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Estreno de «Zamora» en el Teresa Carreño: una telenovela personal

Capítulo 21: ¿Quién es el Hugh Hefner de la Revolución?

Lee la primera parte aquí

“Cada telenovela debe tener, como mínimo, un acertijo insoluble, una pregunta sin respuesta”. Me lo confesó uno de los padres del género en una entrevista mañanera. Su nombre también lo dejaré a la libre interpretación de ustedes. Ya se lo pueden imaginar.

Por si acaso, hoy no hablaré del enigma de las tres filas reservadas. Todavía hay chance de posponer su resolución en un próximo capítulo.

Por ende, el episodio de la semana lo dedicaré al desarrollo de una trama paralela, de un evento colateral al estreno de “Zamora”. Es decir, la llegada triunfal al Teresa de un famoso director de la Plataforma, encargado de glosar las teorías de emancipación de la izquierda caviar, así como de abonar el terreno audiovisual para la sedimentación del arquetipo de Hugo Rey en el inconsciente colectivo.

Pocos como él contribuyeron a fomentar el culto a la personalidad del líder único a través del lenguaje del cine. Pocos como él supieron adelantarse a su tiempo, al conjugar presente con pasado en pro de la manipulación de la historia reciente. Pocos como él encarnan la mayoría de las contradicciones del espíritu revolucionario del PSUV, aunque su ficha procede de los cuadros políticos de la Causa R, bajo la influencia del profesor Maneiro. Y no me refiero a Farruco Sesto. Tampoco a Román Chalbaud.

¿Adivinan su identidad?No importa. Lo fundamental es conservar el suspenso hasta el final. Estirar y sugerir pero sin revelar la fuente.

Por ahora, sólo conviene saber algo: el señor del misterio acaba de arribar al Teresa en plan de “Rock Star” venido a menos, en fase de superestrella perdonavidas del CNAC, en clave de pavosaurio enfundado en una chaqueta de cuero de malandraje otoñal, alevosía y transgresión de la tercera edad, cual dinosaurio de la banda “Kiss” escoltado por una hermosa jovencita del color y del porte de una Naomi Campbell de Barlovento.

Al lado del caballero de la triste figura, la niña, la Dulcinea es un espectáculo, es un encanto, es un bombón, es una quimera quijotesca del Miss Venezuela.Como diría Stendhal, tanta belleza, abruma. Sus ojos brillan de ingenuidad, su tez negra resplandece al contacto con la luz, como si su piel estuviera cubierta de escarcha a lo “New Moon”.

Si ella es una pequeña vampiresa en ciernes, él definitivamente es el hombre lobo del cuento, mejor dicho, es un viejo zorro con cara de viejo verde, quien disfruta de exhibir a su presa en público, para alimentarse el ego y la reputación frente a sus colegas de manada, cuyos aullidos de aprobación no se hacen esperar al ver a la víctima de las fauces seniles del consumidor de Viagra.

Extra, extra. La pastilla azul de Pfizer es uno de los patrocinantes oficiales no sólo de la velada, sino de la disfunción eréctil de las momias del proceso. Muertos en vida preservados en piscinas de formol, tipo los tiburones de Damien Hirst, y mantenidos a punta de drogas de síntesis. Aquel se inyecta “botox”, la otra guarda un paquete de antidepresivos en la cartera, y el mandamás rumbea de lo lindo a la manera de Jhonny Deep en “Fear and Loathing in Las Vegas”.

En cierta forma, la utopía de Hunter S. Thompson se ha consumado en Venezuela: gobernar un país con el apoyo y el beneplácito de los barones de la coca. Léase, la guerrilla colombiana aliada al narcotráfico y el movimiento campesino encabezado por la bandera hippie de Evo Morales, a la usanza de las comunas de ambiente de San Francisco, del barrio gay a Haight-Ashbury, donde conocí de primera mano las propiedades de los alcaloides tras la huella del mescalito de Carlos Castaneda.

Curiosamente, las enseñazas de Don Juan se reescriben actualmente en el paraíso de los bolcheviques de Miraflores, con ligeros cambios de ruta.

Por desgracia, de la ilusión de apertura y ruptura hemos devenido en un experimento fallido del Doctor Marx según las FARC, a la altura de una distopía fabulada del siglo XX, a caballo entre Macondo y McCondo( Jorge Volpi dixit), el realismo mágico y la republica bananera, 1984 y Fahrenheit 451, con quema de libros, listas negras y demás.

A propósito, extraigo unas líneas del título imprescindible de Andreu Domingo, “Descenso Literario a los Infiernos Demográficos”, finalista del premio Anagrama de Ensayo, apenas superado por “La Catira” de nuestro Gustavo Guerrero. Es extraño pero ambos libros sirven para entender el problema de fondo del proyecto bolivariano en el contexto del tercer milenio. Verbigracia, les regalo un párrafo de la pluma de Andreu Domingo:

La distopía, por oposición a la utopía, es el relato del peor de los mundos posibles, que se fragua como género literario a medio camino entre la sátira política y la tragedia a finales del siglo XIX y principios del XX como reacción a las utopías políticas y a las literarias que la sustentaban.En términos Goyescos, ejecuta el retrato de los monstruos engendrados por la razón(política). De este modo, las distopías clásicas enunciadas en la primera mitad del siglo XX, inciden en la crítica de los proyectos políticos, con el punto de mira puesto en la naturaleza de los sistemas autoritarios y en la alienación que hace posible el mantenimiento del poder. La gestión de la población y en general los temas demográficos son tratados en estas obras como un instrumento producto de la construcción de esos poderes estatales perversos.

