El día deslizaba lento hacia el anochecer en el oeste, como siempre, cuando caí en el descuido que precede siempre a lluvia.
Casi disfruté la sorpresa y la carrera hacia el primer refugio que encontré.
Que por supuesto ya estaba lleno de quejumbr@s@s airad@s protestando por los inconvenientes que la lluvia les había ocasionado.
Yo ya me había preparado para oír las normales acusaciones de corrupción, impericia, ineficacia e ineficiencia hacia l@s administrador@s de los recursos destinados a mantener funcionando los drenajes, las vías públicas, los semáforos, la policía de tránsito, el transporte público y el alumbrado, durante la estación lluviosa, de la ciudad que he habitado durante los últimos treinta y cinco años, con una soltura que asombra a los nativos por su resignación casi suicida.
Ya yo estoy acostumbrado a esos mítines políticos debajo de los pasos elevados de la autopista, donde uno se entera de las preferencias sexuales de los ministros y ministras y descubre las debilidades morales de los más encumbrados entornos familiares.
Quiero decir que yo esperaba otra reunioncita normal con el sindicato informal de trabajador@s motorizad@s y transeúntes cotidianos del centro, zonas aledañas y visitantes de paso de zonas más alejadas.
Cuyas siglas aun no han sido acordadas, por más de las dos terceras partes, según lo establecerían los estatutos, en caso de haber sido aprobados.
Es decir, yo creía que estaba preparado para todo, cuando lo escuché:
«Todo esto es culpa de la clorofila, que al poner a los arboles a producir monóxido durante la noche, contribuye a aumentar el hueco de la capa de ozono, por lo que las nubes y el polo se derriten, por que la luz del sol les da de frente sin la protección debida».
El tono de esa voz era autoritario y el comportamiento de su emisor era el de alguien acostumbrado a ser temido y respetado, como el de quien llama a la gente por el número que le ha sido asignado en una cola o el que se ha jugado.
Es decir: El tipo solo tuvo que alzar un brazo, para callarnos y era un tipo muy bajito y estaba encorbatado.
«Ya todo esto que está pasando, lo predijo Nostradamus».
«Lo peor aún no ha llegado».
«En el dos mil doce vamos a ver cuántos quedamos».
La resignación y la esperanza de que escampara rápido de la mitad de la lluvia, no le ocurrieron al enano que continuó hablando:
«Si se contamina el agua todos nos contaminamos, así uno beba solo agua embotellada, porque los reservorios fueron los que primero se contaminaron».
«El aire también está contaminado así se la pase uno en aire acondicionado, porque el aceite que usan los aparatos de aire acondicionado, es precisamente el que está acabando con el ozono».
Mi vecino de escampe, estaba de lo más tranquilo escuchando interesadísimo, como si le estuvieran dando el teléfono privado de la persona encargada de la administración de los recursos humanos de su lugar de trabajo y este estuviera lleno de fotos por cuyo rescate se pudiera obtener un aumento de salario.
Alrededor del enano se había formado un círculo de embelesados y embelesadas cuando noté lo suave que la lluvia se había tornado y descubrí que un poco de barro no le haría daño a mis zapatos.
VABM Domingo, 04 de octubre de 2009
Una lluvia suave por culpa del ozono – victor bueno(5 October 2009)
http://victor-bueno.ning.com/profiles/blogs/una-lluvia-suave-por-culpa-del
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