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Estreno de Zamora en el Teresa Carreño: una telenovela personal

Capítulo 17: Los Paraísos Artificiales del Socialismo del Siglo XXI

Lee la primera parte aquí

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En todo cambio hay algo infame y agradable al mismo tiempo, algo que se asemeja al adulterio y al traslado de domicilio.Esto basta para explicar la revolución francesa.

Charles Baudelaire.

El Doctor regresa del baño con cara risueña y me ofrece un cigarrito para hacer tiempo, mientras la señora se dirige al patio para buscarnos “un par asientos privilegiados”, en palabras de ella. Dios la guarde.

Los dos fumamos en silencio, apoyados de una baranda y con la vista en dirección hacia el Teatro. El Doctor apenas alcanza a susurrarme: “muero por un whisky. ¿Arriba todavía venderán whisky?”Y ambos estallamos en una pequeña carcajada liberadora, al subir la vista al platillo protocolar, donde antes vendían desde dulces hasta bebidas espirituosas. En la actualidad, cero uno a la izquierda por allá arriba.

De verdad, un etiqueta en las rocas no nos caería nada mal, chico. Recuerdo cuando venía de chamo, y me fascinaba seguir el ritual de salir en el entreacto para tomarme un par de birras, durante cualquier función del Festival Internacional de Teatro( uno de los primeros de su clase en el mundo).Hoy ya no hay ni Festival ni la posibilidad de comprar, si quiera, una copita de vino para calmar la ansiedad.

¡Ay, los vicios humanos! Son ellos los que contienen la prueba de nuestro amor por el infinito.

Charles Baudelaire.

Aquí mismo tuve la ocasión de presenciar a los mejores dramaturgos y a las grandes obras de la contemporaneidad, gracias al Festival de Teatro. Aquí asistí a la consagración de grupos y genios como Tomás Pandur y Joan Font de Els Comediants, quien nos trajo su obra maestra, La Nit, a finales de los ochenta.

Aquí goce del estupendo montaje satírico dedicado a Dalí, una joya absoluta, imborrable, imperecedera. Y por extensión, el Festival me dio la oportunidad de conocer el trabajo y el texto de autores universales como Chejov, Peter Brook, Lindsay Kemp, Harold Pinter y Thomas Bernhard, sobre todo él, Thomas Bernhard.

Puedo afirmar con total certeza lo siguiente: soy una persona distinta después de haber descubierto, tarde, a Thomas Bernhard en una función del Festival de Teatro, a propósito de la puesta en escena de su pieza clave, “Maestros Antiguos”, cuyo libreto aprendí de memoria, luego de grabarlo en vivo con una cámara Canon XL1.

La compañía encargada de adaptarlo y homenajearlo fue la increíble “Romea” de Xavier Alberto, bajo la conducción interpretativa del invencible Carles Canut, una fuerza de la naturaleza reconvertido en el protagonista de “Maestros Antiguos” y en el alter ego de la bilis literaria de Tomas Bernhard.A mi modo, yo intento remedarlo y conjurarlo a la hora de escribir, sin mucho éxito. En cualquier caso, hago el esfuerzo.

Entre calada y calada, sueño despierto de forma ingenua: “ojalá tuviéramos en Venezuela a un equivalente de Tomas Bernhard, y no a una nueva camada de mutantes de nuestra vaca sagrada, Román Chalbaud”.

Sería interesante comparar la complacencia de Chalbaud con la irreverencia de Bernhard. Naturalmente, el segundo le ganaría la partida al primero en tres segundos, de lejos. Verbigracia y para demostrarlo, los dejo con un pasaje de su novela, “Maestros Antiguos”:

