visto forzados a cambiar de vida, de residencia y de escuela, por el delito de ser contrarrevolucionarios, pitiyanquis, apátridas o cualquier otro epíteto de los que se usan ahora para definir a todo aquel que no guste del gobierno, o de sus leyes aprobadas a coñazos en la medianoche.
Lo verdaderamente arrecho es cuando salen los opositores divinos a justificar toda esta mierda con la etiqueta predecible de que se trata del ‘histórico resentimiento social’ que mueve al comandante.
No me jodan, vale. Este país, está en manos de una bola de maricones acomplejados.
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