Dedicado a Lamala, por inspirarme a escribirlo
Ya mi estimado Klaus Inspector publicó un estupendo artículo sobre el efecto de Twitter en el corto y largo plazo, con varias secuelas interesantes en los foros de discusión de Internet.
A propósito, ahora me pego en la ola del momento, para aportar, como dicen las Misses, mi granito de arena al respecto, desde un enfoque netamente personal y desprovisto de rigor científico. Es apenas una opinión subjetiva y más nada.
En tal sentido, voy a hablar de lo que Twitter nos dejó y nos deja, para bien y para mal. Primero, comencemos por lo positivo, para después derivar hacia lo negativo del fenómeno.
Entre lo óptimo, Twitter nos lleva a ser concisos, resumidos, directos y breves, en un tiempo donde no hay lugar y paciencia para discursos, alegatos retóricos, dramas y párrafos alambicados.
La gente quiere ir al grano, vender la historia en pocos segundos, prescindir de la grasa y quedarse apenas con lo mejor del lomito, con el centro de la carne. La metáfora culinaria apropiada, sería: Twitter es la cocina molecular de la banda ancha de la gastronomía web.
Naturalmente, es difícil saciar el hambre con ella y con sus bocadillos diminutos. Por ello, la dieta se repite compulsivamente, día tras día o segundo tras segundo, dependiendo del caso.
Sea como sea, algunos se vuelven adictos al régimen de los pasapalos de autor. Otros le pierden el gusto rápido, por su efectismo de eslogan publicitario y por su falta de consistencia. El canapé es sabroso hasta cuando llega la hora del banquete. Allí cambias de postura, de modales y de hábitos. De cualquier modo, siempre es un problema depender de la misma ración alimenticia. Recuerden la desnutrición y la uniformidad del menú Cubano.
Aparte, ya lo demostró Morgan Spurlock en su documental contra McDonalds. A la inversa, con Twitter se podría rodar una película titulada, “Mini Size Me”, un diario del consumismo en serie.
También se destaca como virtud el hecho de seguir y ser seguido, como el Flautista de Hamelín. Así se crea una comunidad virtual de amigos y conocidos, alrededor de muchas posturas en común. Tienes la ventaja de compartir pareceres e informaciones en tiempo real, mientras recibes tu feed back de inmediato, si el mensaje cumple con su cometido. De lo contrario eres ignorado y se pasa la página.
La posibilidad de establecer una comunicación abierta con tu grupo, reafirma ideales democráticos como la libertad de expresión, la tolerancia, la vocación de diálogo y la oportunidad de fiscalizar en vivo a tus autoridades, en una actitud vigilante cercana a la del periodismo de denuncia. En consecuencia, la página minimalista promueve la contraloría social y el sano intercambio de afinidades electivas.
En Venezuela,Twitter arribó para compensar el descrédito de la prensa( oficial y privada), y para conjurar el fantasma de la censura.
Última facultad. Twitter resucitó el género del cuento breve. Cierta literatura salió ganando, al calor de concursos y festivales. Un dinosaurio estaba dormido y despertó gracias al impacto de la informática de punta.
Por desgracia, no todo es color de rosas en la casita de los pajaritos digitales. En adelante, nos dedicaremos a cuestionar el verdadero alcance de sus gorjeos cortos y relativamente agudos.
Primer problema, Twitter no tumba gobierno y sus trinares son limitados frente al poder. Si acaso, salen de su círculo vicioso para activar las alarmas del colectivo. Pero por lo general, sus gritos son estériles y sirven, involuntariamente, para canalizar descontentos en la masa, aunque dentro del ámbito de lo virtual. De ahí a trascender al mundo concreto, hay un distancia del cielo a la tierra.
La mayoría se conforma con hacer catarsis encerrada en su burbuja interactiva, y sólo la minoría se propone dar la cara. Por consiguiente, el portal tiende a alimentar la pasividad y la dependencia electrónica, en un pequeño reducto con acceso restringido.
