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Arquitectos del control en un país de cabilleros

Hay una teoría sencilla para entender la política nacional, según el enfoque parcial de los medios de comunicación.Es una teoría antiquísima reformulada por autores occidentales y orientales. Es una teoría manejada por Noam Chomsky en el clásico “Los Creadores de Consenso”. Es la teoría de las víctimas legítimas e ilegítimas, de las víctimas nobles e innobles. Es una teoría de corte moralista y la traigo a colación para interpretar el caso de los periodistas agredidos de la Cadena Capriles.

El hecho, sin duda, debe ser enérgicamente condenado de lado y lado. Aquí no hay espacio para medias tintas. Pero en lugar de ello, volvemos al terreno binario de costumbre, donde el tema se despacha con un sesgo maniqueo de lo más insoportable.

Primero, el gobierno niega la responsabilidad de sus cabilleros inculpados de Avila Tv, a pesar de haber sido agarrados con las manos en la masa, con fotos y demás. Uno de los involucrados era un mimo. Un mimo infeliz. 

Luego, la propaganda de estado minimiza la gravedad del problema al compararlo, manipuladoramente, con los ataques sufridos por los periodistas de VTV en el pasado, a manos de la oposición. Por ende, nunca salimos del mismo círculo vicioso.

Segundo, la oposición magnifica el evento, con toda razón. Lo expone y lo reconstruye a fondo, publica las evidencias y define su agenda de repudio, con marchas y protestas incluidas.Los twitteros se indignan, los Facebukeros se indignan,el  Ciudadano se indigna, con motivo. Por que hay motivo. Aun así y más allá de las apariencias, surge una pregunta incómoda: ¿ ocurrirá lo propio, se elevarán por igual las banderas de la antiviolencia de la clase media, cuando se descubra y se denuncie un ataque perpetrado contra los reporteros de Telesur? La respuesta es obvia. Globovisión cumplirá con su misión de ocultar el asunto, a los ojos de sus televidentes, o de reducirlo desde la perspectiva de sus analistas.

Ya pasó el once de abril con el cierre del canal ocho, y Alberto Fedérico se hizo el Suizo, porque le convenía. Allí sí no habían golpes de pecho, lamentos y llamados a la acción. Después se sucedieron diferentes arremetidas por el estilo, y el 33 tampoco dijo nada. La contradicción es sumamente clara y diáfana: sólo me molesto en cubrir y en reivindicar mis muertos ,mis caídos y mis mártires. Los de mi enemigo, me valen madre, como en las guerras.

Semejante ecuación impera en la televisión criolla, entre ambos bandos, alrededor de técnicas heredadas del lenguaje de la persuasión y el control ideológico de las masas.

Verbigracia, el sistema mediático nacional no sólo manipula nuestras emociones con el discurso de la victimización, sino además con los recursos bélicos definidos por Thierry Meyssan para desarrollar escenarios de guerra sicológica, a partir de la fórmula 3D-2S:

Las tres D son :

-Delay: bloquear una noticia embarazosa hasta que pierda interés( VTV frente al caso Últimas Noticias).

-Distract: distraer la atención mediante temas carentes de consecuencias.

-Discredit: denigrar a las fuentes de información no controladas( La Hojilla y el Ciudadano).

 Las dos S corresponden a :

-Spotlight: concentrar el debate en un detalle sin importancia( ¿quiénes comenzaron primero, los chicos de la oposición o los de Avila TV? Ley del huevo y la gallina).

-Scapegoat: hacer recaer la responsabilidad en un personaje sin importancia o en un chivo expiatorio( Lina Ron). 

Por último, resulta divertida la sincronización del gobierno y la oposición en cuanto al uso y el abuso de la retórica de la hipocresía.

El ciudadano es hipócrita al echárselas de bueno, de corderito y de mansa paloma, para culpar al presidente,a gritos, de ser el responsable de la violencia en el país.

“Usted es el responsable de la violencia, usted es el responsable de la división, usted es el responsable del odio entre hermanos”, afirma el moderador con no poca virulencia y vehemencia, desacreditando su tesis en vivo y directo. Es decir, acercándose peligrosamente al mismo plano de polarización atribuido a su dedo acusador. En resumen, recordando la teoría de Van Dick sobre la manufacturación de la ideología, donde “ellos” siempre serán los malos en perjuicio de “nosotros”. La violencia del país es problema de ellos, ellos son los violentos. Nosotros nos lavamos las manos como Pilatos, porque somos ciudadanos civiles, universitarios y estudiados.

Entonces, la violencia como fenómeno social también queda reducida a un plano infantil de película de Disney, de película americana contra el terrorismo. Es el grado cero de la antropología, y el retorno a la superada teoría colonial de la “civilización” versus la “barbarie”.

El asunto, por supuesto, es más complejo, queridos amigos. Para mí, sería muy sencillo señalar al bando contrario, como Napoleón Bocaranda, y san se acabo. Pero en realidad, la crisis general del país es, claramente, responsabilidad de todos los sectores. Sin embargo, para la mayoría es preferible liberarse de culpas y achacarle el problema al monstruo de costumbre. Eso nos tranquiliza. Eso nos consuela. Eso nos reconforta. Eso nos conduce al Olimpo de la superioridad moral de Milagros Socorro y Antonio Ledezma. Antonio Ledezma dando lecciones de democracia. No me hagan reír.

De igual modo, la hipocresía del estado se pierde de vista. La hipocresía del estado se manifiesta en el tono sumiso de Vanessa Davies, y en la demagogia concienciada de Tania Díaz, mientras sus chicos de Avila Tv se ocupan de romper una huelga, al peor estilo de las bandas de ultraderecha y de las mafias antisindicales de la era de Mussollini. Igualito al accionar de los cabilleros adecos defendidos por cierto sector de la oposición.

En síntesis, no son ellos ni nosotros.

Somos, en verdad, una cuerdita de hipócritas.

Somos, en total, una sumatoria de infortunios.

Somos a imagen y semejanza del país.

Pero nos creemos lo máximo.

Nos creemos los mejores, los que hacemos patria, los que hacemos ciudad, los que hacemos de todo. Y publicamos nuestras fotos en revistas. Y nos creemos el pueblo elegido, el pueblo de los elegidos. Y nos glorificamos. Y condenamos a los otros. Y nos sentimos bien con este jueguito.

No hay avance.

Hay retroceso.

Hay estancamiento.

Hay infierno de lo mismo.

Hay una arquitectura del control.

Los invito a desmontarla.

Fin del cuento. 

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