En el mundo de los biopics abundan los arquetipos. Siempre se adaptan las historias de personajes que representen a su vez algún valor particular. Sobre eso, ya hablé por aquí hace algún tiempo. Era obvio que el feminismo, no podía quedar atrás en la lista de tema a ser tratados en biopics.
De las biografías recientemente adaptadas al cine, Fur: an imaginary portrait of Diane Arbus (2006), era la única que trataba el tema, al presentar la historia de la oscura fotógrafa neoyorkina Diane Arbus, y su emancipación como mujer, la cual ocurría luego de su encuentro con un extraño, peludo y sensible hombre que le enseñaba a ver la vida desde otra perspectiva. Esta visión, que para los ojos agudos de alguna feminista podría ser considerada machista, se repite en Coco antes de Chanel (2009) de Anne Fontaine.
Luego de atravesar una infancia en la que es abandonada por su padre en el orfanato de Aubazine, junto a su hermana Adrienne (Marie Gillain), Gabrielle Bonheur (Audrey Tautou) se dedica a trabajar como cantante de cabaret en bares de soldados borrachos, precisamente de una de las canciones que interpreta surgirá su apodó “Coco”. Una de esas noches, conocerá a Étienne Balzán (Benoît Poelvoorde), un viejo verde, del cual se convierte en su cortesana. En la mansión de éste, conocerá a Arthur “Boy” Capel (Alessandro Nivola), un apuesto carbonero inglés del que se enamorará, aunque él esté comprometido a casarse por compromiso con la hija de un Lord inglés.
Todas las biopics siguen la misma estructura: inicios duros, ascenso, gloria, caída, resurgimiento. Ésta no. Y ese puede ser su primer mérito. Lejos de narrarnos la clásica historia de estas películas, Fontaine, nos muestra un personaje enormemente pragmático: Coco sabe que no puede surgir sola en el mundo y por eso ni lo intenta, se lía con Étienne, le da sexo aunque no quiera, a sabiendas de que es la única forma de sobrevivir. Lo mismo ocurre con el personaje de “Boy” Capel, del que está enamorada y sin embargo, en la mejor escena de la película, le dice “Siempre supe que nunca me casaría, ni siquiera contigo”, y a pesar de esto, lo utiliza para conseguir los medios económicos que le permitan darle rienda suelta a su pasión recién descubierta: el diseño.
Un acierto es no haber convertido a los personajes masculinos en estereotipos machistas: Étienne es un monstruo de su tiempo, es machista porque no puede evitar serlo, pero al final, es el único personaje que parece tenerle afecto real a Coco. “Boy” Capel, tampoco tiene opciones, él debe casarse porque es lo que se espera de él, como le dice a la protagonista en algún momento: “No lamento tener la vida que he tenido, porque de no haber vivido como lo he hecho, nunca hubiera podido leer uno solo de los libros que he leído, pero claro, si mi vida hubiera sido distinta, entonces yo podría simpatizarte más”. En contraparte, los personajes femeninos están, igualmente, atrapados en lo que se espera de ellas: la hermana de Coco, enamorada de un Barón Inglés que la mantiene oculta porque se avergüenza de ella, espera pacientemente a que se den las circunstancias necesarias para poder casarse con su pareja, aunque en el fondo sabe, que eso no va a ocurrir. Emilienne d’Alençon (Emmanuelle Devos), una amable actriz de teatro que le da a Coco su primer trabajo como diseñadora de sombreros, le recomienda siempre a Coco aceptar su destino, incluso le dice “afortunada” por tener un hombre que la proteja. La rebeldía de Coco, entonces, estará en moverse sigilosamente entre los mecanismos opresivos de su tiempo para cumplir sus metas. Esto, podrá ser considerado excesivamente machista por algunos, ya que Coco realmente nunca se rebela ante nada, sólo hace lo que puede y así va trazando su camino. A mí me ha gustado mucho que Fontaine rehuya de cualquier discurso exacerbado; es decir, a mí me parece más razonable que Chanel haya surgido así, a que un día se haya parado en medio de la calle a decir: estoy cansada de vivir en un mundo dominado por los hombres. Es más real la perspectiva de la película.
Formalmente, es un film impecable. La ajustada dirección artística de Oliver Radot, con una excelente decoración de interiores. La buena fotografía de Christophe Beaucarne. El imponente trabajo de vestuario de Catherine Leterrier (desde ya, candidata firme a los próximos Oscars), y finalmente la música de Alexandre Desplat.
Anne Fontaine, hace un apropiado uso de la cámara en mano, la cinta no aburre a pesar de ser una película de época, entre otras cosas, por el buen manejo de la cámara, casi nunca estática.
Audrey Tautou, tiene la bendición/maldición de haber protagonizado Amelie (2001), una película demasiado icónica, y hasta ahora me resultaba imposible no relacionarla con el papel que le lanzó a la fama. Afortunadamente, en esta película su interpretación es excelente, con decir que le da tres palos al señor Nivola, que luce extremadamente acartonado e hierático. Por momentos la cinta la pertenece a Benoît Poelvoorde, quien tiene el personaje más difícil por lo repetido y obvio, pero Poelvoorde le da a su rol algo de humanidad y lo desencasilla.
Ahora que la releo, me doy cuenta de que esta crítica es un tanto complaciente, pero bueno, lo lamento, a mi me ha gustado muchísimo.
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