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Los Abrazos Rotos

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El gran problema de Almodóvar es el mismo de U2: su marca ha superado a su obra. Hablar de Pedro Almodóvar no es hablar del cineasta en sí, sino de las ideas preconcebidas que se tienen de él. Por eso es que el público almodovariano es tan insufrible: al ir a ver una cinta de éste director, te tienes que calar a un(a) idiota sentado atrás tuyo diciendo bolserías como: “Xzama, que fiiiinnnnooo vamos a ver una peli de Almodóvar, que es un director súper irreverente y atrevido que habla de temas tabuses”. Luego, cuando han pasado 40 minutos, se ladillan y empiezan a decir: “O seeeeaaaa que lala, ¿dónde están los gayses y el sexo?”.

Los Abrazos Rotos tiene lo mejor y lo peor del manchego. Lo mejor: es, como casi todas sus cintas, una película cinéfila, es decir, una película que rinde homenaje al cine y cuyos personajes se ven, directa o indirectamente, influidos por el séptimo arte. El cine es, además, una manera de limpiar culpas y lavar pecados; no es casual que los personaje de Gael García Bernal en La Mala Educación (2003) y el de Rubén Ochandiano en ésta, sean dos chicos, presumiblemente abusados, que buscan, a través de una película, sanar sus heridas y ajustar cuentas con el ayer.

Almodóvar sigue contando historias que tienen como punto de partida a un personaje del presente atormentado por su pasado, como si con ello el director español estuviera hurgando siempre en la memoria de su país. Dicho de otra forma, la España de Almodóvar es siempre una España que debe mirar al pasado antes de seguir adelante; lo que algunos no le perdonan es que la mirada atrás sea para hacer un simple borrón y cuenta nueva.

Y como siempre, estéticamente, Almodóvar sigue siendo un director al que se le puede reprochar poco. La fotografía de Rodrigo Prieto, la música de Alberto Iglesias, la edición y montaje de José Salcedo, en fin, todos los elementos que conforman la película resultan excelentes. Hay escenas como el acecho de Ray X sobre Mateo Blanco /HarryCaine antes del accidente, o la llegada a la playa de un Harry Caine ya ciego en que la unión de todos estos elementos resulta sobrecogedora, Almodóvar logra algunas escenas hermosas.

Algo que casi siempre destaca en la filmografía almodovariana es la dirección de actores, en Los Abrazos Rotos es muy irregular: destacando particularmente el enorme trabajo de Lluís Homar, la ajustada labor de Tamar Novas, y Penélope Cruz quién realiza sus mejores actuaciones cuando la dirige Almodóvar. En contraparte, Blanca Portillo está un tanto excesiva, pero creo que la culpa es más del personaje que de la actriz. Rubén Ochadiano realiza un trabajo estereotipado y a ratos molesto. Y ni que decir de José Luis Gómez que apenas y si puede con la caricatura de personaje que lleva encima.

Lo peor: Este es un Almodóvar pudoroso y autocensurado; no dejo de pensar que la escena en que Lena y su esposo tienen un desagradable encuentro sexual, luego de que éste se la llevara a Alicante interrumpiendo el rodaje de su película, habría sido filmado sin sábanas y con bastante más mala sangre por el Almodóvar de hace 20 años. Este es un Pedro Almodóvar cada vez más complaciente con su público, cada vez menos arriesgado. Entre la escena del buzo que se insertaba entre las piernas de Victoria Abril en Átame (1990) y éste pana de hoy en día que despacha sus escenas de sexo con movimientos de cámara frenéticos y procurando no mostrar demasiado, hay un trecho muy largo.

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Otra cosa que lamento de las últimas cintas del director es un acartonamiento innecesario. Las cintas de éste director gozaban de un ritmo más espontáneo y honesto. En cambio al ver Todo Sobre mi Madre (1998), La Mala Educación (2003), Volver (2006) y ésta, uno nota que la intención de que la historia sea redonda y de que todo encaje de manera exacta va en detrimento del alma de la película. A lo mejor suena cursi, no sé como explicarlo mejor, pero, por ejemplo, en el final de Los Abrazos Rotos sobran las lágrimas de Judit, el diálogo tonto de Diego y la voz en off de Harry, explicándonos algo tan obvio como “por fin, pude terminar de editarla”.

Esa es otra cosa negativa: las codas. Almodóvar no quiere dejar nada a la imaginación, sus finales son cada vez más alargados y explícitos, como si el público fuera tonto y necesitara que le digan lo que está viendo; esto, no le ocurría a su cine de hace 20 años.

Adicionalmente, no sé por qué en sus últimos films siempre tiene que aparecer un villano, malo, malísimo, despreciable. Yo no recuerdo a éstos antagonistas de telenovela en las primeras películas de Almodóvar. Aquí, es un magnate machista –muy parecido al que encarnara Bob Hoskins en Hollywoodland (2006) – que incluso tiene una escena de empujo-a-mi-esposa-por-la-escalera que parece sacada de una balurda telenovela mexicana. Fatal!!!!!

En resumen, Los Abrazos Rotos es una película que disfruté, la historia entre Caine/Blanco y Lena, está muy bien desarrollada. Harry Caine/Mateo Blanco es el mejor personaje masculino que haya hecho Almodóvar. Es imposible no sentirse cautivado por el dulcemente melancólico ciego qué, en una brillante secuencia inicial, pasa de conversar a acostarse con una chica que le ha ayudado a cruzar la calle; de ahí, hasta que comienza a contarle a Diego la historia de su última película y de su amor trágico con Lena; cerrando con el director obsesionado con terminar su cinta, “así sea a ciegas”; hay un personaje extraordinario, y una historia que sin tantos errores habría resultado extraordinaria. Sin duda, Hable Con Ella (2003), sigue siendo su mejor película, Los Abrazos Rotos, más allá de los errores mencionados, entra en la lista de sus buenas cintas pero todavía le falta algo…

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