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Estreno de Zamora en el Teresa Carreño: una telenovela personal( ahora por tiempo indefinido)

Tercer Capítulo: la fuente del progreso

Lee la primera parte aquí

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A las seis en punto, habíamos terminado con la faena de trabajo del día.

Yo me despedí de la China y salí corriendo como loco, hacia mi destino, la sala Ríos Reina del Teresa Carreño. En medio del apuro y del agite, olvide algo importante: buscar un disfraz rojo rojito. De seguro, iba a tener problemas. En cualquier caso, no me desanime y seguí adelante. Al menos, el aguacero y la amenaza de terremoto habían cesado en la ciudad del pánico. Inmediatamente, recibí la llamada del Doctor:

Cobra: Alo presidente?

Doctor: dónde andas, esto está reventado!

Cobra: estoy saliendo de casa de La China!

Doctor: pero en dónde andas?

Cobra: ahorita estoy frente a la fuente de la Plaza Venezuela…

Doctor: okay. Son la seis y diez. Tienes veinte para llegar. Ni un minuto más, ni un minuto menos. De lo contrario, perdiste. Te recomiendo algo, de pana. No agarres Taxi por nada del mundo. Si vas a venir a pie, corre, corre como Forrest Gump. O si no resuelve con un moto taxi. Es lo mejor.

Cobra: sí va, Doctor, voy por mi “Libertador Morales”.

Doctor: suerte y gaceta hípica…

Cobra: única e inimitable…Nos vemos allá.

Doctor: plomo, pupilo…

Antes de coger el moto taxi, me quedé pegado en la nota, por cinco segundos, viendo el show de luces de la nueva fuente de Plaza Venezuela, versión chavista de la vieja, al lado del Seniat y de espalda a la torre Polar.

La imagen vuelve a dejarme perplejo, porque revela, en su esplendor kistch, todas las contradicciones estéticas y morales de la revolución: su necesidad de refundar la patria sobre bases diferentes, pero sin poder abandonar la iconografía del pasado; su ubicuidad manifiesta y latente, a costa de la polución visual del paisaje criollo; su juvenil vocación rompedora, negada por su retorno al tradicionalismo ramplón; sus aires de importancia socialista refutadas por sus vientos de reafirmación capitalista a lo Mercal patrocinada por empresas Mendoza y a lo identificación con la organización Miss Universo; su innata perversión imperialista de conquistar espacios al precio de igualar a sus predecesores colonialistas; y su pésimo gusto para disfrazar su omnímoda campaña de persuasión oculta, al estilo del vestido de la candidata ganadora del Miss Venezuela.

Para rematar la historia, con el mismo color fue bañada la fuente de la Plaza Venezuela, a su reinauguración. Ahora despide un volcán de lava roja, a la forma intimidante, terrorista y sanguinaria de Stanley Kubrick en “El Resplandor”, cuando los pasillos del Hotel Overlock se llenaban de litros de hemoglobina para proyectar la psique del protagonista psicópata incorporado por Nicholson.

Sin embargo, las distancias son evidentes. Allá metía miedo de verdad. Aquí, a los cinco minutos, te produce un ataque de risa porque parece una fuente de Kolita pagada por la Polar, o una fuente de Kool Aid o una broma gastada por la mente de un echador de broma, como los de antes.

Los amigos de mi viejo, por ejemplo, eran expertos en el arte de derramar kilos de detergente para convertir a la fuente de Plaza Venezuela en una inmensa lavadora. En una gigantesca chaca chaca de ropa sucia. Irónicamente, ahora es una lavadora de facto, pero de cerebros mancillados por la propaganda( y de ropa de carnicero).Un contexto perfecto para entender el estreno de “Zamora”.

A la izquierda de la fuente, percibí con el rabillo del ojo a una víctima de mi apuro: un Libertador Morales con cara de perro. Mientras tanto, una música extraña y empalagosa, comenzaba a emanar de unas cornetas apostadas a lo largo de la Plaza.

Miré mi reloj y dejé pasar al moto taxista. Eran las seis y cuarto. Todavía tenía cinco minutos para escuchar el despropósito, y sacar conclusiones por mi propia cuenta.

Ya La China me lo había advertido: loco, esa fuente tiene un hilo musical conductista, cuyo estruendo vino a perturbar la paz de los vecinos de la Plaza. Queremos organizarnos para pedir y reclamar por nuestros derechos. Ojalá, aunque sea, le bajen el volumen. Es un tormento difícil de aguantar, noche tras noche.

Sin duda, era el momento de verlo para creerlo, de oírlo para comprobarlo. En efecto, el sonido de “El Alma Llanera” me detenía, me paralizaba, me helaba la medula espinal y me invocaba. No podía perdérmelo. Cruce la calle, poniendo en riesgo mi vida, y casi me atropellan. Mi misión cultura apenas comenzaba…

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