Alrededor mío se fragua entonces una conspiración de Huxley, Orwell, Bradbury, Wells, Zamiatin, Asimov,Burgess, Crihcton, Ballard, Foucault, Freud, Galeano, Malthus, Gates, Huntington, Houellebecq, Thoreau, Borges, Carlos Rangel y James Cameron. Mezcla de los desechos de “El Manifiesto Comunista”, “Las Venas Abiertas de América Latina”,”El Manual del Perfecto Idiota Latinoamericano”,“Para Leer al Pato Donald”, “Apocalípticos versus Integrados”, “Los Condenados de la Tierra” de Franz Fanon, “La Hora de los Hornos”, «Parque Jurásico», “Las Cartas del Ché”,“Hegemonía o supervivencia: La estrategia imperialista de EEUU” y las cartillas de adoctrinamiento de Fidel Castro, para justificar la persistencia de las cartillas de racionamiento en los “mercales” y “mercalitos” de la Habana.Valga la acotación, cartillas de racionamiento para el uso exclusivo de la población gestionada, no para el deleite de los ingenieros sociales de Cuba. A ellos les toca sus tres golpes diarios, como dios manda y Raúl decreta.

De igual modo, la desigualdad y la inequidad constan en la nómina de los actos dolosos del Teresa. En efecto, el desnivel alcanza cotas de paroxismo cuando comienzan a aterrizar y a desfilar los altos jerarcas de la revolución cultura, como el caso del señor misterioso flanqueado por su dama de compañía. Son “La Princesa y el Sapo” en persona, “La Bella y la Bestia” en su salsa. La personificación del relato de “La Caperucita” en versión XXX. “Lolita” de Nabokov a la potencia de Chapita en “La Fiesta del Chivo”.

El Señor la agarra fuerte por la mano al inicio de su solemne descenso por las escaleras del teatro. De inmediato, se les cruza un jala mecate para celebrarles la santa unión, sin escatimar en esfuerzos y en halagos. El señor no sabe esconder su incomodidad, pero le sigue el juego al mujiquita. “Amigo, usted ha traído a la mujer más bonita de la noche, un compendio de la belleza revolucionaria, con sangre de esclava manumisa, cuerpo de amazona y alma de mujer libre”, certifica el Osmel Souza de la charada. Sus palabras rimbombantes se las lleva el viento, mientras la famosa pareja continúa con su viaje diplomático hacia el fondo del recinto, al calor de abrazos, saludos, guiños y toda suerte de clichés protocolares. No faltan las fotos fijas y los besos demagógicos a niños y ancianitas con las hormonas alborotadas. Por algo es amigo personal del Presidente.

A sus sesenta y tantos, el señor misterioso sigue despertando pasiones irrefrenables e irracionales en la multitud. Quizás sea por su aura telegénica. Quizás sea por su fama de “cineasta de la revolución”.Quizás sea por su barba de guerrillero seductor. Quizás sea un efecto óptico proporcionado y avalado por la presencia de su novia, posiblemente de la misma edad de su hija.Cuidado y es menor.

En su marcha de la victoria, una estela de morbosidad los corteja.¿Por qué andarán juntos? ¿Cómo se habrán conocido y en dónde?¿ Cuales circunstancias rodean su vínculo, su enlace?¿ De qué conversarán?

El halo de la incógnita se cierne sobre sus cabellos, al describirles una silueta de arcano blasfemo, de teorema oculto, no apto para toda la familia. La rígida moral de la Ley Resorte no aprobaría dicha relación en un programa de TVES, para el horario vespertino.

Aunque usted no lo crea, los dos serían los invitados ideales para un especial de “Cristina” o de “Laura en América” consagrado a desmenuzar las intimidades del síndrome intergeneracional del 60-20.

Atrás quedó el 40-20 de José José. La moda del machismo longevo lo representa el señor misterioso en nuestra patria. Todo un ícono del teatro de la revolución.Todo un ejemplo de las contradicciones del proceso de cambios, del socialismo del siglo XXI.

De hecho, cabe compararlo con el reality show de Hugh Hefner,increíble pero cierto emblema del mito neoliberal del “self made man”; rutilante insignia de la lozanía del capitalismo salvaje a pesar de sus crisis de edad.

