Para comenzar, debemos partir de un principio básico: toda forma de represión es condenable según la lógica del consenso internacional. Así, cualquier maltrato físico representa una violación a los derechos humanos. Punto.
Por desgracia, para los medios nacionales dicha premisa resulta desechada y condicionada por sus graves conflictos de intereses, tanto en el plano de lo político como de lo económico.Verbigracia, pongamos por caso el movimiento estudiantil venezolano.
Nadie sensato puede llegar a satanizar o a banalizar su lucha, de buenas a primeras. De repente, son discutibles sus alcances y sus ideas, pero ello es harina de otro costal.
Lo incuestionable es garantizarle su espacio de acción, en sana paz, sin necesidad de responderle con violencia. Lamentablemente, la realidad es diferente y el estado se dedica a coaccionarlo con ballenas, rinocerontes, perdigones, gases lacrimógenos y garras primitivas de Circo Romano, en el supuesto ejercicio de la ley, para procurar el mantenimiento del orden público.
En tal sentido, los medios privados cumplen(ahora) con informar la noticia a cabalidad. Y digo ahora, porque antes hacían lo contrario.
Cuando yo estudiaba en la Central, por ejemplo, la prensa comercial nos demonizaba mientras glorificaba y justificaba “el trabajo de los cuerpos policiales”, con la típica jerga periodística hecha de malabarismos y eufemismos técnicos.
En aquel entonces, los malos éramos nosotros y los buenos quienes nos disparaban a quemarropa y averiguaban después. Hoy en día, por vueltas de la vida, los canales del gobierno cubren el tema bajo la misma óptica maniquea, donde los villanos son los estudiantes y las pobres víctimas son los uniformados, armados hasta los dientes, de la Guardia Nacional.
Y escribo “vueltas de la vida”, pues la mayoría de los voceros de la red comunicacional del poder oficial, padecieron en su época la intolerancia y el castigo de los funcionarios de la PM.
Con cabriolas y sofismas de poca monta, los reporteros del ocho y Mario Silva rayan en el absurdo de ponerse de lado del hombre de la peinilla por encima del adolescente indefenso, en una batalla desigual e injusta.Algo éticamente imperdonable e indecoroso. Es como apostarle a los mercenarios en la guerra final de “Avatar”. Por supuesto y por racionalidad deportiva, uno se identifica con el inferior. De ahí el éxito de una obra maestra como “Invictus”, extrapolación del mito de David y Golliat.
Mutatis Mutandis, VTV insiste en apostarle a Golliat en la arena de su proyecto político y propagandístico. Aunque usted no lo crea, también ocurre igual con los llamados medios de oposición, cuando se trata de velar por la integridad de su clientela. Allí David se puede ir al garete, en plena contradicción con el discurso sostenido por las editoriales del ramo, a favor de las manos blancas y de cara a los mecanismos de disuasión de los vigilantes de Miraflores y el Congreso.
En efecto, así sucede con la hipócrita manera de retratar lo acontecido en el concierto de Korn, por parte de los mentados diarios y canales del progresismo antichavista. Toda una ficción del tamaño de una casa.
En primer término, la noticia fue censurada, omitida y silenciada de la agenda de la televisión concienciada en pro del fortalecimiento de la democracia.
En segundo, los diarios impresos asumieron un muy triste papel, al debatirse entre ocultar la historia de facto o contarla con ambigüedad para proteger a una de sus más importantes fuentes de ingreso: el poderoso anunciante Solid Show, empresa acusada por corrupción, fraude y exceso en el uso de la fuerza.
A mí sus gorilas me cayeron a golpes en “Kiss” por tomar fotos “en lugares indebidos”. Y luego me sacaron a trompadas del recinto. Por cierto, mis colegas del gremio vieron la escena, desde la cola de Prensa, y no salieron por mí para asegurar su entrada gratuita al evento. Yo los conozco, compañeros, por nombre y apellido. En el futuro, saldaremos cuentas. Aquí los denunció por traicioneros y arrastrados. Es contigo, pavito rockerito punketico de la radio. Sigue lamiéndole las botas a Felix Allueva. Te lo mereces, mi niño. Es tu castigo de Judas.
Al final, volvió a triunfar la ética del negocio, en perjuicio del compromiso social y la opción por los desvalidos y los chicos de la nueva generación, cuyas imágenes regresaron al encasillamiento estereotipado de antes y de absoluta vigencia en “La Hojilla”.
