Las tardes de desempleada en mi pueblo atrasado y marginal son nulas, el calor es infinito al igual que la soledad y el hastío. No queda de otra que optar por la tecnología, suponiendo claro que no haya un apagón. Me ladillo del facebook y del twitter fácilmente, ya me enteré de lo que pasa allá en el mundo porque donde yo vivo no hay mundo ni vida ni un carajo. Entonces pelo por la televisión, el cable ‘of course’ porque ni de vaina voy a ver televisión nacional. El día que decida efectivamente suicidarme veré antes 2 horas de tv nacional, una hora de globo y una hora de vtv, y esas pastillas me las trago pero así de fácil! Hago zapping por la variedad segmentada que me ofrece Directv y ya estoy hasta la coronilla de Two and a half men, House, CSI, Los Simpson, las 50 versiones de La Ley y el orden, los realitys de un canal que antes pasaba videos, las recetas de Sumito y las películas mil veces repetidas. Me voy por esa zona de canales a los que nunca les paro y que agrupa a los que enseñan cosas importantes en la vida, como los History, Discoverys, Natgeo, y caigo inocentemente en Animal Planet. Veamos animalitos y bichitos raros toda la tarde pues.
Entonces empieza una serie chico que se llama El Reino del Suricato y yo quedo fascinada. Todavía no sé a que subespecie pertenece el animalito este, solo sé que es un mamífero y nada más. Me importa un pepino. La telenovela del suricato me atrapó enseguida y aquello fue como una revelación. En el capítulo te explican cómo los suricatos viven en manadas comandadas por hembras, o sea, es un matriarcado y yo digo Bingo! Espero ver machos de este animalito bien escoñeteados o cuando menos humillados por las hembras, me preparo para un banquete de estrógeno puro. El british narrator cuenta las incidencias de una de las manadas donde la líder está preñadísima y por tanto debe cuidar su puesto como sea. Hay una suricatica que le llaman Sophie (es que más sublime no puede ser) y es como la niñera de las crías de todas las hembras de la manada, pero de medio brinconsita ella se aleja del grupo y se encuentra con un macho vagabundo. La líder parada en sus dos paticas con su cuerpito estiradito y viendo para todas partes, la pilla y enfurece. Acto seguido Sophie es batuqueada y expulsada de la manada porque representa un peligro para las crías de la jefa, si llegara a embarazarse. Pero ella no hizo nada con el macho, esas son calumnias. No importa, va pa’ fuera! Sophie ahora está sola, ninguna otra manada la aceptará, su reputación está manchada y no sobrevivirá mucho tiempo así. Maldita bruja preñada! El destino de la joven e inocente Sophie, que se sacrificó por los hijos de las demás, quedó en manos de la bicha sucia esa que todavía nadie me ha explicado de quien se preñó la muy zorra, y en la vasta llanura de… (no sé en qué monte viven esos animalitos) Sophie contempla su futuro muy corto, en una toma que es poesía gruesa.
Es que ni Delia Fiallo lo habría contado mejor. Yo no puedo dejar de pensar en la pobre Sophie. ¿Cómo es que un acto de simple curiosidad por el otro, termina costándole su supervivencia? Ella cumplió su papel a cabalidad, no tenía intensiones de preñarse y pagó el precio de dejarse llevar, solo estaba viendo y olfateando al macho. A todas estas caigo en cuenta así como de la nada, encuentro la verdad y la luz se hace (la del entendimiento, la otra se deshace a cada rato) y me digo: vivimos en el reino del Suricato y todos somos potenciales Sophies. Ojalá chico y fuera nada más un problema de hormonas, eventualmente esa huevonada se supera y allí es cuando viene lo peor, cuando al reloj biológico se le pasa la hora es que se pone fea la vaina. Empiezo a pensar en las dos horas de tv nacional que me debo a mi misma, sería tan fácil, quién podría sospechar su culpa. Pero no hay que darse golpes de pecho, la mirada reflexiva de Sophie me lo aclara todo. No importa qué o quién, pagaremos nuestro atrevimiento.
No son tiempos para salirse del rebaño a explorar los alrededores, no seas tan pendeja como Sophie. Cumple tu papel asignado en el gran teatro del mundo y te recompensaremos con… con haber cumplido tu papel. Entiende que no hay lecciones que aprender, solo trabajo por hacer, si fueras una abeja obrera no habría problema, estarías programada para eso, pero eres un suricato y tienes curiosidad, porque te levantas sobre tus dos patas y miras a tu alrededor evaluando la situación para tomar decisiones. Y te jodiste! ¿Quién te dijo que puedes tomar decisiones? Cuánto atrevimiento el tuyo de erguirte y mirar por encima de la escenografía. Te quedarás sin madriguera, sin manada, sin alimento, sin pareja, sin sustento alguno que le de sentido a tu existencia. Porque eres un suricato más, no eres la líder, no hay 200 líderes en esta manada, hay una sola y esa no eres tú.
Sophie es la historia que ya te sabes, la haz escuchado un millón de veces, pero es que no aprenden pana, que vaina con esta gente! Al resto de la manada le importa un rábano el destino de la pobre Sophie, ellos se quedan lamiéndole la pelambre a la hembra líder. No te apures en pensar en los padres fundadores, pero piensa sí, en todas las malvadas madrastras que se te ocurran. Y tú todavía creyendo en el problema de las imposturas kitchs y pequeño-burguesas-afrancesadas y tal. Cuando la gran madre te vea departiendo fuera de tu círculo con ese que es proscrito para los que son como tú, no quedará panita que te salve, porque coye entiende que yo tengo mis chamos, tú sabes como es, hay que pagar los pañales que están carísimos, y la leche, y la lista de preescolar… Y te cae la metra! Y tu mirada es la de Sophie que está sentada porque ya no le sirve de nada erguirse porque no hay nada que ver en el futuro. Y tú entiendes con esa serenidad zen por qué te piden perdón vale, y te llaman y te dan excusas y les da pena y se enrollan y tú sigues pétrea como Sophie, que no tiene nada y está sola y se va a morir en cualquier momento pero sabe que no hizo nada, sabe que no era una amenaza, sabe que es la pieza que debió descartarse para que la líder siguiera siendo la líder, sabe que no deja legado, sabe que ha cumplido su misión.
Sophie está muerta ya y tú también. Te suicidaste sin pastillas ni televisión nacional, el día que frente a esos mismos canales dijiste ‘pero ya va’. Y Sophie se pregunta ontológicamente ¿para qué he de poder pararme en mis dos patas traseras y divisar lo que hay más allá? Y la respuesta ya la sabes porque vives en El Reino del Suricato.