El dueño del emporio “Playboy” fortalece el credo del “american dream”, para una de sus minorías menos favorecidas, la de jubilados abandonados a su mala suerte por un estado con un seguridad social precaria. No es casual el afianzamiento de la imagen de Hugh Hefner durante el apogeo de la era conservadora de Bush. Naturalmente, sus reflejos distorsionados en la pantalla chica crecieron como hongos en la programación por cable, de conformidad con el lanzamiento de las franquicias de Flavor Flav y Donald Trump, un par de “Señores Scrooge” bizarros, irredimibles y venerados por ostentar su avaricia, su tacañería, su dinero, su materialismo, su poder para comprar el amor a manos llenas,su virilidad masculina con la impunidad de un jeque árabe o de un Sultán del medio oriente.

A gran escala es idéntico al caso de la siguiente lista de Casanovas revolucionarios de la tercera edad: Fidel Castro, Daniel Ortega, Fernando Lugo, Gadafi y Mugabe, acusado de orquestar violaciones en masa.

A pequeña escala, el señor misterioso busca emular a sus precedentes y referentes ideológicos, al repetir sus equívocos y procedimientos incongruentes de “lefty ultrachic”.

Su hipocresía desenmascara la inconsistencia de su filmografía retroprogresista, a favor de las causas revolucionarias del continente, amén de sus documentales y películas de ficción, en las antípodas de su estilo de vida.

No en balde, pertenece a una casta de mantuanos caraqueños, con casas en el este y propiedades de lujo en la isla de Margarita, destino de la boliburguesía auspiciada por la zona franca y el dólar Cadivi.

Con el sudor de su frente, el señor adquirió un modesto Rancho de Chana, donde comparte las navidades con sus amigos escuálidos de la cuarta república.

Menean el etiqueta negra con el dedo meñique, brindan con Leopoldo López y fuman Habanos Cohiba al caer la noche, ataviados con guayaberas y pantalones caqui de Armani Exchange. Porque ser rico es malo. Es maluquísimo. Con mi Whisky no te metas, replicarían al unísono con el Conde del Guacharo, Guillermito González, Bob Abreu, el Potro Álvarez y Magglio Ordoñez, con su compadre Tarek William Zaab. Un cóctel explosivo de farándula, oligarquía, yuppisismo petrolero, corrupción financiera, lavado de dinero y desviación de fondos. Una plutocracia de blancos criollos y mulatos refinados, engordados por el chiquero del excremento del diablo.

Al respecto, una vez me tocó ir a una fiesta de fin de año con ellos, y tuve la ocasión de cruzar palabras con el señor misterioso.Yo intenté infructuosamente entablar con él una sana conversación de cine,entre alumno y maestro, cuando apenas contaba con 23 años. Pero a él sólo le interesó dirigirme la palabra, para conminarme a presentarle a unas amigas de mi edad.

Borracho, empericado y desatado, me sorprendió al decirme: “viniste con unas carajitas buenísimas”. Nunca se me olvidará de la impresión, porque de paso, la baba le colgaba como un caimán del Orinoco en boca de caño. Era Homero Simpson en pleno estado de celo.Así se me cayó uno de mis primeros ídolos paternales. Los demás me circundan en el Teresa. Yo creía en Chalbaud, yo creía en Luis Britto, yo creía en José Vicente, yo creía en el cine nacional, yo creía en “Zamora”, hasta comprender sus limitaciones. Son seres humanos con defectos. Gran descubrimiento.El inconveniente reside en exponerlos como divisas omnipotentes, como estampitas religiosas de la teocracia de turno.

Por ello, insisto en invitar a desnudarlos, desmontarlos y deconstruirlos, porque el futuro de la democracia pasa por allí.

Finalmente, el señor misterioso se sienta con su chica plástica en primera fila, al lado de Román y Chalbaud. La niña objeto “se coloca” entre ellos, olímpicamente ignorada por sus elevadas charlas de reafirmación intelectual.Un abismo los separa y los segrega.La ilustración en vez de congregarlos, los incomunica y los disocia.

Ellos destruyen y reconstruyen su mundo, en cuanto ella se refugia en una pose de pasividad autista, con la mirada perdida en el horizonte, como mecanismo de defensa ante la adversidad del entorno hostil.

Ojalá pudiera descifrar su pensamiento, su aislamiento y su melancolía. Ojalá sus sueños de reconocimiento no sean traicionados.Ojalá no sea el centro de una emboscada. Ojalá no sea engañada. Ojalá sea consciente de su estatus. ¿Y si el perro no mueve la cola sino al revés?, soltaría Baudrillard.

Difícil arriesgar una conclusión.

Por mi lado, me consuela divisarla como un reflejo de mi soledad en grupo. Los dos no somos muy diferentes. Nadie nos presta la menor atención, nadie nos reconoce, nadie nos estima en el Teresa. Aquí no valemos para nadie.

¿Por qué no renunciamos al derecho de existir, por qué nos empecinamos en nadar contra la corriente?

Imposible responderlo.

Así termina el capítulo de hoy, en el aire, tal como empezó.

Nos vemos en el próximo episodio, antes o después del 31.

Todo dependerá del estado de ánimo.

Por lo pronto,feliz navidad de excesos.

Alabados sean nuestros señores de la pornografía, el sexo escándalo y el erotismo transpolítico.

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