Por ende, los protagonistas del suceso de “Korn” lejos de ser celebrados por su proeza, fueron reducidos y clasificados en función de las categorías binarias de “Dando y Dando”: extremistas, revoltosos, rebeldes, fanáticos y representantes de una minoría. En pocas palabras, una cuerda de rockeros salvajes de comiquita, carentes de razón.
Al respecto, sus actos tampoco reciben el beneplácito de los reporteros de farándula, en cuanto son tachados de “vandálicos”. Tania Díaz los aplaudiría de pie por semejante forma de despacharlos a la hoguera de la inquisición.
En paralelo, excusan y absuelven a los guardias de Solid Show, por reprimir con puños y tubos enroscados de alambre de puas. Sencillamente, se les perdona por cumplir con su trabajo, y de paso, se les victimiza por sufrir heridas contundentes de parte de las hordas del terror. Sus dolencias son descritas con pelos y señales. De las lesiones de los “bárbaros”, apenas conocemos su número de afectados: 30. Aparentemente, se automutilaron o su resultado fue la consecuencia “del calor de los hechos”.Por favor.
No hay coraje para afirmar lo obvio y lo registrado por las cámaras: los emboscaron y los molieron a cabillazo limpio, por brincar la cerca. Hubo hasta mujeres perjudicadas por el curioso comité de bienvenida de la zona VIP. Gente muy elegante a la hora de proteger sus privilegios.
Lo más vergonzoso es terminar el asunto con una pragmática e insensible apología de la organización sectaria distribuida por Solid Show para sus espectáculos.
La invitación definitiva radica en resignarse a aceptar los precios, las gradaciones y las condiciones estipuladas por la compañía. La última recomendación es fortalecer con más represión y más tecnología, las barreras de seguridad de los conciertos de Solid Show, para contener el abuso de los forajidos de la partida. Erigir muros y barricadas blindadas, como de apartheid, constituyen el reto a futuro, en vez de pensar en una alternativa diferente, menos traumática, vejatoria, indigna y afrentosa.
Así, sólo se le arroja leña al fuego y gasolina a la llama del descontento popular de la general.
Así, únicamente le dan impulso y motivo a la furia de los relegados al foso de la gala musical, empañando su desenvolvimiento y su programación.
Así, los periodistas egocéntricos e irresponsables se ganan su entrada gratuita a la zona VIP, por cortesía de Solid Show. Así, parecen alimentar el caldo de cultivo, de rabia y desesperación, para el mañana gris del concierto de Metallica.
Amigos de Solid Show, amigos periodistas, los invito a reflexionar y a reconsiderar sus prejuicios y sus preceptos manidos, de aristocracia decadente del siglo XIX.
Restringir la olla no es una salida, sino una ventana abierta al descontrol, al caos y al resentimiento. Recuerden la lección de Columbine. Es el instante de ratificar, de pensar en el bien común, de aligerar la tensión y de impedir el baño de sangre. Los ánimos están caldeados y requieren enfriarse con inteligencia.
Nadie les niega su derecho de hacer negocios. Pero cerrar el acceso general a la olla, es poco democrático. Nadie les niega su derecho a vender entradas VIP. Pero dispongan su zona en un lugar donde todos podamos compartir la visual de la tarima, al margen de la boletería. ¿Qué tal a un costado de la tarima, bien emplazado? ¿Qué tal un 50 y 50? ¿50 en comodidad en gradas y 50 sobre el piso en muchedumbre?¿Es mucho pedir? Todavía hay chance de meditar y de darnos una tregua para Metallica.
Lo otro es continuar remedando el mal ejemplo de la represión del gobierno frente a los estudiantes.
¿Nos estrechamos la mano y la pasamos bien?
¿Seguimos alimentado la polarización, el clima de guerra civil?
Mejor le damos la oportunidad a los chamos pobres de la provincia, quienes no tienen billete para comprarse una entrada VIP. Guste o no, ellos son la mayoría y el motor de los conciertos. En comparación, los integrantes de la VIP dan pena ajena por su esnobismo y por su ignorancia metalera de consumidores de whisky, propia de los miembros del palco presidencial y boliburgues de Los Leones del Caracas.Naturalmente, los gorditos de chemise “Columbia” también tienen derecho a divertirse.
En síntesis, la doble moral es el germen a combatir.
No en balde, se puede disfrutar hoy en la primera plana, en contra de la represión estudiantil, y en los cuerpos internos, a favor del confinamiento y el linchamiento mediático de los “vándalos” de “Korn”.
Una esquizofrenia digna de tratarse en un psiquiatra.
El gobierno y la oposición la reproducen para consolidar sus mezquinos fines políticos y económicos.
¿Y el defensor del lector y el defensor del pueblo?
Bien gracias.