Capítulo 14: Eva Golinger al Desnudo
Lee la primera parte aquí
Es hora de regresar al relato, pero sin perder de vista el norte del concepto. El Doctor se me acerca y me dice: “ponte las pilas, ya vienen por nosotros”. Yo lo sigo. Nos ponemos al lado del detector de metales y yo comienzo a descubrir más anomalías y perversiones, normalizadas y naturalizadas por el ambiente de toque de queda.
Aunque usted no lo crea, a la derecha del detector de metales, figura una mesa de festejos con un mantel, para apiñar y apilar los efectos personales decomisados, hasta nuevo aviso, por las autoridades incompetentes encargadas de velar por la seguridad del Jefe Supremo, del Big Brother 2.0 en nuestro 1984.
Atención con el detalle de la mesa. Atención con los detalles, Sergio, me recuerda “en off” mi profesora de periodismo de infiltración. Ella siempre me lo traía a colación en clases. Según su punto de vista, allí radica la clave de éxito del reporterismo detectivesco.
“Muchos casos se resuelven por detalles nimios o aparentemente banales. Los detalles, sean relevantes o no para la investigación, aportan generosas dosis de color a nuestro monocorde y gris trabajo. Mis notas se llena de color cuando reparo en los detalles. Con un solo detalle, puedes escribir un capítulo de una novela, un cuento o un segmento de tu crónica.”
Al mismo tiempo, me recomendaba la lectura de los decanos del periodismo de color: Tom Wolfe, Hunter S. Thompson, Truman Capote y Fermín Mármol León. Sobre todo, a mi amado y odiado Fermín Mármol León de “4 Crímenes, 4 Poderes”, posiblemente uno de los mejores relatos de no ficción de la historia de Venezuela. Tampoco soy original aquí, pero igual cumplo con quitarme el sombrero delante de mis predecesores y maestros. Ojalá tuviesen su equivalente en la actualidad.
Ojalá se publicara hoy una extensión de “4 Crímenes, 4 Poderes”. Seguramente, lo prohibirían. De cualquier modo, el diagnóstico de Fermín en “4 Crímenes, 4 Poderes”, no sólo sigue vigente, sino además revela la persistencia de los males de la cuarta en la quinta, desde la perspectiva de la fuerza militar, económica, religiosa y gubernamental. En resumen, Fermín las desenmascaró al estilo de la novela negra de la depresión, de Dashiell Hammet a Raymond Chandler, sin olvidar a James Cain, Agatha Christie y Patricia Highsmith.
Sin duda, debemos volver a las fuentes. Ya basta de epidermis, de literatura de autoayuda, y de best sellers adormecedores para garantizar el clima de tensa calma, favorable al reinado de lo mismo. No nos conviene una librería llena de Imposibles, de Titinas, de Boris y de Villas Diamante. El tiempo demanda y exige un duro golpe de timón en el trayecto monocorde del mercado editorial. A ponerse las pilas.
Así pues, me inspiro en ellos y pienso en ellos a la hora de hacer mi descripción sobre la mesa dispuesta al lado del detector de metales.
Con el consentimiento de ustedes, me permito dibujar el boceto, perfilar el panorama sombrío, delinear la pintura goyesca con mi brocha gorda. Voy a empezar a detener los segundos , a especular con el reloj y a sembrar la expectativa con un juego de preguntas. Adivina, adivinador. Ya te lo dije, mi pana, preparado para puñaladas( pero de cartón).
Amigo mío, ¿te imaginas cual objeto o cuales objetos figuran y se despliegan a lo largo y ancho de la mesa de detención? ¿Quién quiere ser millonario?
Opción A: un catálogo de pistolas de alto calibre, de chopos o de “yericos” de reglamento.
Opción B: una selección de cuchillos de doble filo, tipo “Bastardos Malditos”.
Opción C: un compendio de artefactos terroristas, entre granadas, dinamita y bombas de acción continua.
Opción D: ninguna de las anteriores.
Respuesta correcta: opción D. En realidad, el gran trofeo de la noche, el gran triunfo del operativo de seguridad, fue exhibir y ostentar una torre de cubiertos decomisados, sobre una mesa de festejos con un ridículo mantel. Parecía una escenografía siniestra hecha por enemigos de la revolución, para demostrar su falta de mesura, criterio y respeto. Sea como sea, la imagen vale por mil palabras.