Si contemplamos un cuadro bastante tiempo, aunque sea el más serio, tenemos que caricaturizarlo, dijo, para soportarlo, y así tenemos también que convertir a nuestros padres en caricaturas, a nuestros superiores, si los tenemos, en caricaturas, al mundo entero en caricatura, dijo. Mire usted bastante tiempo un autorretrato de Rembrandt, cualquiera, y se le convertirá a la larga, con toda seguridad, en caricatura, y se apartará de él. Mire usted bastante tiempo el rostro de su padre, y se le convertirá en caricatura y se apartará de él. Lea a Kant con insistencia y con más insistencia aún y de pronto le dará un ataque de risa, dijo. Al fin y al cabo, todo original es ya en realidad, en sí, una falsificación, dijo, ya comprende lo que quiero decir. Naturalmente, hay fenómenos en el mundo, en la naturaleza, como usted quiera, que no podemos ridiculizar, pero en el arte se puede ridiculizar todo, todo hombre puede ser ridiculizado y convertido en caricatura si queremos, si lo necesitamos, dijo. Eso, si estamos en condiciones de ridiculizar, no siempre estamos en condiciones, y entonces se nos lleva la desesperación y luego el diablo, dijo. Da igual qué obra de arte, puede ser ridiculizada, dijo, que se le presenta a uno como grande y, en un instante, uno la ridiculiza, lo mismo que también a un ser humano, al que hay que ridiculizar porque no se puede hacer otra cosa. Pero la mayoría de los seres humanos son realmente ridículos, dijo Reger, y uno se ahorra el ridiculizarlos y la caricatura. La mayoría de los seres humanos, sin embargo, son incapaces de caricaturizar, lo contemplan todo hasta el final con una terrible seriedad, dijo, y no se les ocurre la idea de hacer una caricatura, dijo.

Exacto, correcto, perfecto, eureka: “Zamora” debería ser una caricatura, una parodia, una “Not Another Epic Movie” a la criolla, un “The Producers” donde nuestros héroes militares y nuestros íconos históricos harían el ridículo, para no seguir atormentándonos con su pesada y pavosa carga en presente. Hasta luego, chao, Good Bye Miranda, Bolívar y Zamora.

Con los recursos de la Villa, es la única alternativa seria. Ustedes me prestan esos disfraces espantosos y recién planchados por una semana, amigos de la Villa, y les saco una película de partirse de la risa, con todos mis amigos, al estilo de Diego Risquez, pero a la inversa. Es decir, con humor negro, con veneno en vez de con aires de importancia, esnobismo, pretensiones autorales y comerciales.Yo los invito a quitarnos las caretas. Con las pelucas y las charreteras de la Villa es imposible hacer un cine de época, convincente y creíble, a la usanza de Hollywood.

En la meca, derrochan presupuestos de 200 millones de dólares en el desarrollo de un proyecto sobre la independencia de Estados Unidos. Y al cabo de dos años, recuperan con creces el monto invertido por concepto de recaudación de taquilla, al punto de meterse en el bolsillo cerca del mil millones de dólares. Así funciona la economía de la industria americana, guste o no.

En Venezuela es inconcebible equiparar dicha marca, querer competir de tu a tu con un monstruo de mil cabezas y cien años de experiencia. Ellos nos llevan una morena por delante, un siglo de ventaja, en la experimentación con las fórmulas del melodrama decimonónico. Basta y sobra con volver a deleitarse con “Intolerancia” y “El Nacimiento de una Nación”, para reconfirmarlo.

En efecto, nosotros hemos llegado con un enorme retraso, de décadas de décadas, a la concepción de superproducciones espectaculares a la retaguardia de “Lo Que El Viento se Llevó”, “Los Diez Mandamientos”, “Ciudadano Kane” y “Ben Hur”.

Por ello, los resultados desastrosos son evidentes y consecuentes con la falta de humildad. Es necesario bajarnos de la nube de Chalbaud, de la Villa y de la revolución, en su vana y megalómana creencia de querer sepultar el legado audiovisual del “imperio”, de un solo plumazo. Pasa en la realidad con la vinotinto, pasa en el cine con Zamora. Para alcanzar a las potencias de la disciplina, lo primero es comenzar por reconocer nuestras limitaciones, como país, nación e industria.

De momento, el cine nacional es un espejismo. Depende de los vaivenes del gobierno y de las decisiones arbitrarias de la dirigencia del PSUV. Su autonomía es nula y sumisa a los criterios estéticos avalados por la constitución. Por ende, se le da prioridad al contenido sesgado por encima de la forma por la forma, según el punto de vista de Baudeleire.

