Leyendo creaciones infernales me reengancho y descubro que no hay nada en ese chico, al que llegué enlazando.
Nada bajo su fondo rojo. Solo me llama la atención su forma de ignorar a sus devotas y su incapacidad general más allá de parecer que lo obvia todo. En fin.
Me tumbo en el suelo del balcón y doy unas caladas a escondidas. El suelo esta jodidamente frío. Pero he descubierto que el chico no es Dios, y no tiene nadie porque creer eternamente en el (eso podría haberlo deducido antes, hubiera estado mejor visto), y eso es como una fuente de calor.
Hoy todo a vuelto a parecerme inverosímil, una joya. Otra vez ocurrió a solas conmigo (he visto decenas de fantásticas escenas, llegue a ver a cientos de garcillas, todas tan blancas, llegar a un dormidero cuando se cerraba la tarde. Gritaban como un remolino sobre la laguna y volaban igual sobre el árbol solitario y seco que debe ser la colonia, como un grito, volaban como un grito único que salía de los picos de todas ellas), y las personas pocas, no han podido ver (etc.) lo que yo. Y ya jamás podrán ni entenderlo ni imaginarlo. Nada podría hacerlo, así que no lo intentaré. Eso será nihilismo para algunos que hubieran podido enterarse de ello, pero estos no se enteran del significado de ciertas actitudes aun siendo de los que leen el prospecto; y evidentemente no ha sido así. Salgo al balcón y me tumbo. La persiana apenas sube un palmo, así que no tengo más remedio, de puertas adentró duerme la madre de esta familia, y no quiero que el humo aceitoso lubrique algo más allá de lo incorpóreo. Pronto volveré a irme, y aquí se quedarán los momentos increíbles de los paseos silenciosos. Estaré más o menos tiempo yendo y viniendo, tumbándome en la noche sobre el suelo frío y los oscuros y siniestros escritos de unos jóvenes flipados que no hacen más que pasar el tiempo lo mejor que pueden. Esa es su ley, una, constante y universal, aunque no todo se arregle con la dialéctica.