A primera vista, me impactó su similitud con la puesta en escena de la ruedas de prensa de la PM, tras efectuar sus rituales bufos de allanamiento, para desviar la atención, congraciarse con la opinión pública, derrochar físico, reafirmar la identidad del cuerpo policial y levantar la moral de la institución.
Después de las requisas de rigor, en cárceles y afines, los tombos gustan posar, como cazadores de leones, al lado de sus trofeos conquistados y decomisados. Léase, chuzos, metralletas, navajas, lanzas, bazukas y gramos de cocaína. Una impostura total, porque ya sabemos, por los periodistas de la página de sucesos, de dónde salen y hacia dónde van a parar los trofeos de la PM. La policía los remata, a precio de gallina flaca, en el mercado negro y los reintroduce en los penales, por vía de negociaciones y acuerdos con las propias mafias de nuestro envilecido sistema carcelario. Olvídate de Abu Grahib, mi pana de la izquierda caviar. En Venezuela, el infierno se llama “Tocorón” y se vive en “Tocuyito”, donde terminan los pendejos, los chiguires bipolares y las fichas de la competencia.
Para anular a la competencia, y regular la sobreoferta de malandros, la camorra criolla retiene, en campos de concentración y educación para la muerte, a sus “contrarios” y rivales independientes. Una vez adentro, empieza lo bueno, para los cultores involuntarios e inconscientes del manual de Sade, reescrito por la DISIP en colaboración con la CIA.
En el mejor de los casos, te pueden torturar, violar y recibir con una calurosa bienvenida de rolazos y vejaciones pornográficas, perfectamente registradas y documentadas para otro curioso mercado negro de cine “snuff”, 100% criollo, producido en complicidad con los dueños del negocio de la piratería. De ahí nace una galería de títulos escabrosos disponibles en tu kiosco de confianza.
En el peor, te queman a lo vivo, te desaparecen,te graban y también te venden como mercancía degradada para el consumidor de sensaciones extremas, amarillistas y sensacionalistas. Mientras tanto, la Villa del Cine se enorgullece en presentar, “Zamora”.
De retorno a la mesa, asombra la desproporción de la empresa defensiva de la revolución, entre sus objetivos y sus resultados.
Se busca evidenciar y echar en cara el esfuerzo sobrehumano y técnico por salvaguardar el pellejo del líder máximo, al acecho y al asedio de sus múltiples adversarios. Pero al final, se acaba por encarnar la tragicomedia conspirativa y paranoica de un rey desnudo, protegido por un ejercito de efectivos, para repeler la conjura de una guerrilla urbana de tenedores y cucharas alzadas contra su majestad, cual revolución francesa de caricatura.
En una segunda lectura, la conclusión es aún más desoladora, sencilla y terrenal. El gobierno desconfía hasta de sus propios círculos bolivarianos y hasta de sus propias misiones, al obligarlas a pasar por el trámite vejatorio de despojarse de sus instrumentos de cocina, para poder compartir un rato con su comandante en el Teresa. Presidente, el General Zamora no lo hubiese hecho así. Ni hablar de Simón Bolívar, quien se sentaba a comer con sus soldados antes y después de la batalla, y con los mismos cubiertos.
En cambio usted, Señor Presidente, humilla y rebaja a su gente, a su gente pobre forzada por las circunstancias a inscribirse en el PSUV o a incorporarse a las filas de Misión Cultura, para no morir de hambre, para asegurarse sus tres golpes, más allá de visiones políticas y de compromisos circunstanciales con el proceso de cambios.
Ya sabíamos de como usted jugaba y juega con el hambre de sus camaradas. La noticia o la novedad radica en descubrir cómo además los discrimina, los clasifica, los incrimina y los registra de arriba abajo, nada más porque son de extracción humilde.
Por allá veo, a la querida de aquel Ministro, y nadie la toca ni con el pétalo de una rosa. Los policías le abren paso a empujones, y le “facilitan el acceso” como si fuese Miss Venezuela en una gala de la belleza o Paris Hilton en la “red carpet” del estreno de la temporada.