A diferencia de Farruco Sesto, Baudelaire creía fervorosamente en la inutilidad de la poesía, a contrapelo de la prosa de su época. En términos de Félix de Azua:

Los artistas se pliegan a las nuevas circunstancias de su época. Víctor Hugo quiere ser útil; Vigny, Chateaubriand, quieren servir al pueblo. Pero unos pocos sospechan que la entidad a la que es posible servir dista mucho de ser una totalidad homogénea. Por reacción contra el empleo funcional de la poesía, Baudelaire pedirá la inutilidad , la gratuitidad de la obra de arte. Un poema no sólo ha de ser una producción técnicamente acabada, sino también algo socialmente inútil. “La Lógica de una obra sustituye cualquier postulado moral”, dice Baudelaire.

Por tanto, el paradigma de Baudelaire es la antitesis del cine “comprometido” catapultado por la Villa roja rojita. En consecuencia, surgen como hongos subproductos concienciados de la talla de la sonada ganadora del Festival de Mérida: “Cheila… una casa pa´maita”, suerte de tragicomedia Chalbodiana en la línea de “Transamerica”. Vean su trailer y después continuamos con la deconstrucción del romanticismo ñoño, pacato, especulador, oneroso y costoso de nuestros Piratas del Caribe.

http://www.youtube.com/watch?v=MjW-d_giBQo

Cheila… una casa pa´maita” hizo las delicias de la crítica criolla, embelesada por la mecánica contenidista del engranaje vernáculo.De la crítica boba, provinciana,rococó,paramera, trasnochada, premoderna, gochitonta y ochentosa.

Cheila… una casa pa´maita” nos retrotrae a una especie de vertiente de denuncia maniquea, explotada como filón en América Latina desde el éxito de la sensiblera y caduca, “Fresa y Chocolate”, traducción amordaza y a destiempo de la cacería de brujas contra la homosexualidad en Cuba.

Con “Fresa y Chocolate”, el régimen de la Habana quiso sanar heridas públicas con su terrible expediente de violación de derechos humanos, en el apogeo de la década negra, cuando decidieron agarrarla con el enemigo interno o el chivo expiatorio del arquetipo del “gay”, para depurar a la burocracia de seres indeseables y personajes incómodos como Reinaldo Arenas. La inquisición comunista al calco y al carbón de la guerra fría de McCarthy.

El lanzamiento de “Fresa Chocolate” de Tomás Gutiérrez Alea funcionó como teatro de operaciones del vampiro Fidel Castro, para propinarse una transfusión de sangre fresca en el arribo del período especial. Corría el año 1994 y un milagro en 24 cuadros por segundo lograba mantener la ilusión por la utopía vencida tras la caída del muro de Berlín.

El film cumplió su papel estratégico al fungir de mea culpa y de gasolina para el motor oxidado del turismo en la isla. Legiones de fanáticos de “Fresa y Chocolate” cayeron en la trampa con el objetivo en mente de probar el sabor de los helados Copelia. Sin embargo, el trago amargo de la realidad superó, una vez más, el color esperanza de la ficción. ¿Sucederá lo propio con Cheila… una casa pa´maita”? En lo personal, lo pongo seriamente en duda. Como mucho, su llegada a la cartelera alcanzará para despertar una minúscula polémica de sordos, entre la prensa de farándula y los canales del estado, en provecho de la campaña inclusiva e incluyente de los candidatos a diputados por el partido socialista unido, en las próximas elecciones. ¿Y en materia financiera? La quiebra es el norte de la senda impuesta por la Villa, y por consiguiente, de Cheila… una casa pa´maita”. Más de un hogar dulce hogar, subsidiado por un padre proteccionista, dadivoso y consentidor, al extremo de la bancarrota. Sus hijos lo llevarán a la ruina.

Mutatis mutandis, si apenas logramos reunir tres millones dólares para financiar una película como “Zamora”, es preferible ahorrarnos el dinero o dividirlo por partes iguales en el estímulo de talentos emergentes, documentales, cortometrajes y largometrajes de cerrada vocación autoral. Allí radica nuestra clave del éxito. No en hacer una fotocopia descolorida y acomplejada de Hollywood, sino en replantear el esquema neorrealista de Italia, Argentina, Nigeria, Irán, Filipinas y Francia. En síntesis, rodar más con menos. De la cantidad, de seguro, surgirá la calidad. Es una ecuación ideal.

Lo otro es continuar alimentando una impostura, una falacia, una mentira, un capitalismo socialista de ficción, una engañifa mortal a un costo elevadísimo, al borde de “Saw” en Sabaneta de Barinas. Un juego macabro donde nadie gana y todos pierden, tal como ocurrió en la época de Goebells.

