Detesto cuando llegas sigilosa pero impostergable,
haciéndote llamar madre, padre, abuelo
vistiendo tu traje blanco
disfrazada de ángel,
ángel de hielo,
que hace confundir el futuro con recuerdos
bah!…ni siquiera tan cuerdos.
Detesto saberte en camino
y luego verte ahí
robándote el oxígeno en cada respiro,
tiñendo la vida de azul
y las manos de frío,
dejando los ojos
cada vez más opacos,
más chicos.
Si bien ya deberíamos estar habituados a tus visitas,
también es cierto que, algunas veces, te falta estilo.