El resultado,indirecto, es el reforzamiento de la barrera clasista de inforicos versus infopobres. Twitter, de momento, no sube cerro y es un privilegio de la clase media alta conectada al sistema de Black Berry. Moraleja: la utopía de derribar barreras se revela como falsa, en cuanto funciona para erigir nuevos muros y apartheids.
En su faceta menos idílica, Twitter promueve el sectarismo de una élite de elegidos, quirúrgicamente filtrados. Imposible no comparar con un campo de concentración, con un “Sector 9”, con un planeta racista e integrista de Avatares azules.
Segundo inconveniente.Se genera un clima de competencia asfixiante y asqueante, por saber quién acumula más fanáticos y entusiastas.
En paralelo, se nota la necesidad infantil de llamar la atención por llamarla, al publicar kilómetros de nimiedades egocéntricas, en vez de cuestiones importantes y revelantes para el presente.
Los necios se valen del recurso para reafirmar sus complejos y sus grises existencias: ayer cené con fulanita, mi novia me regaló un celular, mañana arranco para Miami, los leones perdieron por nueve arepas, la policía de Chacao me detuvo por tragarme la luz, estoy borracho y deprimido. Es un catálogo de intrascendencias digno de estudio por parte de un sociólogo o un psicólogo para niños con déficit de atención.
Ciertamente, la soledad afecta a todos. Lamentablemente, en su versión oscura,Twitter se transforma en una terapia de incontinencia verbal, para escritores y personas frustradas, quienes prefieren estancarse en su vaso de agua, a salir del closet y profundizar en la materia. Típico de intelectuales flojos, resignados a redactar enunciados, antes de comprometerse a expandir sus horizontes en el análisis de fondo.
La deconstrucción se abandona por la exclamación de consignas vacías como “Chávez, vete ya”, “No al cierre de RCTV”, y “Ayudemos al pueblo de Haití”. Pura demagogia falsa y mediocre, como los contactos efímeros de Calle Trece y Juanes con sus incondicionales a través del soporte de marras. Las estrellas y los políticos utilizan a “Twitter” como una mascarada populista, de aproximación a sus electores. Es parte de la decepción y del fraude Obama. Es el sueño aspiracional de los supuestos triunfadores.
Finalmente, la herramienta va condicionando y remodelando nuestro estilo de vida, para peor. Nos invita a ser morbosos como el Big Brother, a husmear en la alcoba de los demás como en un reality show degradado, a exagerar nuestras pírricas victorias, a creernos el centro del universo, a ser mitómanos, a refugiarnos en nuestro agujero negro, a irrespetar el espacio del diferente, a adherirnos al rebaño de adoradores del becerro de oro(Nelson Bocaranda y Luis Chaiting), a invadir la privacidad del ilustre anónimo y paradójicamente, a alienarnos del resto, al sencillamente abstraernos en nuestras maquinaciones, para ignorar al prójimo cuando lo tenemos de frente. Así crece el pavor al cara a cara. Así nos enfermamos de importancia, de solemnidad, y nos sentimos por encima de la prole desconectada.
No en balde, Twitter aterrizó del cielo como invento, en la era del terrorismo, el pánico, la destrucción del tejido social, la guerra permanente y la crisis del hombre moderno. Es el caldo de cultivo y de explotación para la compañía y para la empresa dueña de la patente. La promesa es consumar la quimera del socialismo en la época de la depresión del capitalismo. Vaya conflicto de intereses.
En conclusión, Twitter contribuye a fomentar nuestra pasividad, nuestro narcisismo y nuestro materialismo histérico.
El reto es entonces aprovecharlo para combatir las plagas de la contemporaneidad y para reivindicar los valores del humanismo: solidaridad, fraternidad e igualdad.
El pajarito azul vuela por los aires, en busca de orientación. Es tu deber ayudarlo a encontrar su norte.
Paz a todos.