En mis ratos de ocioso y cuando quiero desconectarme del mundo escucho música, disfruto de una película, sigo alguna serie o en último caso veo una novela. La gran culpable de que yo vea novelas fue mi madre no se perdía ninguna, de hecho sus temas de conversación eran sobre las desgracias de sus personajes. A pesar que tenía años que no veía una novela, en los últimos meses he seguido dos: Tomasa Te Quiero y Un esposo para Estela, ambas transmitidas por Venevisión, en realidad no voy a tocar en esta ocasión el punto de la calidad de su trama o de lo apuestos que son sus protagonistas masculinos, sencillamente a veces en algo que consideramos dirigido para el vulgo te puede sorprender con cosas curiosas, algo así me paso con La Macorina, un personaje que se le aparece misteriosamente a Adriano Alberti el día que decide dejar a Estela en plena fiesta de Boda, dicha dama no sólo cura la fiebre de Adriano, sino que a lo largo de la trama el personje descubre que esa mujer había fallecido hace muchos años en la hacienda El Vendaval, precisamente la misma hacienda donde él vivía con su esposa. Por su parte, un día mientras Estela limpiaba uno de los cuartos se encuentra con un antiguo cuadro cuyo retrato era el de La Macorina.
Desde el momento de su aparición en la trama de Un Esposo para Estela, se me despertó la curiosidad y gracias a la maravilla de Google empecé mi camino para descubrir a esa mujer. Resulta que La Macorina nació en Cuba en 1892, su verdadero nombre era María Constancia Caraza Valdés, luego en su edad adulta lo cambió a María Calvo Nodarse. Se convirtió además en una de las pioneras del feminismo cuando exigió sus derechos y de esa manera fue la primera mujer en Cuba en manejar un automóvil y por ende, tener su licencia de conducir. Detrás de su nombre se mueven muchas historias, entre ellas que era la mujer más hermosa de la isla, recordada por su curvilínea figura y sus ojos claros, otros alegan que aún en el malecón se puede ver su fantasma y para muchos es una leyenda al ser la meretriz más recordada de Cuba, profesión a la que se dedicó para solventar sus penurias económicas después de escapar con su novio y renunciar así a las comodidades y lujos que le brindaba su familia.
Su peculiar nombre fue gracias a un borracho que la confundió con una cantante popular llamada La Fornarina, a partir de ese instante es conocida como La Macorina. Si bien su trabajo le permitió reunirse con las personas más privilegiadas de la sociedad cubana y logró alcanzar cierto estatus económico que le permitió disfrutar de lujos y riquezas, su muerte estuvo acompañada de la más profunda pobreza, tanto que le tocó vender todas sus pertenencias: “Mi estrella comenzó a declinar. Vendí mis nueve autos, mis cuatro mansiones, mis vestidos, joyas, pieles… Los que antes me adulaban, ahora volvían la cara.” Según las creencias populares cuando una persona muere y llevaba una vida inmoral o disipada queda vagando por las calles, tal vez por esa razón se pueda justificar que La Macorina aún siga apareciendo por el malecón esperando algún día cumplir su promesa: “Durante toda mi vida tuve una ilusión: llenar un avión con muñecas y repartirlas entre todas las niñas de Cuba. A veces, en medio de una fiesta y rodeada de admiradores, mi pensamiento volaba hacia aquel avión cargado de muñecas.”
Una leyenda en Cuba, recordada curiosamente en una novela venezolana, eso sí con el mismo aire enigmático que caracterizó a La Macorina de la vida real pero enmarcada bajo otra historia. Una alumna que tuvo la oportunidad de viajar a la isla no sólo me confirmó la existencia del mito de La Macorina, sino también me comentó que en las noches se escuchan voces y gritos, supuestamente son las voces de las personas que han tratado de escapar de Cuba sin conseguirlo… Quizás algún día debería ir y tener una aventura al estilo Hemingway simplemente con un único propósito descubrir los secretos que se esconden en el malecón cubano.
LA MACORINA
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Dulce Penélope
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Marzo 2010