El sentimiento de que pierdo mi tiempo escribiendo un correo que seguramente será otro de los que (probablemente) recibe en este correo general se compensa por la necesidad que tengo de expresar (aunque sea simbólicamente) mi sorpresa ante las declaraciones atribuidas a usted por la Agencia Bolivariana de Información (órgano informativo del Gobierno venezolano, más que del Estado como tal). Y digo sorpresa, porque no es para menos viniendo de un eurodiputado que forma parte de un partido político que sufrió la prohibición y la persecución durante la dictadura franquista, y que aún hoy en día sufre los ataques de una organización que cree en las armas como ETA. Déjeme presentarme, por el respeto que merece su alto cargo: soy un joven venezolano como cualquier otro, de los muchos que terminaron una carrera universitaria y ahora se dedica a cualquier cosa menos a la que estudió, por la falta de ofertas laborales que tenemos en este país. No formo parte de la clase media alta ni alta que, seguramente, es vista desde afuera como la oposición visceral y de derechas al gobierno de Hugo Chávez. Mis orígenes son modestos, soy hijo de inmigrantes que llegaron a este país buscando un mejor futuro para sus hijos en aquellos años 1970, cuando Venezuela vivía un período de gracia que sirvió para rebajar a mínimos la pobreza. Una Venezuela que salía del horror de las guerrillas de izquierdas y apostaba por la democracia (siendo una isla en la Sudamérica de las dictaduras militares). El tiempo pasó y la clase política se envileció, pero también sus opositores: los que antes creían en las armas fueron aburguesándose y empezaron a llevar una vida de lujos que les permitió viajar por el mundo para disfrutar o en el mejor de los casos educarse (en países que ahora desprecian). El tiempo pasó, y la carencia de una renovación política generó el auge de una figura antisistema como Hugo Chávez, quien supo capitalizar el descontento popular para llegar a la presidencia de la República gracias a un discurso conciliador y nacionalista (en ningún momento, aunque muchos sospechamos su agenda oculta, vendió a su electorado ideas marxistas, a las que el partido en el que usted milita, el PSOE, renunció ya hace mucho años; electorado que, dicho sea de paso, lo formaba en su mayoría la clase media, que salió a votar por un militar en la creencia de que impondría la mano dura con la delincuencia, delincuencia que hoy día es peor que hace once años, convirtiendo a Caracas en una de las ciudades más violentas del mundo, lo invito a que rompa el protocolo y vaya a nuestros hospitales, los cuales demuestran no sólo la violencia cotidiana sino también el poco avance tecnológico del cual usted habla).
Un presidente que en cuanto llegó al poder no se sintió satisfecho y empezó a abarcar cada espacio: le cambió el nombre al país, a las instituciones, construyó una constitución que cuando le empezó a apretar el cuello decidió modificarla y era tal el disparate que proponía (entre ellas, la anulación de los límites al mandato presidencial) que no fue aprobada ni por su propio electorado en un referéndum. La actitud de cualquier demócrata es aceptar los resultados aunque le sean adversos, pero cuál fue la decisión del presidente Chávez: desconocer su derrota electoral y sancionar mediante leyes todas aquellas propuestas rechazadas: aunque Chávez fue elegido para renovar la política venezolana, ahora su mandato no tiene límites y con todo desparpajo habla de que gobernará hasta que le dé la gana; las gobernaciones y alcaldías han perdido competencias merced a unos funcionarios electos por el partido de Gobierno que han entregado sin ninguna vergüenza todo el poder regional al poder central; mientras que aquellas gobernaciones y alcaldías ganadas por la oposición sufren un cerco económico y político que nada tiene que envidiar al embargo hacia Cuba (país muy amigo del nuestro, del cual, por cierto, ha sido recientemente expulsado un miembro de su partido político), llegándose al descaro de nombrar discrecionalmente por parte del presidente a funcionarios no-electos democráticamente con funciones por encima de los funcionarios que sí fueron electos.
Usted habla de una campaña de descrédito. ¿Se refiere a las noticias que envían la prensa venezolana al extranjero? Otra vez, con todo respeto, le sugiero que rompa el protocolo y salga a caminar por las calles de Caracas para que vea que la campaña de descrédito la sufrimos quienes no militamos en el partido de Gobierno (y los que militan en él porque son funcionarios de la administración pública obligados a formar parte del partido). Causa extrañeza que hable de avances tecnológicos en una Venezuela que hoy en día sufre apagones eléctricos, cortes en el suministro de agua y cuyos hospitales trabajan en condiciones de guerra no por culpa de los gobiernos anteriores: este gobierno va hacia los once años, muy descarado sería acusar a gobiernos pasados cuando este gobierno ya tiene por cuenta propia un pasado muy abultado de ineficiencia y corrupción, responsables del desastre que ahora padecemos. ¿Venezuela se puede convertir en una potencia caribeña y latinoamericana? Sí, es cierto, Venezuela ha ganado protagonismo en la región, pero no por méritos diplomáticos sino por el chantaje gansteril servido en generosos barriles de petróleo que damos a nuestros vecinos a cambio de frijoles y asesores deportivos. Y qué ocurre cuando esos países no se alinean con nuestro gobierno: les amenazamos con quitarle todo, con arruinar sus economías que entraron a un estado de dependencia, usamos técnicas y tácticas al mejor estilo imperial.
Nuevamente, con todo respeto, le invito a que rompa el cerco al que de seguro le someten las autoridades venezolanas. No es que usted sea un hombre de malas intenciones, simplemente tenemos un gobierno que usa la propaganda para lanzar al mundo campañas realmente desinformativas y acomodadas a sus antojos. El mismo reacomodo que lleva a nuestro gobierno, que se dice de izquierdas y progresista, a apoyar a regímenes como el de Cuba (que expulsa a compañeros de militancia de usted), de Irán (un régimen teocrático que condena a muerte a sus opositores [supongo que ese es el deseo de muchos miembros de este gobierno], así como condena a muerte a personas que en el país del que usted viene pueden casarse sin importar que sean del mismo sexo), que alaba a otro régimen gansteril como el de Rusia (que no le tiembla el pulso para cortar la energía a media Europa) o que invita al presidente de Sudán al que el Tribunal Penal Internacional. Le invito, excelentísimo diputado Miguel Ángel Martínez, a que paseé por Caracas, como cualquier otro ciudadano, sin personas a su lado, que conozca la realidad venezolana lejos del turismo oficial al que son sometidos las figuras internacionales que vienen a Venezuela. ¿Le quedará luego ganas de responder esta carta (claro, si es que la lee)?
Saludos, y espero que de todas formas disfrute su visita a Venezuela. Pero tenga cuidado: no critique, puede correr el mismo riesgo de ser expulsado como su compañero de partido Yáñez.
Correo enviado al eurodiputado Miguel Ángel Martínez
miguelangel.martinez@europarl.europa.eu