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Vinotinto, La Película: otro espejismo rojo rojito

Ayer fuimos a verla en grupo y en cambote, como plan de viernes por la noche. Por primera vez, nos pusimos de acuerdo, y coincidimos en la sala ocho panas, entre hombres y mujeres.Es curioso, pero no éramos los únicos en ir así al cine “San Ignacio” para presenciar el estreno de “La Vinotinto” en la pantalla grande.

De seguro, ello revela una doble sintomatología.

Por un lado, la necesidad de buscar apoyo moral, social y humano para salir a la calle, a afecto de combatir el miedo de nuestra generación a la inseguridad. Una fobia, por lo demás, nada infundada, perfectamente justificable y comprensible. 

Por el otro, la sana expresión de solidaridad de la joven fanaticada nacional con su selección, ante el inobjetable “progreso del balompié criollo”, más allá de sus obvias limitaciones y carencias.

Por lo demás y sin ánimo de pecar de optimista, todos allí parecíamos conscientes del alcance real del “fenómeno vinotinto” en el concierto de las naciones y hasta en el ámbito de nuestro continente,de cara a las eliminatorias del mundial “Surafrica” 2010, donde todavía hay chance hipotético de clasificar al repechaje, siempre y cuando ganemos el próximo encuentro con la difícil oncena de Chile, el venidero 5 de septiembre.

Y digo difícil, porque Chile es el fantasma de Venezuela desde hace años, y porque además figura en el segundo lugar de la tabla.

De ahí la premura de lanzar la película en el mes de agosto, pues en cuestión de días la ilusión puede llegar a su fin.En lo personal, soy pesimista de nuestro futuro a corto plazo. Ojalá la historia me demuestre lo contrario.

En cualquier caso,la concurrencia a la sala llamaba la atención, por tratarse de una cinta vernácula, al extremo de despertar el interés del amante del cine y del fútbol; dos de nuestras pasiones universales.

Tampoco fue un llenazo de bote en bote. Seríamos en promedio 40 personas en una función de viernes a las nueve de la noche, un día de pago, cuando casi nadie va al cine. Los días de pago, son días de botellón y de bebedera en CCS. Lo sabemos.

Por ende, la taquilla le sonrío, de momento, a la ópera prima del colega Miguel New. Un pequeño éxito, si consideramos su factura documental(un género denostado por la audiencia) y si consideramos el vacío del resto de las salas. A esa hora, Multiplex San Ignacio era un desierto.Los chamos andaban de rumba, en su nota, pendientes de una cacería.

Nosotros, por nuestra parte, decidimos trasladar el ánimo de fiesta a la cola de la entrada. Echamos broma, como siempre, y nos reímos del absurdo de la situación, para sobrellevar el trámite de la espera burocrática. Desde allí calibramos con sorna a un pana ataviado para la ocasión, quien lucía con orgullo la casaca de la vinotinto, cual devoto de la franquicia de “Star Treek” o de “Star Wars”.

También volvimos a comentar el fallido diseño del afiche del largometraje, coronado por la imagen de una mujer embarazada con un balón de fútbol en el útero, bajo el eslogan de “algo está por nacer”. A lo cual respondimos: “algo está por abortar”.De cualquier modo, será un parto complicado. Encima, el poster recuerda el cliché de una campaña de maternidad responsable, o el posible reclamo publicitario para la secuela de la horripilante “13 Segundos”.

Así las cosas, las puertas del recinto se abrieron de par en par. Nos apostamos a la mitad de la grada y acaparamos una fila y media de asientos. Tampoco se respiraba un aire de expectación, sino más bien de pequeño alboroto.

Tan sólo esperábamos el sonido del silbato inicial, para empezar a descoser el balón de “Vinotinto, la película”, no sin antes aprovechar la sección de cuñas y avances, para calentarnos con chistes y frases de doble sentido.

De nuevo comprobamos la enorme capacidad para el humor involuntario de las cuñas de “Noticolor”. A partir de ahora, propongo llamarle “Notiburlón”. Por lo general sacan a unos empresarios fantasmagóricos y loquísimos, tipo extras de película de terror de Ed Wood, diciendo incoherencias entrecortadas a la cámara. Al respecto, La China afirma: “pobre gente, vale, siempre les hacen una maldad”.

Verbigracia, el último “Notiburlón” es de coger palco. Se distinguen unos señores franceses extrañísimos de la compañía Renault, con pinta de “Mad Doctors”, inaugurando una subsede para expandir sus interés en el país, a costa de la venia del dueño de la hacienda bolivariana. Una típica contradicción capitalista de la revolución socialista. 

Luego proyectaron el trailer de “Son de la Calle”, el bodrio de Chino y Nacho en camino de gestación. Idéntico a la confección oportunista de “Muchacho Solitario”, cuando “Servando y Florentino” sonaban en la radio, día y noche, o cuando rodaron aquel despropósito con los integrantes de “Menudo”.