El Ministro de Propaganda de Hitler se empeñó en doblegar a Hollywood y a la vanguardia soviética, al promover la respuesta alemana a “El Acarazado Potenkim”. A corto plazo,la cinta se titularía “El Acorazo Sebastopol”. Miles de personas fueron contratadas para consumar la fantasía fetichista del publicista suicida al servicio de su majestad, del patrón Nazi. Pero su carencia de mesura y de tino devino en un fracaso rutilante para la moral germana. La película terminó siendo una calamidad, un hito a la desmesura del poder fascista, y un ejemplo del séptimo arte maligno a las órdenes del comandante en jefe de turno. Por desgracia, “Zamora” va por el mismo camino.

Lamentablemente, los hombres necios no aprenden lecciones y las repiten, sin conciencia alguna. Por fortuna, de sus errores sacaremos conclusiones a futuro, en beneficio de la democracia, del estado de derecho y de la libertad de expresión.

Por eso, sigo aquí resistiendo y dando la pelea por la imaginación dislocada al margen de las fronteras del sistema.

Por eso, aspiro la colita de un cigarro y expulso el humo de una versión caricaturesca de “Zamora” en honor a Thomas Bernhard. El libreto lo redactaríamos en un foro de panfletonegro, entre todos sus colaboradores y comentaristas.

Yo propondría a J.J. como realizador de la charada colectiva, nada más para sacarle la piedra a Héctor Soto, José Vicente Rangel, Lina Ron y al gordito Mario Silva. Trece haría de “Zamora”, Budú de “Miranda” con peluca amarilla y Nigga de “Bolívar”.

La película podría llamarse: “Las Tres Potencias” y giraría en torno a una hipotética bacanal de sexo, violencia y drogas, alrededor de una apocalíptica fiesta de disfraces en el Country Club, con invitados boliburgueses y demás.

Tarek William se interpretaría así mismo, vestido como en la cinta de Diego, y a su vez, Diego sería el anfitrión de la fiesta inolvidable, donde las “Tres Potencias” amenizarían la velada con un toque de rap.

Rolando Salazar aparecería disfrazado de “Chavez” con una botella de tequila al lado del adiposo Barreto en clave de “Michael Moore”, y todos al final morirían intoxicados, producto de la ingesta de un ponche aliñado por “Trece” con un mezcla de perico con heroína. Por supuesto, basada en hechos reales.

En el clímax, las figuras heroicas de nuestro pasado y de nuestro presente fallecerían al unísono, en medio de una vomitadera orgiástica, a lo Pasollini, a la luz del sol de la mañana.

El único en sobrevivir para contarla, sería Juan Barreto, porque él aguanta demasiado y es como un gato. De hecho, la película culminaría con la llegada triunfal de Juan Barreto al Teresa Carreño, para asistir al recital de “Cats” en Caracas.

Sí señor, “Cats”,quién lo diría, aquí en el Teresa Carreño donde hoy voy a ver “Zamora”. “Cats” es una bonita metáfora para cerrar el capítulo de la semana.

“Cats” refleja las contradicciones del chavismo, y al mismo tiempo, revela su naturaleza felina, pues los gatos siempre caen parados. Así son los cuatro gatos del Ministerio de Cultura, así son los gatos de la Villa del Cine, empezando por el gato de Chalbaud y terminando por el gato de César Bolívar. Ni hablar del resto de los gatos de “Zamora”. Son “Cats” o gatos de Broadway venidos a menos y en franca decadencia. Sólo les queda maullar en el Teresa, para subsistir, mientras los pelagatos pagan por la gracia y aplauden a rabiar.

Con permiso, porque ahora voy por ellos, por los “Cats” de la revolución, amalgama de cursilería, opereta, camp, sensiblería y subdesarrollo.

Nos acabamos la nicotina.

La señora nos invoca.

En el episodio 18, sí prometo contar los entretelones de la algarabía Zamorana en el patio central, desde la zona VIP.

Hasta entonces.

Y como ya compré mi entrada para Metallica, los dejo con un clásico acorde para la ocasión. Agarren, Master of Puppets live 2009.

http://www.youtube.com/watch?v=U_4rn6C6-pk&feature=related

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