Desde que se destapara formalmente la olla del abuso religioso, con las centenas de curas destituidos por pederastia en Estados Unidos en 2002, asistimos a una cadena de paroxismos donde, de tiempo en tiempo, un nuevo escándalo sale a la luz. La estructura de cada evento es siempre la misma:
- Se hace pública la denuncia.
- Hay renuncias y destituciones
- Benedicto y su séquito se pronuncian «avergonzados».
- En un futuro próximo se repiten todos los puntos anteriores.
Luego de tanta evidencia, me pregunto si el Vaticano se preocupa por discutir y resolver las causas asociadas a esa tendencia tan marcada del clero en convertirse en abusadores psicológicos, físicos y sexuales de lxs feligreses.
- ¿Reconocerán que la represión sexual del clero es, ciertamente, parte del problema?
- ¿Revisarán su autoritarismo?
- ¿Admitirán que la hipocresía y el doble discurso marcan a la Iglesia Católica?
- ¿Están al tanto de las consecuencias de esa pretensión no escrita, según la cual los sacerdotes están por encima de los feligreses?
- Poniendo en perspectiva los dos puntos anteriores ¿tomarán en cuenta la evidencia que tenemos muchos psicólogos que hemos atendido a sacerdotes, que el clero tiene más problemas emocionales que aquellos a los que se supone que ayudan?
A estas alturas, creo que deberíamos confrontar despiadamente a la Iglesia. Definitivamente, tienen que hacerse cargo de ese elefante que ya todos vemos.