Lo de Chino y Nacho es un desastre por el estilo. Un cine decadente, mercantilista y populista, dependiente del lenguaje de la farándula. Igual el trailer de Chino y Nacho, limitado a ser un video clip sin identidad propia, y absolutamente subsidiario del discurso de la MTV. Típica fotocopia descolorida de la estética de Daddy Yanqui.

A continuación, arrancó la función estelar con una pobrísima introducción animada, pretendidamente vanguardista y disruptiva, alrededor de la historia internacional y local de la disciplina.

El film comienza entonces con un segmento desafortunado y prescindible, cuya pésima factura e ingenuidad evocan el acabado amateur de los diseños propagandísticos concebidos por los canales del estado para publicitar las obras del gobierno. Una mezcla de flash con dibujos calcados de la iconografía manga, para intentar vehicular un concepto necio y discutible: antes el continente jugaba al perrito con nosotros, despojándonos del balón como si fuésemos niños, y ahora nosotros venimos por la revancha, a robarle la esférica y el protagonismo a nuestros adversarios, gracias al cambio de actitud y de mentalidad motorizado por el inverosímil héroe mesiánico de la trama: el parlachín y fanfarrón Richard Paéz, supuesto gestor y autor intelectual del fenómeno vinotinto.

Acto seguido a la animación, quedamos a merced del verbo de autoayuda del arrogante Páez. De aquí nacen y surgen los peores problemas de fondo de la pieza, a debatir y a cuestionar, porque jamás se somete a revisión la tesis oficial de costumbre: tras el arribo del hombre fuerte, caído del cielo, ocurrió por inercia el milagro de la transformación. Todo lo cual nos impone con violencia un mito peligroso para nuestra época: la leyenda del culto a la personalidad, heredada del realismo social de Stalin y Hitler, con sus cantos a la reafirmación de la patria en clave de reportajes deportivos.

Por desgracia, semejantes egocentrismos y chauvinismos, por cierto, terminan siendo funcionales a la propagación de la ideología integrista propulsada por el PSUV, sentando un precedente nefasto en la evolución del arte contemporáneo, al confirmarse su servidumbre y su relación con los planes quinquenales de la nación, mientras la crítica guarda silencio cómplice, para no quedar fuera del juego.

Más allá de sus aciertos y defectos puntuales, “Vinotinto, la Película” reitera nuestra sospecha hacia la plataforma cine. En dos platos, ella persiste con ahínco en la noción de respaldar, en exclusivo, guiones con olor a pabellón criollo y sabor provinciano a reivindicación de nuestro gentilicio, desde la esfera de la sensibilidad naiff.

Únicamente, se le da impulso a un kistch tropical, encargado de reconfortarnos y consentirnos el centro del ombligo, dentro del patrón amordazado de una dura censura moralista, negada a reconocer el dilema, el disenso y la deconstrucción. En su lugar, debe reinar la complacencia, la resolución del conflicto y el apaciguamiento del espíritu libre.

El poder lo sabe muy bien. Si algo puede adormecernos y unirnos al margen de nuestras diferencias irrenconciliables, es el amor primigenio y maternal por la patria, por la casaca nacional, por las banderas de nuestros padres.

De ahí el profundo interés de PDVSA por patrocinar con todos los hierros la iniciativa de la vinotinto, el sistema de orquestas nacionales y sus respectivas adaptaciones y recreaciones audiovisuales. Directa o indirectamente, se les acaba por vender como obras cumbres de un estado proteccionista, abocado al resguardo cultural de sus raíces.Nada menos revolucionario, nada más reaccionario y fascistoide.

Lo local ciertamente es importante. Lo local merece un espacio. Pero lo local no es el único tema de análisis. He allí la nuez del asunto.

Sin embargo y aunque usted no lo crea, vale la pena estudiar al detalle el relato del poder y el relato auspiciado por el poder, porque entre sus rendijas siempre se cuela y se asoma la contradicción. “Vinotinto, La Película” no es la excepción.

De hecho, los cuatro logros del documental son dejar constancia de la arbitrarieridad nepótica de Richard Paéz(¿una metáfora acaso de otros nepotismos en marcha?), evidenciar el caos burocrático de la Federación al servicio del mafioso caudillo Rafael Esquivel, constatar el grado de minusvalía estructural del balompié nacional y testimoniar el irrespeto laboral hacia el jugador criollo, casi al borde del paro y de la huelga en defensa de sus derechos y de sus condiciones salariales.

De igual modo, merecen destacarse el acertado arco dramático, los testimonios registrados en las gradas con los niños, y el enfoque de los fanáticos desencantados. Tres factores de peso para recomendar el visionado de la propuesta.