Cerca de nosotros, y por casualidad, se aproxima otra megadiva del canal ocho: Eva Golinger. Y tampoco atraviesa su humanidad por el asqueroso detector de metales, colmado de radiaciones cancerígenas. La pauta de protocolo es hacerle cancha, y conducirla a la zona VIP de la sala. Es decir, al patio. El balcón será el réquiem del público de a pie.
Por su parte, Eva luce sus mejores galas. En su casa dejó su look impostado de chica sandalista y desgarbada a la última moda. Lleva un vestido de coctel de embajada Chavista en el extranjero, con un lazo coqueto en el cuello. Se sabe centro de las miradas, se sabe en la flor de su madurez erótica, y por ende, sabe explotar sus atributos de cara al machismo libidinoso y baboso de la nomenclatura.
Ella será un objeto de deseo para la plana mayor. Una conejita Playboy del aren de nuestro Sultán caribeño,de nuestro jeque caraqueño. Por eso, la amistad con Gadaffi y con Ortega, sendos viejos verdes, le cae como anillo al dedo al Teniente Coronel, por no mencionar al Padrecito Lugo.
Eva, como su nombre lo indica, es una tentación andante del paraíso perdido de la revolución. Eva desfila con arrogancia y con orgullo, en la confianza de su poder de convocatoria.
Su papel estereotipado de americana conversa, le sienta de maravilla, junto con su acento de pitiyanqui naturalizada. Es una muñeca inflable importada del imperio, diseñada para continuar colonizando nuestra memoria, pero desde el plano de un etnocentrismo de izquierda. En síntesis, es la anti-barbie por excelencia. Su oportunismo capitalista se pierde de vista. Su filosofía de vida es la misma de «Día Naranja»: un feminismo pragmático y contradictorio, al servicio de la dominación masculina. Su toma de conciencia es tan falsa como el color de su tinte de cabello para ocultarse las canas. Las Canas Abiertas de América Latina.
Su modelo es Eva Perón, otra farsa continental del pensamiento maquiavélico. Su objetivo es claro: hacer dinero y fama, a costa de preservar el legado maniqueo y binario de nuestros padres fundadores.
Días después se investirá de Torquemada para mandar al propio Michael Moore a la hoguera de la inquisición chavista. Como decía Fidel: dentro de la revolución todo, fuera de la revolución nada.
Ella es una bomba de Puerto Rico, es la representación de una tesis de Umberco Eco: la manipulación sexual del populismo político. En Italia, tuvieron a la Cicciolina. En Venezuela, Eva Golinger ocupa el lugar de la eurodiputada con dotes de estrella porno.
Pronto, muy pronto, no se pierdan el video prohibido de Eva con Adán en vacaciones por la isla de la Orchila, dando vueltas desnudos y en moto a la velocidad de Pérez Jiménez por los pasillos etílicos del Guatacarazo.
Arriba, en la cúspide de su fama y de la escalera mecánica, Eva nos lanza un beso de despedida con sus labios rojos rojitos, a la manera de Marilyn al momento de abordar un avión con destino incierto para el resto de los mortales. Sus fanáticos la aplauden y la celebran, por su coraje y por su valentía. Pero también por su picardía de chica hot en horario supervisado.
Abajo, la chusma, los pobres y nosotros seguimos esperando, gallardamente, por nuestro turno para abordar el portaaviones cultural de Hugo Chavez Frías, con dirección hacia atrás, hacia el pasado de Zamora con pretensiones de presente perfecto y perpetuo.
Si la historia es un vuelo disparejo con rutas paralelas y divergentes, “Zamora” es una manera burda de estancarla y fosilizarla en beneficio de la trayectoria del piloto del Camastrón, fase superior de La Vaca Sagrada de Pérez Jiménez.
En el capítulo quince, los invitamos a subir al interior de la nave manejada por Chalbaud en combinación con el Ministerio de Cultura.
Les auguramos un viaje placentero y grato al fondo del abismo o del averno.
Por eso, nos despedimos, por ahora, con Iron Maiden en su Flight 666.
Gracias, una vez más, por confiar en nuestra accidentada línea aérea.
http://www.youtube.com/watch?v=AwRKI0dQgRQ