El sábado pasado, antes de comenzar la noche, nos conseguimos en mi casa un cambotico para cumplir con la noble tarea de calentar los motores antes de salir para la versión merideña de la gira nacional de Negus Crew «Tributo a Bob Marley acústico». Mientras estábamos en eso, cándidamente nos decíamos que la organización tendría que ser, al menos, un pelo mejor que cuando vino Manu Chao el año pasado, porque aunque la entrada para este tributo era de sólo 50 bolos, cuando vino Manu fue gratis. Esas cosas ingenuamente decíamos porque, por una parte, en aquel concierto de Manu Chao hubo tarima y cornetas de vaina, nos imaginamos por tanto que no podía ser peor, y por otra, porque no teníamos manera de saber cuánto nos equivocábamos.
Nos aprestábamos a salir cuando por una llamada nos enteramos de que apenas a esa hora estaban haciendo la prueba de sonido allá en el Centro Cultural Tulio Febres Cordero. Eran algo así como las 6.30 y en el ticket de entrada decía que la cosa comenzaba a las 7.00; pendejo retraso. Igual salimos pero la esperanza de asistir a un concierto decente comenzaba a desvanecerse.
Cuando llegamos al lugar pasaban las siete y no sonaba nada todavía. Tan acostumbrados estamos a este tipo vainas que nadie (excepto yo, impulsado por mi muy corta paciencia) dijo nada, ni siquiera preguntaron por qué el retraso, nada… Sin más novedades entramos y fue entonces cuando nos dimos cuenta, después que nos rompieron el ticket, de que iba a ser un chasco de los grandes, sobre todo porque no había ni un miserable kiosco que vendiera siquiera agua.
Ya estábamos medio maltripeando y ni siquiera había sonado el primer acorde. Nos miramos las caras y empezamos a buscar unos escalones donde sentarnos (pues no, tampoco había ni una silla) mientras los del Crew tenían la bondad de salir a cumplir con su parte del trato. Al rato mi hermano, ya medio ladillado, se volteó y me dijo: el coño de su madre estos panas, si ni siquiera iban a vender agua por lo menos hubieran comenzado puntuales ¿no? Legal, le dije yo, y comencé a pensar en escribir este post.
Yo no sé un coño de los aspectos formales de un espectáculo de música ni de ningún otro tipo, y para emitir un juicio de valor, en este caso específico, cuento solamente con la experiencia que me dio haber asistido a una buena cantidad de conciertos. De modo que esto que digo lo hago en gran medida como un mero espectador, pero como un espectador que pagó su entrada y recibió muy poco por ella. Todos los conciertos acústicos de los que sé, por haberlos visto en tv o haberlos escuchado unos, y por haber acudido a otros, se llevan a cabo en un recinto donde las condiciones estén dadas para el disfrute de la música, pues como es un acústico, nadie va a bailar ni a pegar brincos, sino a escuchar, a disfrutar de unos arreglos hechos para la ocasión, a tener un contacto un poco más personal con los integrantes del grupo y su música. Pero allí no había nada de eso, ni sillas, ni condiciones acústicas, en fin, nada que invitara a la celestial disposición del melómano que se propone disfrutar de su adicción.
Así nos dieron las nueve y cuarto, sedientos y ya casi al borde del abandono, cuando se montaron unos tipos que por descarte eran los teloneros, pero nunca supimos el nombre del grupo ni de donde eran, aunque tampoco valía la pena saberlo, a fin de cuentas. Sin pena ni gloria tocaron la impresionante cantidad de dos canciones que de vaina llegaron a nuestros oídos y se bajaron, gracias.
Al rato llegaron los protagonistas del espectáculo y como siempre sucede en ese momento previo a que suene el primer acorde, los ánimos se exaltaron, la malatripa por lo recién acaecido cedió paso ante la expectativa, y la disposición del melómano a disfrutar de su adicción, aun ante todas las adversidades, ganó terreno. Nos miramos a las caras un poco emocionados y como diciéndonos ¡verga, sí somos quejones, aquí viene el cuento, olvidémonos del peo, vamos a disfrutar!
Empezó a sonar la vaina y empezamos a cantar junto con el Pulga, dejándonos llevar por el innegable carisma del pana. Pero los vacíos en la música se hicieron cada vez más evidentes y me fijé entonces, con los ojos, pues mis oídos ya lo habían captado momentos antes, en que no tenían bajo, ni batería, ni tampoco una trompetica. Eran dos guitarras, un bongó y dos voces. Y no es que con eso no se pueda hacer una buena vaina, una vez asistí a un concierto excelente de Cecilia Todd y eran sólo ella y un músico, con un cuatro y una guitarra; claro, los arreglos eran brutales; no sucedía así con los del Crew. Parecía como que los panas vinieron a Mérida de vacaciones y estando aquí decidieron rebuscarse unas luquitas organizando ese pseudo-espectáculo que pretendían hacernos tragar, sin arreglos ni agua. Pero no fueron sólo los vacíos minando la fluidez de la música lo único que chocó, sino que entre canción y canción intentaron con una torpeza insólita de generar un rastafeeling mediante una serie de comentarios penosos tipo autoayuda. Además y para rematar, en algunos momentos el pana Pulga incluso tradujo algunas de las frases o coros de la música del Bob, y sonaba terrible.
Muchos dirán que igualmente no podía esperarse mucho de un concierto tan hippie. Me cago en ellos. Porque aunque hubiese estado a reventar de hippies, que no lo estaba, no quiere decir que no merezcamos respect!.
Probablemente este es un reclamo que deberá hacérsele más a la empresa que organizó la vaina que al Crew como tal, pero ¿no son ellos responsables, ante el público, de quién los representa y de cómo trata a sus fans?
Afortunadamente en medio de la desilusión y la sed me encontré con la Uva, la Gabyota, el Luis y Jaime Lele, que como buenos practicantes del instinto e idiosincrasia venezolana, tuvieron la inteligencia y la pericia de pasar bajo cuerda algo de bebida espirituosa que mitigó la pena. Además cargaban una jodienda bien sabrosa y en ese tren me monté hasta que los de mi cambotico, que no tuvieron acceso a la poderosa botella y nunca calmaron su sed y por lo tanto mantenían una percepción más cruda de lo que sucedía, casi me arrastraron a la carrera hacia la salida, en busca de parajes más verdes, o húmedos al menos.
Y más tarde los conseguimos, pero yo en toda la noche no pude sacarme el mal sabor de la boca, (hasta que mi esposa con un abrazo divino en la cama antes de dormir lo hizo desaparecer), la certeza nítida de que esa noche el Negus Crew se olvidó del Respect man!
tremendo relato.. lamentable es que sea un hecho vivido!!
Igual vacilaste porque en algunas ocasiones no queda de otra. Respect!!
Tal cual viejo, en ocasiones he llegado a pensar que si algo nos distingue como venezolanos es esa capacidad para reírnos hasta en las situaciones más insólitas.
Gracias por el feedback mi pana.
Nadamas a ti se te ocurre ir a ver esa mierda tan mala pana y me disculpas pero ni gratis y ni con curdas tambien gratis voy a ver al pulga, es mas me pagan por ir y cobro muy caro para no hacerlo.
Así mismo fue, así mismo fue. Lo vi con estos ojos cegatones y así mismo fue.