Islas de hierro
Los vientos se originan en los océanos, que son cuatro y se unen por los cuatro ríos principales.
El imperio, es después de todo y en términos meramente geográficos, otra isla; la más grande de todas, por supuesto, y debe estar equilibrada por multitud de islas pequeñas.
El problema es que nuestras expediciones solo han hallado unas pocas islas, que por sus reinos, animales, vegetales y minerales; no servirían de contrapeso a la nuestra, incluso si su número fuera superior al de los granos de arena del desierto.
Si el contrapeso de dichas islas no está en su número.
Si no está en sus reinos, miserables todos ellos, al estar habitados por pueblos feos dirigidos por reyezuelos.
Si en su suelo no puede posarse el dragón, que necesita del inmenso desierto para alzar vuelo.
Si la selva principal es nuestra frontera occidental y el número de sus árboles y pájaros coincide con el de los granos de sal de la totalidad de los mares.
El secreto de su peso debe estar entonces en sus minerales, ocultos a la vista, en su subsuelo.
Esto me ha llevado a postular ante el concejo de sabios mi teoría de las islas de hierro, y no de sal; como algunos irresponsables, se atreven a postular. Porque la diferencia entre los niveles de salinidad entre los ríos y el mar se puede explicar por sus diferencias de profundidad.
Solo inmensos yacimientos de hierro, con el que se fabrican las herramientas que producen la más piadosa muerte, pueden servirnos de contrapeso.
Cuatro ríos principales y tres océanos tienen nombre sus nombres tatuados con signos de hierro, solo el océano del poniente no ha sido asimilado a los mapas del imperio, aún.
Phsin Thuy es el nombre asignado al océano occidental, que nos queda después de la selva principal, pero el emperador nunca ha podido bañarse con agua de él.
A esta falta atribuyen algunos sabios, ciertos desequilibrios, que han ocasionado algunos problemas de exceso o carencia de lluvia y de anormales crecidas en ciertos ríos interiores del imperio.
Durante su campaña para descubrir la fuente del viento occidental, Khan Tzsu, -cuya sombra aun nos cubre-, se detuvo en lo que ahora es la capital del reino del poniente, para descansar a su tropa y animales.
El documentador de la expedición fue Dhan Yhing, -mis alabanzas no lo abarcan-. De él no olvido:
Que yo sienta
Que yo entienda
Del equilibrio
Es inexplicable
Pero debes existir
Porque te extraño
Llamamos sorpresa agradable, a una alegría que no esperamos; los motivos de dicha alegría, siempre son la satisfacción de alguna carencia que en ese momento padecemos, aun si la ignoramos.
Toparse con ellas es solo cuestión de estar en el momento y lugar apropiados, nadie las puede generar.
Ni aun el emperador puede encausar el rio de eventos que baña a los seres reales, pero no a los imaginarios. Que por todos debe ser llamado Jhiz (El remolino del centro del universo).
Pero eso no importa, porque él tiene en exceso de lo poco que le es necesario, o deseable.
Se dice que una expedición es feliz cuando logra descubrir, conquistar y regresar del lugar buscado, mejor aún si durante el trayecto se puede disponer, en el momento apropiado, de todo lo necesario; sea por haberlo cargado o por haberlo encontrado.
Siempre se ha calificado como feliz, la expedición comandada Khan Tzsu y narrada por Dhan Yhing, -excelsos ambos, cada uno en su campo-. Sin embargo el imperio nunca se ha extendido hasta la orilla del océano occidental, que continúa sin ser tatuado.
Compartir la ascendencia terrena completa con la encarnación que le tocó de su emperador, creo que tuvo que ser considerado al momento de ser juzgado Khan Tzsu, -Hermano del sol, como lo puede ser un pájaro-, por sus resultados. Lo cierto es que ni él ni Dhan Yhing, -Que podía crear seres imaginarios-, nunca regresaron a la capital imperial.
Tenemos, es verdad, una bella capital provincial debido a sus esfuerzos; los yacimientos cercanos de metales, que sirven para la elaboración de objetos ornamentales, acrecentan, no modestamente, las arcas imperiales; además la asimilación de algunas familias locales al entorno familiar del emperador, nos ha bendecido con una rama de la familia imperial que produce frutos perfectos.
Sin embargo, humildemente conjeturo, -Estando de acuerdo con esto, algunos sabios, que no me han autorizado para nombrarlos aquí-, que el problema del desequilibrio de las aguas del imperio, no ha sido tratado del modo más apropiado.
Anexo, –sin la intención de usarlo como argumento a favor de mis postulados-, algo que he encontrado en la crónica de la expedición y me ha causado la grata sorpresa de encontrar ella, mención al tema que en esto he tratado.
Islas de hierro
Yo
Que de mil maneras
He sido amado
Y de cientos
He reciprocado
He sido magnetizado
Por una isla de hierro
Ávida de ornamentos metálicos
Con una voluntad
Hecha con el mismo material
De la espada favorita de mi amo
Pero no importa
Islas de hierro
Somos ambos
Ya encontraré la manera
Coincidir con ella
En el mar
Que habitamos
Dhan Yhing, interpretando un sueño de su amo: Khan Tzsu, -el privilegio de escribir su nombre, por él mismo me ha sido dado-.
VABM viernes, 05 de febrero de 2010
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