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La verdadera historia de Cristo José López Aguirre

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La verdadera historia de Cristo José López Aguirre

Estoy viendo en la pantalla el informe de la defunción, abajo lo copio:

Hasta yo, que soy su padre, -terrenal, me acotaría él-, aun lo dudo, aun espero un milagro.

Esa es la palabra: “! Milagro!”.

Su vida entera estuvo marcada por ella, aun recuerdo a la primera quiromántica que le leyó las líneas de mano cuando tenía 6 años; todo lo que dijo fue: “!Milagro!”. Se santiguó y no quiso cobrarnos; lo que nos obligó a insistir en hacerle un seguimiento astrológico completo de la evolución de su aura, que duró hasta que cumplió los quince años.

Mi esposa y yo pasamos más de diez años sin lograr descendencia y Manuel José fue hijo único. Cuando ella había perdido la esperanza de que lo lográramos y se le estaban agotando las alternativas, ocurrió el milagro del que estamos tratando aquí.

Pero yéndonos mucho más antes, el primer milagro relacionado con él, seguramente ocurrió el día en que mi esposa me habló por primera vez.

De los más de cuatro millones de suscriptores a la red de telefonía móvil de DotStarNeTel
ella seleccionó mi número y solo dijo: “Quiero tener un hijo, llámame cuando quieras” y colgó.

Siempre guardó el secreto del número de llamadas previas hasta que nos encontramos y
yo jamás se lo pregunté.

Yo tenía, en esos días, casi cincuenta y un años y había invertido, -desde los once años-, todo el dinero que me había sobrado, -después de pagar lo indispensable para sobrevivir-, en diversiones etílicas e intentos de reproducción humana, que con toda razón podrían ser catalogadas de irreales simulacros.

Lo cierto es que el siguiente viernes de cobro la llamé anónimo, desde un centro de comunicaciones móviles de andén. Me había gustado la voz, tenía un poco de dinero y tiempo libres y no se me ocurrió nada mejor que hacer.

Quedamos de encontrarnos en la entrada del parque, el siguiente domingo, a las diez A. M.

Llegué a las diez y media, porque me quedé dormido, ya no tenía dinero disponible, lo había invertido sabiamente en actividades recreativas etílicas el sábado y tenía por delante el tiempo vacío y lento de un domingo sin dinero, ni conocidos, en Caracas.

La detecté de inmediato, era la gorda con la más entusiasta cara de estúpida de todo el parque, miraba a través de la reja, ya había pagado la entrada, las cotufas, los refrescos y lucía un sombrerito de papel verde en forma de árbol, era el día mundial de no fumar y salvar a la selva amazónica.

No corrí riesgos innecesarios, la llamé anónimo, -Mientras la miraba escondido entre la gente-, desde varios centros de comunicaciones de andén, que funcionaban sobre una ventila del aire acondicionado del metro.

Había aun algo inocente y optimista en esos días en mí, pero a la tercera vez que corté esperanzado la llamada y ella me contestó, me resigné, me fumé un cigarro y luego me le acerqué con disimulo.

Nunca voy a entender porque no se puede fumar en los parques de la ciudad, que son precisamente los lugares de esparcimiento y recreación más baratos. Quienes nos recreamos esparciendo humo, nunca vamos a entender a los que corren, cuando no tienen nada que hacer y sin que nadie los esté persiguiendo. Ni su estúpido afán de ir a sudar precisamente donde uno está fumando tranquilamente.

En fin, me le acerqué por la izquierda, porque sabía que no era zurda, porque agarraba el teléfono con la derecha, y le dije, -luciendo mi sonrisa casual número cuatro-: “Hola, tú debes ser la que busco”.

Todo padre anhela la continuación exitosa de sus proyectos, fracasados o no, en las manos de un hijo varón y para lograr esto supone que su mejor opción es entrenarlo bien, usando la enseñanza basada en el ejemplo, transmitirle la experiencia que hemos acumulado.

Nunca he visto a alguno que lo haya logrado.

Hay varias causas para este fracaso:

1- Las madres
2- La evolución de las especies
3- El mismo hijo varón
4- Otras que no se explicar bien aun. Como por ejemplo:
a. La suerte
b. El medio ambiente
c. Etc.

He soportado pacientemente todo tipo de insulto, durante demasiado tiempo, pero ahora tengo suficiente tiempo y dispongo de los recursos necesarios, para refutar a mis enemigos.

Es mi más firme propósito que estos escritos sean del dominio público, sin embargo mis
abogados me aconsejan lo contrario y ya que me cobran tan caro, les voy a hacer caso.

© 2101 Antonio José López

VABM 25/02/2010

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