Faltaban solo dos meses para la licitación internacional, para seleccionar al próximo
presidente de la republica corporativa de Guaynas y el líder estaba muy preocupado por
su nivel de popularidad.
Él, por supuesto que mediante terceros, controlaba la principal encuestadora y los
informes que extraían de las bases de datos sus más cercanos asesores, no eran
alentadores.
El problema era muy sencillo, nadie había salido vivo de su trabajo; nadie había logrado
completar dos periodos, y -desde hacía más seis meses, él estaba estableciendo nuevos
records de permanencia en su puesto-; pero lo peor de todo era que él necesitaba seguir
en el cargo. Estaba muy endeudado.
Ser presidente de Guaynas fue un buen negocio hace muchísimo tiempo, -se quejaba-,
díganme que vendo, debemos mucho dinero.
Sus socios del concejo consultivo ejecutivo, evaluaban las ventajas de la alternación
electoral de las democracias gerenciales y las de la culminación de los proyectos
emprendidos, en los que muchos de ellos habían invertido tiempo y dinero.
Yo había soñado ese momento, estaba preparado; dejavu es una palabra francesa, aquí
decimos: ¡Caiste!.
Le grité: Presidente, yo tengo el guion perfecto, si no sube treinta y cinco por ciento en
cinco semanas, me puede mandar a fusilar.
Mucha gente en Guaynas sabe que quizá debido a alguna traumática experiencia infantil,
o juvenil, o de la adultez; al presidente le es muy difícil rechazar cualquier oferta que
incluya la posibilidad de usar el formulario de autorización de fusilamiento, en el sistema
de información ejecutivo de gobierno; al que solo se puede acceder siendo autorizado por
la huella de su pulgar derecho.
El estúpido del jefe mío, -una vez superado el asombro de verme hablar sin su permiso-,
era la imagen de la felicidad, que todos sabemos es un ideal y por lo tanto no existe en la
realidad.
Si hay algo que pueda, algún día, llegar a no gustarme del líder, es su costumbre de
ignorar lo que ocurre después del segundo círculo de asesores, los gerentes de tercer
nivel en adelante no existimos para él. Pero yo entiendo que toda jerarquía es natural.
El idiota del jefe mío no desaprovechó la oportunidad y le pidió permiso a su jefe para
poder hablar y burlonamente me cedió su turno, cuando le llegó.
El líder incluso me miró, mientras hablé.
El amor, -Dije-, El amor.
Un murmullo de asombro y cansancio se fue elevando del salón ejecutivo, la exhalación
de más de dos mil pulmones, hizo una inmensa burbuja de aire caliente que salió por las
ventilas del aire acondicionado y los extractores de humo y se dirigió al cielo.
Continué:
¿Quién nos quiere? Nuestra madre
¿A quienes queremos? A Nuestros hijos
Todo eso tiene una explicación sencilla basada en la selección natural de los mejores
genes
¿Cuánto hace que EL presidente de Guaynas, no besa un bebe?
¿Por qué no atacamos directo al corazón del elector?
¡Decretemos la muerte de nuestros enemigos!
“Ataque directo”, “ÉL”, “Decreto de muerte”; le estaba dando en pleno cerebro al viejo.
Guaynas TV puede hacer una campaña de odio común y corriente, se dirá que el bebe
lloró por su mal aliento, que usted no sabe cargar bebes, que el bebe es hijo
extramatrimonial suyo, que no licitó debidamente el derecho de ser cargado por el
presidente, que usted abandonó a la madre con dos meses de embarazo, los mejores
periodistas lo atacarán en el “Guaynas día a día”, que también nos pertenece. Todos los
medios de la internet difundirán el video de usted, dejando caer al bebe, todo eso durante
un mes.
Pero después de cuatro semanas, Cable TV Guaynas, -que también nos pertenece-,
denunciará la campaña mediática, que con toda seguridad tuvo que haber sido obra de
sus opositores, que con el fin de lograr sus macabros objetivos, no sienten pudor de
utilizar a un inocente bebe; gente así no puede dirigir nuestro bello país, hacia el estado
de bienestar generalizado, que nosotros poco a poco iremos obteniendo.
Mi jefe tenía la mirada fija en la espalda de su jefe, y él, en la del suyo, y ese era el
presidente, que miraba al cielo y dijo: ¿Qué perdemos?
Todos rieron, era hora de almorzar, el jefe de mi jefe me pagó, -con su tarjeta de crédito
corporativa-, lo que todos suponían, era uno de mis últimos almuerzos, financiados o no,
por el gobierno.
El siempre almorzaba en silencio, no se superan los ciento ochenta kilos, con
preocupaciones durante el almuerzo. Después del tercer whisky, -exclusivo privilegio de
los gerentes de primer nivel-, decretó: Yo voy ahí, al treinta y cinco por ciento, y le hizo
una seña al mesonero, -con tres dedos extendidos y el índice haciendo un círculo con el
pulgar, que entendió que la factura del almuerzo debería tener un sobreprecio de treinta
por ciento, adiciónales a su propina.
Mi jefe y yo también entendimos:
Casi todo el mundo sabe, en Guaynas, que el presi siempre va al 50 %, y que cuando un
gerente de primera línea pide 35%, es porque está molesto y le está tumbando 5% al
gerente de segunda línea, que a su vez dejará sin su acostumbrado 5% al gerente de
tercer nivel.
Me di cuenta de que estaba, -para decirlo sin eufemismos-, ¡JODIDO!
Me venían cinco semanas difíciles. Un muslo de pollo, -que había dejado en el plato-,
ejerció un extraño poder magnético sobre mí, no resistí el impulso y lo devoré; mientras
imaginaba, en mes y medio, la acusación de oposicionistas, que les echaría encima a ese
par de joyitas.