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La queja constante

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Depende de cuánto sienta, de cuánto diga, de cuánto mire. Mirar está lejos de observar; la profundidad obliga, sistematicamente, al compromiso. Depende, todo depende, y al mismo tiempo no varía el resultado: una noche, una mujer, un aroma, un secreto, una curva, una sonrisa: treinta minutos de esa gloria pasajera, cambiante, olvidada (y olvidado) Me gusta que todo dependa. Estar sujeto al qué será, al arrepentimiento, al yo no quise, al no me acuerdo. La historia se sigue escribiendo entre promesas, disculpas, tragos, lamentos y prejuicios. Que dependa, bien por mi.

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