.Entonces, apareció Juan, el surfista, el chico miope que tenía cara de nerd; entonces todas querían estar con él,
todas querían acostarse con él, y que ese man venido quien sabe de donde les tocara la ridícula guitarra flamenca que no le iba nada bien con su aire de gallego.
.Antonio y yo nos sentábamos en la escalera craneando de qué manera podíamos explotarle el mundo cool play que tenía con todos los que le jalaban bola, admito, toda era la más pura envidia,envidia de mediocres que no tienen recursos ni físicos ni económicos para entrarle a una niña- la que sea; la más viejita, o en el peor de los casos la más fea-. En eso se nos iba la tarde, viendo pasar los carros, las motos, las parejas heterosexuales, las de gays, de ancianos, y nosotros solos,una piedra al lado de un excremento. Mi hermana Tania. Siempre en su cuarto. Una especie rara que lee hasta la basura de los diarios, los cuentos de la gente que escribe relatos en Internet que a nadie le interesa. Me acordé de mi hermana.Siete noches para convencerla de que el manguito bajito de Juan era un buen partido.