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Zombieland y Adventureland : U.S.A. como Parque Temático

Dos películas para volver locos a los fanáticos de “Simulacro y Simulación” de Baudrillard, quien descubrió en Disneylandia una extensión del tejido urbano y social del resto de «América».

En “Zombieland”, Estados Unidos y el mundo quedan reducidos a la categoría “b” de una versión postapocalíptica de un parque temático de Orlando, donde rigen las leyes neodarwinistas de los géneros malditos en boga: el reality show, el video game y la cultura licuada de la MTV, pero en contra de la banalidad egocéntrica de las redes sociales. Uno de los mejores chistes de la cinta se reserva para sepultar a Facebook en el panteón de las reliquias kisth del pasado.

En “Adventureland”, el increíble realizador Greg Mottola, el mismo de “Superbad”, construye una alegoría melancólica y profunda, sobre el inevitable paso del tiempo de una generación anclada en el abismo de sus propias fantasías pop. Los personajes consumen su vida en el hastío de los suburbios, encerrados en un no lugar de atracciones efímeras y degradadas. La poesía del film radica en lograr conseguir allí, en el fondo de un basurero industrial y comercial, escombros y residuos de humanidad, capaces de florecer o reverdecer en el futuro,como el Ave Fénix.

Ciertamente, el mensaje de la pieza se esconde con sutileza, a la espera de ser valorado más allá del discurso aparente de resignación y explotación de los desechos de una memoria extraviada y relegada.

En tal sentido,“Zombieland” también rescata el lirismo antropológico de lo “pequeño es hermoso”, como una mampara o como un escudo de protección para responderle al peso de los grandes relatos y los dogmas de piedra del siglo XIX.

A su modo, las dos son alegatos a favor de la posmodernidad líquida y ligera defendida por diversos autores del espectro internacional, como una forma de resistir al retorno de las ideologías duras. La única diferencia estriba en la manera de promulgar y sostener tal filosofía de vida, por parte de los dos documentos en interacción.

En “Zombieland”, los cuatro mosqueteros buscan conservar su zona de confort, su fin de la historia, por cualquier medio, al extremo de llegar al sacrificio personal, cual terrorista kamikaze. Aquí reside la paradoja más discutible del largometraje, porque invoca a la ultraviolencia de Woody Harrelson en “Asesinos Natos”, para resguardar los últimos despojos morales de la tierra de las oportunidades: la necesidad de coexistir en familia, aunque sea disfuncional; la posibilidad de encontrar satisfacción y compensación de gratis, a la vuelta de la esquina( en forma de mujer, de ídolo o de Twinkie); y la libertad de cargar encima con un arsenal de armas para matar en defensa propia. Un ideal republicano en antítesis, por ejemplo, a la crítica desarrollada por “Bowling For Columbine” o por la pacifista “Sector 9”, interesada en reivindicar el lado benévolo de los otros, por no citar las obras maestras de George Romero, empeñadas en dignificar al diferente, al marginado.

En cambio, “Zombieland” cumple con seguir la receta de “Rambo” y “Terminator”, al cebarse en la destrucción masiva de la alteridad, bajo un manto sagrado de legitimación contestaria, a lo “Naranja Mecánica”.Amén de hacer catarsis con la demolición de un mercadito de consumo, para equilibrar las cargas. A lo mejor, la idea era descargar a mansalva en direcciones disímiles, con el propósito de permitirle al espectador cerrar el objetivo, para dar con su propia diana.

Así, queriendo o no, “Zombieland” se inscribe en la tendencia reaccionaria del Hollywood post 11-S, al justificar la obligación de mantener el uso de la fuerza, para resolver los problemas de la agenda doméstica, interna y externa. Afuera y adentro, sugiere el guión, debemos convertirnos en héroes blindados y belicosos, para garantizar la existencia de lo poco o lo mucho heredado de la nación, en tiempos de crisis, de vacas locas, de depresión colectiva y de la ley del más fuerte( en pos de la refundación de la patria, a largo plazo y luego de la tormenta).

A propósito, el tufillo retrogrado del libreto se salda con una guerra declarada a la gordura, como si el sedentarismo fuese la peste y el nomadismo en ejercicio representará una verdadera salida. Fácilmente, ello puede maltinterpretarse y asumirse como bandera, para argumentar futuras discriminaciones y marginaciones. Osmel Souza aplaudiría de pie dicha orientación fashion, en abierta discordancia con el postulado de “Precious”. La incorrección política, a veces, merece tratarse con cuidado, para evitar incurrir en los errores de cálculo del fascismo ordinario. Prefiero la mirada neutra y respetuosa hacia la obesidad de “Funny People”. Por cierto, J.M.S. me lo advirtió en una noche de farra. La meca, de verdad, cree en el dogma anoréxico de Paris Hilton: la delgadez es saludable. Yo te aviso, chirulí. Vean el caso patético de Lindsay Lohan y después hablamos en el foro.

Mientras tanto, nos quedamos con “Adventureland” por ser menos restrictiva , sectaria y manipuladora con el pobre Jesse Eisenberg, aunque al final, como siempre, sea correspondido por el amor de su chica mala, Kristen Stewart, en una reafirmación del modelo puritano,cero sexo, de “Luna Nueva”. Su imagen grunge vende y cala en el target adolescente de por ahora. La gente se identifica con su fracaso devenido en éxito.

Con él y con su partida de perdedores y Freaks, nos despedimos por hoy, en el ánimo de compartir gustos y de celebrar el chance de unir lo mejor y lo peor de las dos cintas, para depurarlas y fusionarlas en la cabeza de cada uno de ustedes. Para mí, “Zombieland” y “Adventureland” son una misma película, interconectadas por una banda sonora inolvidable.

De hecho, los dejo con un tema extraído de la fascinante secuencia de créditos,a cámara lenta, de “Zombieland”: For Whom the Bell Tolls. El preámbulo perfecto para el próximo concierto de Metallica. De seguro, allí nos veremos. Hasta entonces.

http://www.youtube.com/watch?v=ztk1V4utYdA&feature=related

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