En el intermedio o en el meridiano de las preferencias, se encuentra la calidad técnica del film, cuestionada por periodistas ortodoxos preocupados por aspectos como el sonido y la fotografía en la puesta en escena del documental. Le piden peras al olmo y se concentran en detalles superficiales, carentes de importancia. La teoría del género admite las fallas en la fotografía y el sonido, por si acaso no lo sabían, colegas. Los errores técnicos se justifican al calor de la producción de cualquier documental, donde hay poco tiempo de planificar ciertas situaciones impredecibles.

Por ende, no me subo al carro de quienes lapidan la película por su “descuido formal”. Verbigracia, muchos documentales de Frederick Waiseman apenas se escuchan, y aun así, forman parte de la historia del cine documental.

A la queja que sí me sumo del gremio, es a la desproporcionada crítica que hace la película a la “supuesta” falta de apoyo del medio, para con la vinotinto. Eso es mentira. Eso es una hipocresía y una falacia del tamaño de una casa, fabricada para complacer al consenso de Miraflores.

De hecho, uno se molestaba antes por el efecto contrario, por la desproporcionada saturación mediática a favor de la vinotinto.

Se notaba claramente que los periódicos y los canales exageraban el alcance real del fenómeno, para vender más copias y conseguir más anunciantes, creando una pequeña burbuja devenida en fraude económico.  Nos hicieron creer la farsa de la clasificación para preservar los índices de audiencia, y responder a los compromisos adquiridos con los patrocinantes de la industria.

Sea como sea, “Vinotinto, La Película” se marca un autogol al salir en defensa de Richard Páez en perjuicio de la reputación de los medios.

Incluso, lo más irónico y paradójico es que buena parte de la cinta se narra con imágenes de archivo de RCTV, el canal privado robado por el poder para fundar TVES. De manera chocante, el documental no le reconoce los créditos al canal de Quinta Crespo, y encima le oculta deliberadamente su mosca, se la mutila para encubrir el cuerpo del delito. Por consiguiente, una demanda judicial puede “estar por nacer” contra “Vinotinto, la Película”.

Humildemente, considero que es una piratería por partida doble. Un acto impune que se comete a la sombra del poder y con la complicidad alevosa de los organismos del estado.

Mal sabor de boca deja también el desenlace ambiguo y condescendiente, así como la idealizada conclusión de la historia, en un happy ending consolador, tras la derrota de la descalificación para el mundial 2006.

Echamos en falta mayor rigor en el análisis y menos habladuría intrascendente de los miembros de la selección. Las insólitas intervenciones del psicólogo de la Vinotinto, propias de un Pablo Cohelo en esteroides, pudieron ser abreviadas y contrastadas con las opiniones de nuestros miles de especialistas en la materia. El documental perdió así la valiosa oportunidad de hacerle justicia a nuestros talentosos periodistas deportivos, quienes día a día aciertan con sus pronósticos, dan en el blanco y se esmeran por decir la verdad, aunque le duela a Richard Páez. Ese es su trabajo.

Lamentablemente, “Vinotinto, La Película” prefiere optar por el camino de la glorificación y de la fe ciega, en vez de aproximarse al terreno del relativismo, el debate y la contestación seria, desmarcándose del área de la polarización y el diálogo maniqueo de sordos.

Después de todo, poco llegamos a entender de los hilos y de los elementos que mueven al equipo. Poco llegamos a conocer de sus jugadores, salvo ciertas confesiones esporádicas a la cámara, en son de reality show. Los muchachos hablan poco en comparación con el soliloquio monocorde de Richard Paéz, a quien ya uno está aburrido de escuchar. Esa cadenita ya me la conozco.

Me quedé con las ganas, junto con mis amigos, de oír la versión de Arango, de descubrir el entorno familiar y social de los integrantes de la selección, de superar la caricatura de Rafael Esquivel, de saber si todo fue cuestión de suerte, de preparación, de estudio o de estrategia.

¿No será que estamos iguales que siempre, y que es el resto del continente el que ha bajado de nivel, por efecto de la crisis mundial de la disciplina?

¿ No será que los países pequeños se igualaron con nosotros, o que nosotros nos igualamos con los países que están de la mitad de la tabla para abajo, pero que todavía parece una tarea imposible acercarnos a la frontera de Paraguay, Brasil y Argentina?

¿No será que seguimos jugando de forma irregular e inconsistente?

Si quieren conocer las respuestas, no se pierdan el partido de la Vinotinto con Chile, el próximo 5 de septiembre. Si ganamos, “Vinotinto , la Película” se convertirá en el fenómeno de taquilla de la temporada. Si perdemos, la credibilidad de la movie correrá el riesgo de tambalearse.

¿Ustedes qué dicen y cómo lo ven?

¿En Santiago y con la dura afición chilena en contra?

¿Las apuestas son de pronóstico reservado?

Nos vemos en el foro. 

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